Déficit cultural de jóvenes... y adultos: conocer y re-conocer en qué fallamos
El Prof. José Jorge Chade analiza la falta de bagaje cultural.
La "deficiencia cultural" en jóvenes y adultos se manifiesta a través de fragilidades psicológicas, como la ansiedad y la depresión, debidas también a las presiones sociales y al aislamiento, y a una dificultad para desarrollar la voluntad y el compromiso hacia relaciones estables y responsabilidades a largo plazo.
Problemas como el uso excesivo de teléfonos inteligentes e Internet, el ciberacoso, la dificultad para concentrarse, los trastornos alimentarios y una visión del tiempo limitada a las gratificaciones inmediatas son síntomas comunes de este malestar.
En los jóvenes encontramos en mayor o menor medida:
- Fragilidad psicológica: Uno de cada siete adolescentes a nivel mundial padece la depresión y la ansiedad, que suelen aparecer antes de los 14 años.
- Aislamiento y dificultades relacionales: muchos jóvenes se sienten incomprendidos y se aíslan voluntariamente. Una educación que se centra únicamente en los placeres inmediatos puede obstaculizar el compromiso con relaciones institucionales y duraderas.
- Dependencia de la tecnología: el uso excesivo de los teléfonos inteligentes e Internet es una preocupación generalizada, asociada también al ciberacoso, que contribuye al estado de fragilidad y aislamiento.
- Dificultad para concentrarse: muchos jóvenes tienen problemas para concentrarse y les cuesta dedicarse durante mucho tiempo a tareas intelectuales, debido a una voluntad que tiende a ser inconstante.
- Presiones sociales: las expectativas sociales y culturales, sobre todo en contextos más rígidos, pueden exacerbar estas vulnerabilidades, especialmente en el caso de las chicas, que muestran un mayor malestar psicológico.
En los adultos podemos observar:
- Ampliación del malestar: los problemas observados en los jóvenes pueden persistir o evolucionar en la edad adulta. La fase de "adulto joven" (19-30 años) se ha identificado como un período delicado, y los neurocientíficos consideran que la plena "madurez cerebral" solo se alcanza alrededor de los 30 años.
- Vulnerabilidad intergeneracional: La falta de capacidad de concentración, el individualismo, la fragilidad del yo y la dificultad para comprometerse a largo plazo pueden suponer retos también para los adultos, afectando negativamente a su estabilidad y bienestar psicológico.
- La "Generación de hoy": muchos jóvenes de hoy se encuentran indecisos que sueñan con triunfos, pero o estudian ni trabajan, y ya tampoco buscan empleo; según un estudio de la UCA, son el 14,8% de una franja etaria que va de los 18 a los 24 años
El tema de este artículo está estrechamente relacionado con el fenómeno del abandono escolar. Tras muchas situaciones de vulnerabilidad social en adultos se esconden una escolarización incompleta y niveles insuficientes de desarrollo cultural y profesional. Actualmente, se acepta generalmente que la pobreza educativa en adultos es el resultado de las difíciles situaciones educativas vividas en la infancia y la adolescencia, cuyos efectos persisten incluso décadas después. Por lo tanto, cualquier debate sobre este tema debe remontarse sistemáticamente al funcionamiento del sistema escolar.
Juventud "desestabilizada"
Durante la adolescencia, los jóvenes experimentan una separación progresiva no solo de sus familias, sino también de sus referentes culturales y sociales. Esto, acompañado de la falta de alternativas reales, deja a muchos jóvenes en una especie de limbo existencial. Flotan sin un claro sentido de pertenencia ni recursos de apoyo.
Una condición que pueden llevarlos a interrumpir su trayectoria de desarrollo mediante mecanismos de abandono de responsabilidades y comportamiento agresivo, distanciándose de la moralidad común y de la sociedad adulta. Este proceso podría fomentar fenómenos como el bullying, el cyberbullying, la agresión y, en casos extremos, la delincuencia, y explicar algunas de las conductas desviadas de los jóvenes, que no sólo son una expresión de malestar psicológico sino que también representan una dificultad para construir conexiones significativas con la sociedad adulta. Un indirecto pedido de ayuda.
Acá puedo mencionar a Umberto Galimberti (*) "que explica que los jóvenes, aunque no siempre sean conscientes de ello, sufren. Y no por las habituales crisis existenciales que caracterizan a la juventud, sino porque un huésped inquietante -el nihilismo (doctrina filosófica que niega la existencia de un sentido, propósito o valor último en la vida y en el universo)- acecha entre ellos, penetra sus sentimientos, confunde sus pensamientos, borra perspectivas y horizontes, debilita sus almas y apaga sus pasiones, dejándolos sin sangre.
Las familias están alarmadas, las escuelas ya no saben qué hacer, y solo el mercado se preocupa por ellos, llevándolos por los caminos del entretenimiento y el consumo, donde lo que se consume no son tanto los objetos que se vuelven obsoletos año tras año, sino sus propias vidas, que ya no son capaces de proyectarse hacia un futuro capaz de ofrecer un atisbo de alguna promesa. El presente se vuelve absoluto, para vivirlo con la máxima intensidad, no porque esta intensidad traiga alegría, sino porque promete sepultar la angustia que surge cuando el paisaje adquiere los contornos de un desierto de significado. Al ser interrogados, son incapaces de describir su incomodidad porque han alcanzado el analfabetismo emocional que les impide reconocer sus sentimientos, y mucho menos nombrarlos.
