Opinión

Cuando el búnker se convierte en campo minado: la debacle comunicacional del oficialismo

Eduardo Rivas analiza y opina en torno a las intervenciones mediáticas por las que la ciudadanía en general conoce a sus candidatos.

Eduardo Rivas

 El circo de las entrevistas 'amigas'

Resulta llamativo, irónico y hasta patético que los dirigentes oficialistas la pasen mal y queden tan expuestos en entrevistas realizadas con comunicadores cercanos al pensamiento oficial. Si esto ocurre en terreno supuestamente amigo, uno no puede más que preguntarse: ¿qué carajo esperan que ocurra cuando salgan del búnker mediático y se enfrenten al mundo real?

La respuesta es simple: nada bueno.

Le ocurrió al presidente Javier Milei con Eduardo Feinmann...

La falacia del rejunte: lecciones que nunca aprendemos

El mundo político argentino no se divide, o no se debería dividir al menos, entre peronismo y no peronismo. Las experiencias históricas han demostrado hasta el hartazgo que los rejuntes pueden servir para ganar una elección pero no para gobernar una nación.

Hay que construir a partir de la pluralidad, no como oposición a algo sino en favor de algo. Sutil pero crucial diferencia que escapa a la comprensión de nuestros flamantes representantes.

Una confesión necesaria

Yo no soy peronista. Lo digo con todas las letras y sin complejos. Y pese a ello, o por ello, hay cosas en las cuales coincido plenamente con el peronismo y otras en las que estoy en sus antípodas más lejanas.

Pero, y acá viene el punto que Reichardt no entiende: es necesario que todos estemos representados en la construcción del futuro común. Todos. Incluso los que piensan distinto. Incluso los que 'tienen a Perón adentro'. Incluso los que votan cosas que a vos te parecen incomprensibles.

Porque eso, querida Karen, se llama democracia.

El problema de raíz

Si partimos de la base que quien no piensa como yo tiene una enfermedad mental (argumento que muchos piensan y pocos tienen el descaro de decirlo públicamente con la crueldad explícita que lo dijo Reichardt), arrancamos mal. Malisimo.

Si creemos que quien vota al peronismo merece cagar en un balde o sufrir las siete plagas de Egipto, vamos mal. Porque además, y esto también se les escapa, el peronismo es lo suficientemente amplio para contener en su seno a las más variadas clases sociales. Los partidos políticos argentinos no tienen anclaje de clase mayoritariamente, y ahí radica gran parte de los problemas estructurales que enfrentamos como sociedad.

La superioridad moral: ese viejo enemigo

Si creemos que tenemos la superioridad moral para dictaminar qué pensamiento es bueno y qué pensamiento es 'enfermo', entonces no entendimos absolutamente nada. Y lo que es peor: retrocedimos en la historia.

La historia argentina, esa maestra que nadie escucha, nos demostró una y otra vez que cada vez que hubo antagonismos irreductibles en el marco de la ley (o fuera de ella), las cosas no terminaron bien.

Para nada bien.

Un camino peligroso con retorno posible

Mal camino pretende transitar Reichardt. Peligrosísimo, de hecho. Pero, y acá va el mensaje esperanzador de esta nota que hasta ahora no tuvo mucho de esperanzador: está a tiempo de corregir.

Ojalá lo haga.

Ojalá entienda que la democracia no se construye diagnosticando enfermedades mentales a quienes piensan distinto. Que la política no es una batalla psiquiátrica donde hay cuerdos e insanos. Que el otro no es un enemigo a exterminar sino un ciudadano con los mismos derechos y deberes.

Pero si miramos la tendencia general del discurso libertario, si observamos el patrón de comportamiento de sus dirigentes, si analizamos la retórica oficial... las chances son escasas.

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