Menos impuestos no significa menos Estado: significa un Estado mejor
Por qué Argentina debe volver a discutir en serio su sistema tributario. Escribe Fernando Gentile dede Madrid para Memo.
Existe un consenso silencioso: Argentina no puede sostener el sistema tributario que tiene.No se trata solo de la cantidad de impuestos, sino de cómo están diseñados, cómo se solapan, sobre quién caen realmente y qué incentivos generan.
El debate público se quedó atrapado en dos slogans: "Hay que bajar impuestos" vs. "Hay que recaudar más".Ambas posiciones omiten lo esencial.
La pregunta de fondo es otra: ¿Qué tipo de estructura tributaria impulsa la actividad económica, la formalidad, la bancarización, la productividad y el bienestar?
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Para responderla, primero hay que aclarar un error conceptual que distorsiona todo el debate: la confusión entre presión fiscal y carga efectiva.
Presión fiscal vs. carga efectiva: la confusión que distorsiona todo
La presión fiscal mide la recaudación total en relación al PIB. Es un indicador macro. Puede sugerir que Argentina "recauda poco" comparado con Europa.
Pero esta métrica oculta algo decisivo:
- En países desarrollados, entre 80% y 90% de la economía es formal.
- En Argentina, diversas estimaciones ubican la informalidad entre 35% y 40% de la economía real.
Esto significa que:
- Una parte significativa del país no aporta.
- Los que sí aportan financian casi toda la estructura tributaria.
La presión fiscal macro puede ser "moderada", pero la carga efectiva sobre los contribuyentes formales es extraordinariamente alta.
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Cuanto más se sobrecarga al que cumple, más incentivos aparecen para salirse del sistema.Se crea así un círculo vicioso:
- alta carga efectiva
- menor formalidad
- menor base de aportantes
- mayor carga sobre los mismos.
Qué muestran los países que sí lograron desarrollarse
El análisis comparado muestra patrones consistentes entre países exitosos:
- Simplicidad tributaria real: pocos impuestos, reglas claras, cumplimiento sencillo.
- Carga efectiva moderada sobre el empleo formal: no se castiga a quien da trabajo ni a quien quiere trabajar en blanco.
- Relación visible entre impuestos y servicios: el ciudadano entiende qué paga y qué recibe.
- Base contributiva amplia: la formalidad es la regla, no la excepción.
- Reglas previsibles y estabilidad normativa: no se cambia el sistema cada año.
En cambio, los países con estancamiento crónico -entre ellos gran parte de América Latina- comparten un patrón opuesto:
- Decenas de impuestos superpuestos, muchos de muy baja recaudación.
- Alta informalidad.
- Complejidad operativa para empresas y emprendedores.
- Retenciones y percepciones que funcionan como recaudación adelantada.
- Inestabilidad permanente.
- Una relación deteriorada entre Estado y contribuyente.
Resultado: baja productividad, baja inversión, baja formalidad, bajo crecimiento.
Lo que Argentina hace mal - y que espanta la formalidad y la bancarización
Argentina no solo castiga la formalidad mediante impuestos, sino mediante mecanismos que desalientan cualquier operación financiera moderna:
- Retenciones automáticas por acreditar dinero
Ejemplo: SIRCREB (Ingresos Brutos) en varias provincias.
- Impuesto sobre débitos y créditos bancarios
Conocido como "impuesto al cheque".Un tributo que prácticamente ningún país desarrollado mantiene.
- Percepciones provinciales y municipales
Adicionales al impuesto al cheque, que afectan liquidez y generan saldos a favor difíciles de recuperar.
El efecto combinado es evidente:
- Cuantas más operaciones bancarias realiza una persona o empresa, más paga.
Esto desalienta la bancarización, empuja a la informalidad y dificulta la actividad comercial formal.Los gobiernos suelen justificar estos mecanismos por necesidades recaudatorias, pero terminan destruyendo la base misma sobre la que pretenden recaudar.
La parte más olvidada del debate: salario real, transparencia y responsabilidad
Uno de los ejemplos más claros proviene de una reflexión compartida por Claudio Zuchovicki:
Un empleador paga $1.800.000 por un trabajador cuyo salario bruto es $1.000.000.El empleado recibe neto alrededor de $780.000.Y su poder de compra real puede terminar cerca de $550.000, después de IVA e impuestos indirectos.
La consecuencia cultural y económica es profunda:
- el empleador paga demasiado,
- el trabajador recibe poco,
- el Estado recauda menos de lo que podría.
¿No sería más transparente que el empleador pague el monto total, y el trabajador vea cada impuesto que abona?Esa transparencia obligaría al Estado -y a las organizaciones intermedias- a justificar su existencia mediante valor real.
Sindicatos: transparencia, no menos derechos
Muchas cuotas sindicales se descuentan automáticamente sin decisión explícita del trabajador.Un modelo más moderno debería avanzar hacia:
- cuotas voluntarias,
- afiliación consciente,
- rendición de cuentas,
- organizaciones que ganan el aporte, no que lo presuponen.
Esto fortalece la democracia interna y la libertad de elección.
Coparticipación, impuestos distorsivos y reforma profunda
Ninguna reforma tributaria será efectiva sin revisar la Ley de Coparticipación Federal, y así evitar que exista:
- solapamiento de impuestos,
- duplicación provincial-municipal,
- distorsiones como Ingresos Brutos,
- tasas municipales sin contraprestación real.
La coparticipación actual incentiva a las provincias a crear nuevos impuestos y no a mejorar su eficiencia o ampliar la formalidad.
Argentina necesita un sistema que:
- simplifique,
- reduzca carga efectiva,
- elimine distorsiones,
- incentive la producción y la bancarización,
- facilite emprender y crear empleo,
- amplíe la base de contribuyentes.
La discusión no es "menos Estado", es "mejor Estado"
El actual gobierno del presidente Milei ha manifestado explícitamente su voluntad de avanzar hacia un sistema tributario más simple y más racional.El desafío es enorme, pero también urgente.
Un Estado moderno no cobra "por las dudas":cobra con criterio, transparencia y responsabilidad.
Un sistema tributario sano no sofoca la actividad económica: la impulsa.
Argentina necesita una reforma tributaria profunda, adulta y honesta.No una reforma que simplemente recaude más, ni una que elimine impuestos sin plan.Sino una que:
- simplifique,
- reduzca la carga efectiva sobre el empleo formal,
- elimine impuestos distorsivos,
- revise la coparticipación,
- incentive la bancarización,
- fortalezca la formalidad,
- mejore la productividad,
- y reconstruya la confianza entre ciudadanos y Estado.
Ese debería ser el verdadero debate.Y es hora de darlo.