¿Y qué nombre, después de todo, podemos dar a esa nada que los invade y los ahoga? En el desierto de la comunicación, donde la familia ya no despierta ningún atractivo y la escuela no despierta ningún interés, todas las palabras que invitan al compromiso y a una mirada dirigida al futuro se hunden en esa inarticulación sobre la que solo existe el llanto, que a veces rompe la gruesa y opaca armadura del silencio que, masivo, envuelve la soledad de su secreta depresión como un estado mental atemporal, gobernado por ese huésped inquietante que Nietzsche define: «Nihilismo: falta el propósito, falta la respuesta al '¿por qué?'. ¿Qué significa el nihilismo? Que los valores más elevados pierden todo valor".
Y así, las palabras que aluden a la esperanza, las palabras de todos, más o menos sinceras, las palabras que insisten, las palabras que prometen, las palabras que buscan calmar su sufrimiento secreto, languidecen a su alrededor como un ruido sin sentido. Un poco de música a todo volumen en los oídos para ahogar todas las palabras, un poco de droga para adormecer el dolor o sentir alguna emoción, mucha soledad propia de ese individualismo exasperado, desconocido para las generaciones anteriores, inducida por la persuasión de que -dado el marchitamiento de todos los vínculos afectivos- sólo podemos salvarnos nosotros solos, quizá aferrándonos, en el desierto de valores, a ese único generador simbólico de todos los valores que en nuestra cultura se llama dinero.
Huelga decir que cuando la angustia no se limita al individuo, sino que este es simplemente víctima de una falta generalizada de perspectiva y planes, o incluso de sentido y vínculos emocionales, como ocurre en nuestra cultura, es evidente que los tratamientos farmacológicos que se utilizan ahora desde la primera infancia, o los tratamientos psicoterapéuticos que abordan el sufrimiento que se origina en el individuo, son ineficaces. Esto se debe a que si el hombre, como dice Goethe, es un ser orientado a la construcción de sentido (Sinngebung), en el desierto de sinsentido que extiende la atmósfera nihilista de nuestro tiempo, la angustia ya no es psicológica, sino cultural.
Por lo tanto, es la cultura colectiva, no el sufrimiento individual, lo que debemos abordar, porque este sufrimiento no es la causa, sino la consecuencia, de una implosión cultural de la que los jóvenes, atrapados en escuelas, universidades, maestrías y empleos precarios, son las primeras víctimas. ¿Y qué decir de una sociedad que no aprovecha al máximo su fuerza biológica, la fuerza que expresan los jóvenes de entre quince y treinta años -planificando, concibiendo y generando- cuando vislumbran una meta realista, una perspectiva creíble, una esperanza capaz de activar la fuerza que sienten en su interior, solo para implosionar, anticipando la decepción para no afrontarla? ¿No es este descuido de los jóvenes la verdadera señal del declive de nuestra cultura? Una señal mucho más amenazante que el auge del fundamentalismo en otras culturas, la eficiencia desenfrenada de los pueblos que emergen en nuestra historia y se fusionan con la nuestra, habiendo renunciado a todos los valores que no se reducen al valor del dinero.
La negatividad que propaga el nihilismo, de hecho, no afecta al sufrimiento que, en diversos grados, acompaña a toda existencia y en torno al cual se aglomeran las iniciativas de ayuda, sino, más radicalmente, a la sutil percepción del sinsentido de su propia existencia."
Las necesidades educativas de niños y jóvenes son amplias, y las escuelas pueden ofrecer respuestas esenciales, pero no completas.
La escuela es el lugar que debe garantizar que todos los estudiantes desarrollen las habilidades necesarias para ejercer sus derechos de ciudadanía, tal como lo establece nuestra Constitución. La escuela desempeña su papel en el ámbito de la educación formal junto con las respectivas familias; sin embargo, la educación no formal, impartida por ejemplo a través de la cooperación y/o ayuda de asociaciones culturales y deportivas, también contribuye significativamente al desarrollo personal.
Reconocer la complementariedad de ambos ámbitos educativos nos lleva a considerar la activación de Pactos Educativos Comunitarios en los territorios como una opción potencialmente virtuosa.
En conclusión, no hay necesidad de hablar de alarmismo. No se trata de un peligro que deba prevenirse, sino de una situación ya extremadamente grave, plenamente documentada. No era alarmismo hacer sonar las sirenas cuando los bombarderos estaban a segundos de despegar de una ciudad. Era absolutamente necesario alarmar a la gente. Hoy, es igual de necesario.
(*)Umberto Galimberti (Monza, 2 de mayo de 1942) es un psicólogo, ensayista y psicoanalista italiano, además de periodista de La Repubblica. Exponente de la psiquiatría fenomenológica y miembro de la Orden de Psicólogos con especialización en psicoterapia, su principal contribución se centra en el estudio del pensamiento simbólico, entendido como la base primordial y más auténtica de la psique humana, seguido del pensamiento lógico-metafísico y racional.
Fuentes consultadas
Artículo del L'Istituto Mario Negri. Ricerca farmacológica,2023, Milano, Italia
Umberto Galimberti Disagiotopia / El malestar de los jóvenes en la era del nihilismo. Feltrinelli, junio 2020