El tren que vuelve a casa
Marcela Muñoz Pan pone en valor aquí el lanzamiento del tren de cercanías entre Maipú y San Martín.
El tren de cercanías es mucho más que un proyecto de infraestructura; es el regreso de un latido, una melodía de acero sobre los durmientes de la memoria mendocina. Dicen los más viejos de Palmira, de San Martín, de Maipú, que el tren se fue llevando consigo un pedazo de la conversación diaria. El silbato, ese eco nostálgico que antaño marcaba el ritmo de las cosechas y las despedidas, se había vuelto un recuerdo lejano, sepultado bajo el rumor constante de las rutas. Recuerdo que acompañaba a mi hermana mayor a la facultad en el tren y ese viaje era más que magia, era carcajadas, amigos, mate y la vuelta a casa mientras los padres, nos esperaban.
Pero hoy, la historia gira sobre sus ejes. Cuando el Tren de Cercanías vuelva a deslizarse, no traerá solo vagones, traerá tiempo, ese tiempo cargado de vagones de nostalgias, de cartas que se esperaban, de amores que venían, amores que se iban, el tren de los inmigrantes que forjaron algo más que oportunidades en el este. ¿Pero se dan cuenta que, en 40 minutos, el corazón de Mendoza Este y el palpitar del Gran Mendoza estarán unidos por una línea brillante y confiable? Para el estudiante de Rodeo del Medio, es la certeza de llegar a la facultad a tiempo; para el trabajador de Junín, es el regreso rápido a su familia antes de que caiga el sol sobre las viñas. El tren nos da un regalo invaluable: nos permite volver a mirarnos. En sus asientos, compartiremos el mate, el cafecito con tortitas, chistes y chismes y la esperanza de volver con una cosecha abundante, de uvas, aceitunas o pistachos, también un buen libro, no sé si habrá señal para los teléfonos, mejor, también podemos conectar de otra manera.
Es la recuperación de un derecho: la conexión ágil, digna y limpia, tejida sobre una historia que vuelve para quedarse. Para el visitante que llega a Mendoza buscando el alma del vino, el Tren de Cercanías será la puerta de entrada a una experiencia auténtica y profunda, un viaje en el tiempo sobre rieles renovados, una experiencia ecocultural muy transitable. Olvídense del apuro del auto y colectivos atiborrados de gente, y permítanse el placer de la lentitud reflexiva. Al tomar el tren en la Estación Gutiérrez, y dejar atrás el Metrotranvía, el paisaje comienza a hablar en un susurro distinto, los olores de la jarilla y la manzanilla, la lluvia que mojará en balcones móviles que van atravesar el oasis mendocino, pintando un cuadro diferente en tu día a día, evocando las hileras de olivos, los antiguos parrales anudados y el adobe de esas viejas casonas que resisten al tiempo.
Cada parada será un nuevo capítulo: Coquimbito, Fray Luis Beltrán, Palmira, Gutiérrez, Mendoza Capital, Aeropuerto, nombres que suenan a tradición, a tierra fértil y a la tenacidad de una gestión que lo hizo posible. En cada estación habrá una manera distinta para llegar a una bodega o a un distrito patrimonial e incluso a tomar ese avión, aire, tierra reunidos en el futuro de la memoria, un viaje al futuro, ese futuro nostálgicamente moderno y el destino es siempre Mendoza.