Opinión

Otra vez el debate: glaciares, agua y prioridades para Mendoza

En momentos en que la crisis hídrica golpea a Mendoza con una intensidad sin precedentes, sorprende que se intente reinstalar la idea de que el problema del agua proviene de "agitadores profesionales" más que de decisiones públicas que condicionarán el futuro de toda la provincia.

Daniel Buono

El debate sobre glaciares no responde a intereses ocultos ni a ideologías extremas: responde a un consenso científico internacional y a una evidencia irrefutable. La preservación de glaciares y ambientes periglaciares es un punto en el que prácticamente todas las naciones civilizadas coinciden, porque se trata de las últimas reservas estratégicas de agua dulce frente al cambio climático (Hock et al., 2019). Un debate científico, no político.

En este punto conviene rescatar la figura del Dr. Ricardo Villalba, investigador del CONICET, quien fue responsable del primer Inventario Nacional de Glaciares desde el IANIGLA. Su trabajo -reconocido en ámbitos científicos internacionales- permitió por primera vez conocer la ubicación y el estado de los glaciares argentinos (IANIGLA, 2018). Lejos de ser un "obstáculo", Villalba se convirtió en el primer científico penalizado por aplicar estándares globales de investigación en un tema en el que, justamente, la ciencia debería prevalecer por sobre los intereses sectoriales. 

Su caso es un recordatorio inquietante: cuando la ciencia incomoda, muchas veces se intenta silenciarla. Protección del periglaciar: un consenso global No solo los glaciares requieren protección. 

Los ambientes periglaciares, esenciales para la regulación hídrica, también deben preservarse. La comunidad científica internacional no discute este punto: estas áreas actúan como "esponjas" que almacenan y liberan agua de manera gradual (Brenning & Azócar, 2010). Relajar su protección equivale a debilitar el sistema hídrico que sostiene a las comunidades cordilleranas y a gran parte de Mendoza. 

1. En Mendoza falta agua -y va a seguir faltando 

La propia Dirección General de Irrigación sostiene que Mendoza atraviesa su crisis hídrica más prolongada en 110 años. 

En este contexto, discutir la asignación de agua para nuevos desarrollos mineros es no solo inoportuno, sino contradictorio. Asignar cuotas hídricas a la minería implica, por definición, restar agua a los mendocinos, al agro, a la industria y a los ecosistemas que dependen de esos caudales. 

La pregunta es inevitable: ¿La minería importa más que la seguridad hídrica de los mendocinos?

2-El problema no es ideológico: es químico 

Ninguna empresa minera debate este punto: la minería metalífera utiliza compuestos tóxicos. Cianuro, xantatos, solventes orgánicos y elementos pesados forman parte del proceso extractivo (Coumans, 2012). Si no trabajaran con sustancias contaminantes, no habría discusión social. 

La preocupación no proviene de "agitadores", sino de la evidencia empírica: 

• Los relaves pueden filtrar metales pesados. 

• Los drenajes ácidos pueden persistir por siglos. 

• Los cursos de agua aguas abajo quedan expuestos a contaminación irreversible. Hablar de controles ideales es insuficiente. Lo demuestran casos documentados en Chile, Perú, Canadá y Argentina. 

3. El tiempo de espera para que los contaminantes se degraden: 500 años 

Uno de los puntos menos comprendidos del debate es el alcance temporal de los impactos mineros. Los compuestos utilizados en minería metalífera no se degradan en semanas ni en décadas. Estudios internacionales indican que el drenaje ácido de mina y la liberación de metales pesados pueden persistir entre 300 y 500 años (Younger, 2001; Nordstrom, 2011). 

Hablar de "controles" en una escala temporal humana resulta casi ingenuo frente a procesos geoquímicos que se extienden por siglos. Una discusión que define el futuro En este marco, proponer que cada provincia regule sus glaciares no es federalismo: es renuncia a una responsabilidad nacional. Los glaciares y periglaciares no son un "tema minero", son un pilar de la seguridad hídrica argentina. Mendoza necesita una política de agua basada en ciencia, no en urgencias económicas de corto plazo. 

Y necesita, sobre todo, un debate público transparente, donde la defensa del agua no sea descalificada como "oportunismo", sino entendida como lo que realmente es: la defensa del recurso más importante que tenemos. 

Referencias 

Brenning, A., & Azócar, G. (2010). Minería y glaciares rocosos: impactos, gestión y regulación. Revista de Geografía Norte Grande, 47, 143-158. Coumans, C. (2012). Mining and contamination: chemical processes and loterm impacts. Environmental Science & Policy, 25, 45-56. 

Hock, R., Rasul, G., Adler, C., Cáceres, B., Gruber, S., Hirabayashi, Y., ... & Zhang, Y. (2019). High Mountain Areas. In IPCC (Ed.), Special Report on the Ocean and Cryosphere in a Changing Climate. 

2 LIC. DANIEL BUONO IANIGLA. (2018). Inventario Nacional de Glaciares de la República Argentina. CONICET. Nordstrom, D. (2011). 

Mine waters: Acidic to circumneutral. Elements, 7(6), 393-398. Younger, P. L. (2001). Mine water pollution: the remarkable sustainability of a long term environmental liability. Proceedings of the Institution of Civil Engineers, 149(1), 41-46. 

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