¿Qué es la destrucción creativa, el concepto detrás de los investigadores ganadores del Nobel de Economía 2025?
El crecimiento sostenido no puede darse por sentado en la actualidad. Ante el avance tecnológico, es necesario garantizar el correcto funcionamiento de la destrucción creativa, proceso que ha impulsado el desarrollo económico en los últimos dos siglos.
La Real Academia Sueca de las Ciencias reconoció a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt con el Premio de Economía 2025 Conmemorativo de Alfred Nobel por sus investigaciones que explican "el crecimiento económico impulsado por la innovación".
La institución señaló que el trabajo de los galardonados demuestra, desde distintos enfoques, que los conflictos derivados de la destrucción creativa deben gestionarse de forma constructiva para garantizar el progreso económico. De lo contrario, la innovación corre el riesgo de ser frenada por empresas consolidadas y grupos de interés que, con estructuras económicas obsoletas, perciben amenazada su supervivencia.
John Hassler, presidente del Comité del Premio en Ciencias Económicas, destacó que las investigaciones de los premiados "demuestran que el crecimiento económico no puede darse por sentado. Debemos proteger los mecanismos que sustentan la destrucción creativa para evitar el estancamiento".
¿Qué es la destrucción creativa?
La Academia explicó que, durante los últimos dos siglos, el mundo ha experimentado un crecimiento sostenido sin precedentes gracias al surgimiento de nuevas tecnologías que reemplazan a las anteriores. Este proceso, conocido como destrucción creativa, fue acuñado por el economista austriaco Joseph Schumpeter y constituye un pilar del capitalismo, ya que privilegia el crecimiento y la productividad a largo plazo mediante la creación de nuevas industrias, aun cuando provoque la desaparición temporal de empleos y empresas tradicionales.
"Durante la mayor parte de la historia humana, el nivel de vida apenas cambió de una generación a otra, pese a descubrimientos importantes. Estos a veces mejoraban la calidad de vida, pero el crecimiento se detenía con el tiempo. Esto cambió radicalmente con la Revolución Industrial", señaló la institución.
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Joel Mokyr, profesor de la Universidad Northwestern (en Estados Unidos), determinó mediante observaciones históricas que el conocimiento útil es indispensable para impulsar la economía con avances tecnológicos. Este concepto, según el especialista, se compone de dos partes. Por un lado, el conocimiento proposicional, entendido como la comprensión teórica y sistemática de los elementos que conforman el mundo, necesario para entender científicamente por qué una innovación funciona. Por otro, el conocimiento prescriptivo, que abarca las instrucciones y habilidades prácticas para aplicar la teoría. En términos generales, este último describe los mecanismos funcionales que permiten implementar con eficacia una innovación.
El investigador sostiene que, antes de la Revolución Industrial, la mayoría de los avances tecnológicos se basaban únicamente en el conocimiento prescriptivo: se sabía que algo funcionaba, pero no se comprendía por qué. Este enfoque limitó el desarrollo de conocimiento a largo plazo.
Este panorama cambió con la Ilustración. Entre los siglos XVI y XVII se desarrolló la Revolución Científica, cuando especialistas de distintas disciplinas comenzaron a insistir en establecer métodos de medición estandarizados y experimentos controlados, con el objetivo de replicar y perfeccionar los resultados. Este proceso generó una retroalimentación constante entre el conocimiento proposicional y el prescriptivo, lo que impulsó la acumulación de conocimiento útil aplicable a la producción de bienes y servicios.
El Premio Nobel de Economía fue para Mokyr, Aghion y Howitt
Mokyr subraya que comprender por qué una innovación funciona no basta para convertirla en motor de crecimiento económico. Se requieren conocimientos prácticos, técnicos y comerciales que la vuelvan viable. "El crecimiento sostenido se produjo primero en Gran Bretaña porque albergaba numerosos artesanos e ingenieros cualificados capaces de transformar ideas en productos comerciales, lo cual fue vital para mantener el impulso económico".
El historiador económico advierte que este proceso implica un cambio de mentalidad en la sociedad: el crecimiento basado en el cambio tecnológico no puede sostenerse sin reemplazar estructuras y formas de trabajo obsoletas por nuevas modalidades productivas capaces de perdurar en el tiempo.
