Análisis

Cómo la inteligencia artificial está reconfigurando las campañas políticas en la Argentina

"De la promesa de innovación al riesgo de una manipulación sin precedentes", analiza Rubén Zavi.

Rubén Zavi
Politólogo y especialista en Comunicación Política

La inteligencia artificial (IA) dejó de ser una herramienta de apoyo para transformarse en un insumo estratégico central dentro de las campañas políticas modernas. La discusión ya no es tecnológica, sino democrática. La pregunta que atraviesa a los consultores, a los partidos y a los propios votantes es otra: ¿cómo cambia la deliberación pública cuando los candidatos pueden hablar sin hablar y persuadir sin exponerse?

En un escenario argentino signado por la polarización permanente, la pérdida de autoridad de las instituciones y una conversación pública cada vez más degradada, la IA irrumpe en el momento más frágil posible. Su promesa de eficiencia y personalización convive con el riesgo real de profundizar la erosión informativa y emocional que ya atraviesa al electorado.

La campaña infinita: cuando el mensaje no duerme

La lógica de campaña tradicional -con tiempos, etapas y ritmos definidos- quedó obsoleta. Las herramientas de IA permiten: producir mensajes en segundos, personalizar contenidos para miles de microsegmentos, replicar estilos de comunicación que el candidato nunca escribió, crear videos, audios y gráficas sin pasar por un equipo humano, sostener una "presencia" digital permanente sin descanso.

Ya no existen "silencios". La campaña habla, aunque el candidato esté ausente. En un país donde la agenda pública se define minuto a minuto, la IA no solo acelera la comunicación: la redefine.

La hipersegmentación emocional: la nueva ingeniería del voto

Las campañas ya no interpelan a grandes públicos: interpelan a públicos microscópicos. Y la IA convierte esa segmentación en una herramienta emocional de precisión.

Hoy es posible: detectar qué teme cada grupo, predecir qué mensaje moviliza a cada segmento, cambiar el tono del discurso según la personalidad digital del usuario, ajustar un video 200 veces en 10 segundos, testear 800 versiones de un mismo mensaje en simultáneo.

La política ya no intenta persuadir: intenta activar reacciones.

Esto plantea una paradoja democrática: cuanto más personalizada es la comunicación, más se debilita la conversación colectiva.

Deepfakes, vocerías digitales y bots conversacionales: la política sin humanos

El problema no es solo que la IA puede imitar voces y construir videos falsos, sino que puede producir comunicación política verosímil, no necesariamente falsa pero sí diseñada para manipular la percepción del votante.

En una campaña real, esto significa: audios del candidato hablando sobre temas que jamás mencionó, voceros digitales que responden consultas como si fueran parte del equipo, bots que "dialogan" con votantes indecisos, noticias generadas automáticamente con sesgos incorporados, escándalos pre-fabricados para dominar la agenda en horas.

La atribución -saber quién dice qué- se vuelve borrosa, y sin atribución, no hay deliberación.

La regulación europea como espejo

La Unión Europea decidió regular de manera anticipada la IA en campaña: clasificó los sistemas según su nivel de riesgo e introdujo límites claros al microtargeting político y a la manipulación cognitiva.

En la Argentina, esta discusión ni siquiera comenzó.

Y lo que no se regula en campaña lo termina regulando el mercado -o peor aún, los equipos políticos más dispuestos a cruzar límites.

¿Puede la IA mejorar la conversación pública? Sí. ¿Lo está haciendo? Todavía no.

La IA puede ser una oportunidad para: combatir la desinformación en tiempo real, ampliar el acceso a la información, analizar tendencias sociales con mayor precisión, transparentar decisiones públicas, democratizar capacidades técnicas antes reservadas a partidos grandes.

Pero sin responsabilidad, sin transparencia y sin regulación, el riesgo supera a la promesa.

La IA amplifica lo que ya somos: si la conversación es tóxica, la vuelve corrosiva; si la campaña es defensiva, la vuelve paranoica; si la política es emocional, la vuelve explosiva.

Cinco decisiones urgentes para el sistema político argentino

La política argentina necesita adoptar con urgencia un marco mínimo para el uso de inteligencia artificial en campaña. La transparencia debe ser el punto de partida: cualquier contenido generado o modificado por IA debe estar claramente identificado. Al mismo tiempo, es indispensable moderar el microtargeting político para evitar que la personalización emocional extrema reemplace la deliberación pública. Esto exige auditorías independientes sobre los algoritmos utilizados, capacitación técnica y ética para los equipos de campaña y protocolos rápidos para detectar y neutralizar deepfakes y desinformación sintética. Sin estas reglas básicas, la IA no solo transformará la comunicación electoral: también puede transformar, silenciosamente, la democracia misma.

¿Cómo será la próxima campaña?

La inteligencia artificial no reemplazará a la política.

Pero puede reemplazar la conversación democrática que sostiene a la política.

La próxima campaña no será ganada por quien hable mejor, sino por quien lea mejor los datos y controle mejor los flujos de información. Ese es el verdadero desafío.

Y, aunque cueste admitirlo, la política argentina todavía no está preparada.

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