Entrevista

Salud mental en alerta: entre el aislamiento, el consumo y la falta de "neuronas espejo"

Por qué el aumento de intentos de suicidio en Mendoza no es solo una cifra estadística. Juan José Vilapriño, director de El Sauce, profundiza en la "depresión blanca", el peso de la soledad y la urgencia de recuperar el afecto como medicina frente a un mundo que nos desconecta.

A pesar de las llamas

En la calma habitual de un hospital especializado como El Sauce, una cifra rompió la estadística: 15 intentos de autolesión en un solo día. Lo que para muchos es un dato policial, para Juan José "Chipo" Vilapriño es el síntoma de una fractura social profunda. "Fue sorpresivo porque veníamos con un registro de menos de tres", confesó durante una entrevista en Radio Post, pero rápidamente aclara que el fenómeno tiene raíces que exceden las fronteras de Mendoza. Estamos frente a lo que en el norte del mundo llaman la "depresión blanca", esa crisis que explota cuando las luces de las fiestas contrastan con el vacío interior.

La trampa del aislamiento

Para Vilapriño, la clave no está en la soledad, sino en algo mucho más corrosivo: el aislamiento. "Vos podés estar solo y tener tu espacio y estar conectado. El aislamiento es cuando te corrés del lazo social. El cerebro está diseñado para conectarse, somos una estructura en red", explica con la pasión de quien entiende la biología del encuentro.

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Esa desconexión es, en el fondo, una pérdida de humanidad. "La principal forma en la que aprendemos es mirando, imitando. Son las neuronas espejo. Cuando ya no identificás en el otro un vínculo que te haga sentir bien, empezás a alienarte". Según el psiquiatra, el aislamiento prolongado puede incluso disparar cuadros psicóticos: "La mente empieza a jugar trucos porque esa situación atenta contra el funcionamiento mismo del cerebro".

Cuando la vida pierde su "cualidad"

Uno de los momentos más intensos de la charla fue la desmitificación de la depresión como un simple estado de tristeza. Vilapriño recurre a una categoría técnica pero profundamente humana: la distinta cualidad. "La enfermedad depresiva no tiene tristeza, tiene otra cosa. La persona empieza a notar que las cosas que le llenaban la vida ya le vienen y le van".

Es el relato de quien ya no puede terminar su horario laboral, de quien amaba la música y de repente deja de escucharla. "La creatividad disminuye de manera notable, empezás a sentir el cuerpo pesado, lento. Perdés la reactividad emocional: ya no te pasa que te sucede algo bueno y mejorás. Estás detenido". Para explicarlo de forma gráfica, Vilapriño recurre a una metáfora tecnológica: "La predisposición genética es el RAM de tu computadora. Si tenés un RAM bajo y el estrés te hace abrir 10 ventanas al mismo tiempo, el cerebro se desequilibra".

El "Clona" en la cartera y el vacío de la inmediatez

La entrevista también puso el foco en un problema silencioso: la automedicación. El Clonazepam se ha convertido en una moneda de cambio cotidiana. "Está tan normalizado que te lo da un vecino, no un médico", advierte con preocupación. Para el profesional, esto es el reflejo de una sociedad que no tolera el paso del tiempo ni el malestar.

"La ansiedad es una emoción, no es química pura. Pero hoy no se tolera la angustia y queremos que el fármaco lo alivie ya". Ese camino, junto con el consumo de sustancias -que Vilapriño define como un "gatillo" que hoy se usa no por placer, sino para aliviar el dolor-, forma un combo peligroso que termina en las guardias colapsadas.

Una luz química y el abrazo necesario

Sin embargo, no todo es diagnóstico oscuro. En El Sauce se está aplicando una vanguardia terapéutica: la ketamina. "Somos el primer hospital público de Argentina que hace esto. Una microdosis endovenosa puede quitar la ideación suicida en tres horas. El glutamato que libera hace crecer las redes neuronales y el paciente empieza a ver el mundo diferente, a verlo como cuando estaba bien".

Pero la química tiene un límite. El doctor insiste en que nada reemplaza la red humana. Cuando se le pregunta qué hacer por alguien que sufre y se resiste a la ayuda, su voz se vuelve suave: "No hay métodos mágicos ni legales para obligar si no hay riesgo inminente. La herramienta es seguir estando, el afecto, el amor y la contención. Decirle: 'cuando vos quieras, yo estoy acá'".

Al final del día, la salud mental en Mendoza parece resumirse en esa capacidad de volver a mirarnos. "El ser humano es red, es neurona espejo", repite Vilapriño como un mantra. Porque, en un mundo que nos empuja a cerrarnos, la verdadera justicia social es la accesibilidad a un sistema que no solo dé turnos, sino que devuelva la esperanza de volver a conectar con el otro.

Las señales de alerta y el mapa de la depresión

Vilapriño mencionó que existen cerca de 40 síntomas catalogados. Aquí, los ejes principales para detectar un cuadro de riesgo:

Alteración del Ritmo Circadiano: La persona se siente peor a media mañana (10-11 hs) y al caer la tarde (19-20 hs). Paradójicamente, el cerebro se activa de madrugada, provocando insomnio.

Pérdida de la Reactividad: Nada de lo que sucede afuera (bueno o malo) modifica el estado de ánimo interno.

Deshumanización del cuerpo: El paciente de alto riesgo deja de cuidarse y empieza a ver su cuerpo como "algo material" que se puede romper o descartar.

Cambios en el lenguaje: Dejar de hablar, dejar de reír y, el signo más grave, dejar de llorar. La ausencia de llanto suele anunciar un posible intento de autolesión.

Negligencia Emocional Infantil (NEI): En adolescentes, el abandono afectivo de los padres es un factor determinante, sumado al impacto del bullying escolar.

¿Qué hacer frente a la crisis?

Ante un episodio de ansiedad o pánico, Vilapriño recomienda la contención física y sensorial (como el hielo en las manos o el acompañamiento silencioso). Pero ante la depresión profunda de un ser querido, el consejo es la paciencia activa: "Obligar no se puede, salvo riesgo inminente según la Ley de Salud Mental. El método es el afecto y la constención. Decir: 'Sabés que contás conmigo; cuando vos quieras, yo te llevo a un especialista'".

La entrevista cierra con una verdad incómoda pero necesaria: la salud mental es un híbrido entre lo biológico y lo social. "El ser humano es red. No podés trabajar en salud mental si no hay familia o amigos. La verdadera justicia social es la accesibilidad: que alguien sin medios pueda sacar un turno rápido y recibir el mismo tratamiento que en el sector privado".

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