Pekerman y la paradoja argentina: excelencia en la Selección, desorden en la dirigencia
Los momentos que se viven en la conducción institucional del fútbol, con Chiquita Tapia a la cabeza, y un contraste con Néstor Pekerman.
El fútbol argentino atraviesa una crisis ética evidente.
Denuncias por corrupción arbitral, decisiones dirigenciales opacas, episodios como el pasillo de espaldas de Estudiantes a Rosario Central y mensajes incendiarios en redes muestran un ecosistema que perdió legitimidad.
Lo paradójico es que este deterioro convive con la Selección campeona del mundo, convertida en un modelo global de armonía emocional y liderazgo silencioso.
¿Cómo puede un país que hoy exhibe la élite futbolística más respetada del planeta sostener, al mismo tiempo, una estructura institucional donde casi todo se sospecha?
El modelo Pekerman como antídoto al caos institucional
Pekerman diseñó un sistema juvenil que, desde la criminología, puede leerse como un entorno protector: estable, previsible y sostenido por un liderazgo ético capaz de reducir conductas disruptivas o corrosivas para el grupo. No formó solo futbolistas. Formó cultura.
Su legado se explica en tres pilares. La contención emocional: ambientes claros, confiables y ordenados, lo opuesto a un fútbol local que funciona en tensión permanente.
La comunidad real: equipos que actuaban como redes de apoyo y respeto, en contraste con la cultura del agravio y la hostilidad entre instituciones. Y la disciplina formativa: reglas destinadas a educar, frente a un escenario actual marcado por fallos contradictorios, reacciones impulsivas y arbitrajes que alimentan la sospecha social.
Un legado probado y una dirigencia incapaz de replicarlo
La evidencia es contundente. Cinco Mundiales Sub-20, generaciones completas que nutrieron a la Selección Mayor y una arquitectura emocional que hoy sostienen Scaloni, Aimar y Samuel. La armonía de la Selección campeona del mundo no es casualidad: es la continuidad metodológica de una forma de conducir.
Scaloni: El líder silencioso que sanó a la Argentina más allá del fútbol
¿Por qué la dirigencia no puede replicar ese modelo? Porque la transparencia y la rendición ética que exigía Pekerman chocan con un ecosistema donde la discrecionalidad funciona como herramienta de poder.
La opacidad es funcional. La ética incomoda. El sistema aceptaría al Pekerman entrenador, pero expulsaría al Pekerman dirigente.
El contraste que ya no puede disimularse
Arriba, la Selección representa orden emocional, humildad y sentido colectivo. Abajo, la estructura dirigencial muestra reglas difusas, arbitrajes cuestionados, presiones cruzadas y un clima de sospecha que erosiona la legitimidad social del fútbol argentino.
Pekerman demuestra que otro modelo no solo era posible, sino real. Y mientras la dirigencia rehúya ese espejo incómodo, el fútbol argentino seguirá perdiendo lo único que ninguna copa puede devolverle: su credibilidad.