El futuro del sexo
Ya hemos recomendado leer y suscribirse a Jot Down, una revista española que no tiene desperdicio. Aquí, otra muestra para animarte a hacerlo. Un artículo de Laura Morán.
Erróneamente, se suele esperar de algunos profesionales, como, por ejemplo, de los psicólogos, que seamos capaces de leer la mente de nuestros interlocutores, de predecir el comportamiento de una persona o de imaginar cómo evolucionará una relación de pareja. En ocasiones se nos atribuyen unas cualidades casi mágicas totalmente alejadas de la realidad. Sin embargo, en esta ocasión, apoyados en lo que la sexología nos cuenta de la evolución social, cultural, ética, legal, etc., de algo tan complejo como la sexualidad humana se puede intentar imaginar cómo será, en un futuro próximo, eso: el sexo.
Nos animamos a fantasear con un futuro porque, de alguna manera, asumimos que existirá uno en el que el sexo siga presente, no solo como proceso aún necesario para la procreación y perpetuación de la especie, sino también como fuente de conocimiento, placer y disfrute tanto individual como compartido.
El futuro es un tema recurrente en novelas, ensayos, películas, congresos científicos, publicaciones, etc. Pero ¿qué emociones despierta en el ser humano? ¿Interés? ¿Curiosidad? ¿Fascinación? Seguramente, también incertidumbre. ¿Preocupación? ¿Ansiedad? Desde hace décadas, uno de los principales motivos de consulta en los gabinetes psicológicos es la ansiedad, que no es ni más ni menos que el miedo al futuro. Ese temor difuso hacia lo que podría acontecer y que sospechamos que no podremos controlar. ¿Hemos de tenerle miedo? Veamos.
Cuando pensamos en el futuro es casi inevitable que nuestros sesgos tiñan de tecnología el entorno en el que imaginamos que nos relacionaremos, moveremos, aprenderemos, en el que, en resumidas cuentas, viviremos. De hecho, ya está pasando. En el presente aprendemos, nos informamos, nos comunicamos, nos relacionamos a través de dispositivos capaces de trasmitir pensamientos y emociones a cientos de kilómetros en décimas de segundo. Existe un almacén virtual de ingente información codificada en ceros y unos que solo los artilugios con características similares a los ordenadores, móviles o tablets pueden convertir en información sensible a nuestros humanos sentidos. ¿Será también así para el sexo y las emociones que lo rodean?
Sexo y futuro. Futuro y sexo. Es casi inevitable que estas ideas se asocien con conceptos tales como el sexo virtual, los robots sexuales, la juguetería erótica o las aplicaciones para ligar mejor, para tener un mejor sexo, y con mejor no nos referimos solo a eficacia y habilidad, sino también a la consecución de una de las mayores aspiraciones del ser humano: sufrir menos.
De la virtud a lo virtual
Es difícil imaginar un futuro sin echar la vista atrás. En el pasado el sexo estaba asociado a dos curiosas palabras: virtud y vicio. Era importantísimo saber cuándo estaba justificado y cuándo era pecado. Escribir sobre ello no es algo nuevo. De hecho, podemos encontrar en la Biblia una suerte de guía del buen sexo: el Cantar de los Cantares. En él, los amantes hablan de manos que gotean mirra (5.5) y abdómenes tallados en marfil (5.14). Versos llenos de metáforas que educan acerca del amor y las relaciones sexuales.
En la actualidad, tras varias revoluciones (algunas de ellas sexuales), vivimos un presente más libre, liberado, incluso libertino para algunos, en el que las nuevas tecnologías nos permiten experimentar nuestra sexualidad de formas menos corpóreas y más virtuales. Puede que Tino Casal lo augurara, sin saberlo, en su tema «Mañana», cuando cantaba sobre «el nuevo sexo libre, al fin, de polvo y paja». Quizás se refería al cibersexo y el sexting, a la pornografía en realidad virtual, a las experiencias sexuales en realidad aumentada o a la posibilidad de desarrollar programas y tecnologías capaces de permitirnos tener relaciones sexuales con un holograma, alcanzando unas cotas de inmersión tanto o más reales que la vida misma.
¿Hacia qué futuro nos lleva este presente? En 2015, El Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social de Japón publicó un informe que indicaba que el 42?% de los hombres y el 44?% de las mujeres de entre dieciocho y treinta y cuatro años era virgen. ¿Indicaban estos datos que el deseo sexual estaba desapareciendo? Quizás existiera una tendencia que explicara y justificara su falta de libido, si no fuera porque al año siguiente se vieron obligados a clausurar un festival de pornografía de realidad virtual por exceso de público. De modo que ¿no hay deseo? ¿O lo que no hay es deseo de hacer inmersión en la vida real para tener relaciones sexuales? ¿Perderemos lo real en favor de lo virtual?