El día en que "El pibe del chupetín" cambió la historia del ajedrez mendocino
Carlos Parma nos cuenta aquí la mejor historia que se haya contado en torno a Jorge Fernández, personalidad ajedrecística.
Hace 46 años atrás, el pequeño gran gigante le ganaba al super campeón de ajedrez mendocino con su intelecto y "un chupetín". El "mil veces ganador" Eduardo Hualpa en ese 1979 la tenía fácil -según un ejército de opinadores- un silencioso, enjuto y prolijo chico, sobre la base de su talento, victorias costosas y un sacrificado trabajo, se había ganado el derecho de enfrentarlo en un macht: Jorge Fernández.
Un importante Banco auspiciaba el evento lo que garantizaba interés y mucha convocatoria, tal vez la mayor en este tipo de enfrentamientos. Todos acudimos a ver la "masacre", sólo restaría que la profecía se cumpla. Para mal de males el pibe estaba enfermo y hubo que postergar las partidas. Finalmente Fernández en plena recuperación se presentó, hubo aplausos premiando a este chico que debilitado de salud como un mercedario estaba allí en beneficio de todos nosotros. Hualpa se fregó las manos y comenzó a ejecutarlo, Fernández se veía cada vez más pequeñito y la primera partida cumplió lo esperado. Hualpa ganó y así volvió a ganar, hasta colocarlo en el abismo. Cada vez había menos gente viendo las partidas. La chusma y los "monos sabiondos del ajedrez" decían esto ya se sabía, para que venir. A Hualpa le faltaba medio punto para ser campeón y habían muchas partida por jugar, era un trámite muy fácil.
Apareció el chupetín: LLegó la quinta partida. Lo recuerdo como si fuera hoy. Fernández empezó jugando con solvencia y en un momento sacó un CHUPETIN. Se recostó hacia atrás, inclinó la cabeza a su izquierda como hacía siempre que pensaba mucho y el rumor era un ruido insoportable. Un viejo sentado que miraba dijo en voz alta "no se puede", Hualpa ternía una cara como si hubiese visto un ovni, Massud y Pereyra (ex campeones) que habían asistido protocolarmente no entendían este novedoso ritual. Cuando Fernández lo tuvo en la mira, se pidió un helado que tomó con una parsimonia nunca vista en este tipo de juego. Un joven que pasaba por la vereda se metió y preguntó: quien va ganando? Le contesté "el pibe del chupetín" y efectivamente la suerte cambió. En la sexta partida directamente había gente en la calle, lleno total. Fernández, chupetín en boca, entero, fuerte, empoderado, revelaba la gloria por venir: el hombre puede sobreponerse aun en las peores circunstancias. Ganó la sexta partida en forma contundente - siempre con el chupetín que iba de izquiera a derecha como una batuta de un gran director.
En la sétima partida el pibe del chupetín le dió un "regalo" al ajedrez mendocino, escribió la historia y los que mirábamos no lo podíamos creer (hecho inédito en un macht), nadie podía creer lo que ocurrió: EL PIBE DEL CHUPETÍN LE DIO MATE AL SUPERCAMPEÓN.
Mama mía !! gritó un viejo atrás, un neófito explicó el mate gracias a los super poderes que le daba el chupetin. Me quedé hasta ver salir a Hualpa: abatido, cabizbajo, sumido en este desenlace trágico. Su rostro retrataba el desaliento y anunciaba una verdad abrumadora: "el pibe del chupetín" sería el nuevo campeón, estaba jugando en un nivel excelso.
Para los más jóvenes Fernández era el "ungido", el llamado a renovar el ajedrez mendocino, lo que cumplió en creces, superando cualquier expectativa.
El pibe, que había llegado a ese macht como uno más, salía una noche por la puerta grande como campeón. En la boca llevaba un chupetín y dejaba para las generaciones venideras un mensaje muy claro: AUN EN LAS PEORES CIRCUNSTANCIAS SE PUEDE SALIR... SIEMPRE HAY UNA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL Y PARA ENCONTRARLA CADA UNO DEBERÁ ENCONTRAR SU PROPIO CHUPETÍN.