Análisis

Día Mundial contra el Abuso Sexual Infantil: impunidad, silencio y la urgencia de proteger a los niños

El criminologo Eduardo Muñoz analiza uno de los trastornos más grandes que se vive en la sociedad, y con víctimas indefensas.

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo

Cada 19 de noviembre, el mundo vuelve a enfrentar una realidad incómoda y persistente: el abuso sexual infantil sigue siendo un delito frecuente, cercano y atravesado por una impunidad que duele. Y esa impunidad no ocurre solo porque algunos agresores eviten condena; se sostiene en algo más profundo y estructural. 

La mayoría de los casos nunca se denuncia, muchos expedientes se archivan por falta de pruebas, los procesos judiciales avanzan con demoras que desgastan a las familias, y muchas instituciones no cuentan con profesionales capacitados para investigar hechos tan complejos.

Por eso esta fecha, que reúne el Día Mundial para la Prevención del Abuso Sexual Infantil y la jornada contra el maltrato infantil, no es un simple acto simbólico. Es un recordatorio de que seguimos fallando, como sociedad y como Estado, en proteger a quienes dependen completamente de nosotros.

El peligro está adentro, no afuera

Desde la criminología, la evidencia es clara: el mayor riesgo no son los desconocidos ni los "depredadores online", sino los adultos más cercanos. Según UNICEF, entre el 70% y el 85% de los abusos son cometidos por familiares, allegados, docentes, entrenadores o personas de confianza.

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El agresor casi siempre tiene rostro, vínculo y autoridad. Ese es el núcleo del delito: una relación de poder desigual basada en la confianza traicionada, la manipulación emocional, el miedo y la dependencia afectiva. Hogares, escuelas y clubes, lugares que deberían ser de seguridad, se convierten, con demasiada frecuencia, en espacios donde el silencio gana por vergüenza, culpa o temor a las consecuencias.

Un niño no calla porque elige callar: calla porque entiende, incluso sin palabras, que el adulto controla la narrativa y las consecuencias.

Lo digital no creó el delito, pero lo volvió más peligroso

La tecnología no inventó el abuso sexual infantil, pero amplificó su alcance y velocidad. Grooming, captación online y difusión global de material de abuso encontraron en internet un terreno fértil. Hoy, los agresores operan con tres ventajas decisivas: anonimato, alcance global y una probabilidad real de evadir la ley.

Aquí lo jurídico se vuelve central. Los sistemas judiciales siguen llegando tarde: las investigaciones son lentas, complejas y con poca cooperación internacional. La impunidad digital no existe porque el delito sea nuevo, sino porque los Estados siguen usando herramientas viejas frente a crímenes que ya no reconocen fronteras.

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Las plataformas tecnológicas, que se benefician de la conectividad, tampoco pueden escudarse en la neutralidad: tienen una responsabilidad activa, urgente e impostergable.

El 19 de noviembre exige acción, no discursos

La prevención no empieza en la pantalla. Comienza en la casa, en la escuela y en la formación de adultos capaces de escuchar, creer y proteger. Implica enseñar a los niños a reconocer límites, pedir ayuda y confiar en que no serán juzgados ni castigados.

Los Estados deben garantizar equipos especializados, sistemas judiciales ágiles y políticas sostenidas, no comunicados vacíos.

El 19 de noviembre nos recuerda algo esencial:

La infancia no puede defenderse sola.

Protegerla no es un acto de buena voluntad.

Es una obligación moral, social y un deber jurídico: estos delitos deben investigarse y castigarse sin demoras ni excusas.

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