¿Cómo determinar cuál es la inversión óptima en I+D?
Por su parte, Philippe Aghion, profesor del Colegio de Francia y del Instituto Europeo de Administración de Negocios (Francia), y Peter Howitt, de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres (Reino Unido), desarrollaron en 1992 un modelo económico que explica la destrucción creativa como motor del crecimiento a largo plazo.
Su formalización matemática entiende la competencia tecnológica como un incentivo central que promueve la innovación entre las empresas.Explica que, cuando una compañía introduce una mejora superior a la existente, obtiene temporalmente un monopolio al patentar su producto o proceso, lo que le permite fijar precios por encima de sus costos de producción.
Sin embargo, este avance individual estimula a otras empresas a invertir en proyectos de investigación y desarrollo (I+D) para superar al líder del mercado. Este ciclo, que se repite indefinidamente, acorta los tiempos de innovación y acelera la destrucción creativa.
El modelo de Aghion y Howitt fue el primero en incorporar este proceso en un marco macroeconómico de equilibrio general, al reconocer por primera vez la interconexión entre la producción, la inversión en I+D, los mercados financieros y el ahorro de los hogares. "El dinero para la inversión en I+D proviene del ahorro doméstico, que depende del tipo de interés, el cual a su vez está influido por la tasa de crecimiento económico. Por tanto, producción, I+D, mercados financieros y ahorro están vinculados y no pueden analizarse por separado", explica la Academia.
Este modelo resulta útil para evaluar si el nivel de inversión en I+D, sin intervención pública, es suficiente para potenciar el crecimiento. Esa incertidumbre no podía resolverse con modelos anteriores, que no consideraban la economía como un todo. Según Aghion y Howitt, la respuesta depende de dos mecanismos que actúan en direcciones opuestas:
Subinversión: las empresas saben que las ganancias derivadas de invertir en I+D son temporales, pues tarde o temprano un competidor lanzará una innovación superior. Esto lleva al mercado a invertir menos de lo socialmente óptimo, aunque el conocimiento previo no se pierda, ya que las nuevas innovaciones se basan en el saber acumulado. Este escenario respalda la necesidad de subsidios.Sobreinversión: cuando una empresa sustituye a otra como líder obtiene grandes beneficios, mientras la desplazada los pierde, incluso si la mejora tecnológica es marginal. En consecuencia, las inversiones en I+D pueden ser excesivas, provocando un desarrollo demasiado acelerado. Este caso genera argumentos en contra de las subvenciones públicas.
"Cuál de estas dos fuerzas predomina depende de diversos factores que varían según el mercado y el contexto histórico. La teoría de Aghion y Howitt permite identificar qué políticas resultan más eficaces y en qué medida la sociedad debe apoyar la I+D", señala la Academia.
El Comité del Nobel considera que las aportaciones de Mokyr, Aghion y Howitt son fundamentales para entender las tendencias económicas actuales, especialmente frente a los retos que plantean tecnologías emergentes como la inteligencia artificial (IA).
Mokyr sostiene que la IA podría intensificar la retroalimentación entre el conocimiento proposicional y el prescriptivo, acelerando la acumulación de conocimiento útil. No obstante, reconoce que las innovaciones pueden generar efectos secundarios negativos que, a su vez, abren la puerta a nuevos procesos de descubrimiento y soluciones, convirtiendo el desarrollo tecnológico en un mecanismo de autocorrección.
La Real Academia Sueca de las Ciencias enfatiza que el trabajo de los tres galardonados confirma que el crecimiento sostenido no puede darse por sentado en una era de grandes avances tecnológicos. Concluye que sus investigaciones "demuestran la necesidad de estar atentos a las amenazas que ponen en riesgo el crecimiento continuo y contrarrestarlas. Estas amenazas pueden provenir de la concentración del poder de mercado en pocas empresas, las restricciones a la libertad académica, la desigual expansión del conocimiento o los bloqueos impuestos por grupos desfavorecidos. Si no se responde a estas amenazas, la maquinaria que ha impulsado el crecimiento -la destrucción creativa- podría dejar de funcionar, obligándonos a acostumbrarnos nuevamente al estancamiento".