Análisis

¿Todo es corrupción? El efecto Caruso Lombardi y el riesgo de un fútbol donde ninguna decisión es creíble

Sobre la facilidad con que se tiñe a todo de "corrupción": el analisis del criminólogo Eduardo Muñoz.

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo

¿Por qué Ricardo Caruso Lombardi vuelve una y otra vez a los medios para denunciar arreglos arbitrales, corrupción y manipulación, pero evita llevar sus acusaciones ante la Justicia o los tribunales deportivos? 

La explicación excede al personaje: es el reflejo de un ecosistema futbolístico donde la desconfianza se volvió norma, la sospecha se viraliza y la verdad pierde terreno frente al impacto mediático.

Desconfianza como punto de partida

El fútbol argentino convive con una percepción instalada: los organismos disciplinarios de la AFA no inspiran credibilidad. Para muchos protagonistas, denunciar allí es como depositar pruebas en manos de quienes podrían tener incentivos para ocultarlas. La sospecha no surge de un caso puntual, sino de décadas de decisiones polémicas, opacidad institucional y relatos que alimentan la idea de un sistema al servicio del poder.

La Justicia ordinaria tampoco aparece como una opción realista: sus tiempos son incompatibles con el ritmo del fútbol. Una causa por corrupción arbitral puede tardar años, mientras el impacto deportivo se define en noventa minutos.

En ese vacío, las instituciones pierden centralidad y el espacio mediático se convierte en el nuevo tribunal.

La lógica del impacto: cuando la TV vale más que un expediente

En ese escenario aparece Caruso Lombardi como un maestro del impacto emocional. Sus denuncias no exigen pruebas duras ni sostén documental: alcanzan con la verosimilitud emocional. En el terreno mediático, la sospecha rinde más que la evidencia y la indignación genera más atención que cualquier informe técnico.

La denuncia pública le garantiza algo que la vía formal jamás podría ofrecerle: visibilidad inmediata, presencia constante en agenda y la posibilidad de presionar socialmente a árbitros y dirigentes sin cargar con el costo jurídico de una acusación formal. Es la "criminología del rating": no importa probar, importa impactar.

El peligro de la viralización del agravio

Aquí aparece el verdadero riesgo. Cuando se instala que cualquier fallo puede ser manipulado, que todo es discutible y que toda decisión es potencialmente corrupta, el sistema pierde su última fuente de legitimidad: la verdad.

Si la sospecha se vuelve regla, cualquiera se siente con derecho a denunciar corrupción solo porque percibe un perjuicio. Ya no es necesario un indicio, una prueba o una investigación: alcanza con la sensación de injusticia. En ese clima, todo resultado polémico se transforma en complot y toda decisión arbitral en acto deliberado.

De la sospecha a la violencia

Este relato no queda en la pantalla. La narrativa del "robo" y el "arreglo" alimenta emociones intensas que después explotan en la calle: amenazas a árbitros, escraches, hostigamiento a dirigentes y justificación simbólica para los sectores más violentos del fútbol.

Caruso Lombardi eligió el megáfono porque hoy hace más ruido que la justicia. El problema es el costo: un fútbol donde todo puede ser cuestionado es un fútbol donde nada es creíble. Y sin credibilidad, lo que se impone no es la transparencia, sino el caos.

Esta nota habla de: