El Leviatán "el hombre es el lobo del hombre" (y de las mujeres)
"En el imaginario del ideólogo Inglés Thomas Hobbes "el hombre es el lobo del hombre" En su discurso político la humanidad se presenta como un eterno enemigo en guerra continua de todos contra todos y lo que justifica esa guerra es el deseo de la propiedad del otro y la consiguiente defensa de la propiedad privada que ese otro desea".
El Leviatán, hombre-monstruo de las mil cabezas que viene a protegernos. ¿De quién? De nosotros mismos. De nuestra humanidad egoísta y violenta. Codiciosa, signada por el insaciable deseo de apropiarse de todo para su beneficio.
En el imaginario del ideólogo Inglés Thomas Hobbes "el hombre es el lobo del hombre" En su discurso político la humanidad se presenta como un eterno enemigo en guerra continua de todos contra todos y lo que justifica esa guerra es el deseo de la propiedad del otro y la consiguiente defensa de la propiedad privada que ese otro desea.
Es bajo estas ideas, que presuponen un "estado de naturaleza" en donde el hombre es el lobo, enemigo y asesino del hombre, viviendo en inseguridad constante, que se justificaba la existencia de un Estado absoluto en la Inglaterra de 1651. El enemigo común, fundamento de toda ideología fascista y totalitaria, es lo que justificaba que cediéramos, entregáramos nuestros derechos e incluso nuestros valores en pos de la supervivencia. Alguien debe protegernos de esos males: el gran Leviatán, el Estado.
El Leviatán nos prometía seguridad, sobre todo de nuestras vidas y bienes. Pero cuando decimos que nos prometía esta protección a cambio de obediencia, ¿esa promesa incluyó o incluye a las mujeres?
No, este fue un pacto entre varones. En esta ecuación las mujeres no éramos ni somos lobos, sino sólo caperucitas. Los lobos eran ellos (contra ellos) pactando para proteger sus bienes, y entre estos: los animales, los campos y sus mujeres. Porque el Leviatán no sólo les prometió seguridad, sino que también, como parte del pacto, los instituyó gobierno de sus hogares, de sus mujeres, y les ofreció que reprodujeran ese pacto a escala personal, esto es, les ofreció tener a su propia súbdita: la mujer.
Mediante normas, que los varones habían aceptado acatar a cambio de seguridad jurídica, les otorgó la jefatura de sus hogares, les brindo facultades directivas y correctivas sobre las mujeres, y privó a estas últimas de todo acceso a la propiedad privada (prohibición de heredar, de administrar bienes, de trabajar etc) para que en el nuevo micro pacto, la mujer tuviera que entregar su cuerpo y capacidad de trabajo a cambio de la subsistencia, la seguridad, y la protección. ¿Protección ante qué? Ante los lobos, los otros, los de afuera, pero no del de adentro, que ejercía un poder ilimitado sobre ella.
La trampa estaba consumada y la mujer ya no podía más que obedecer a la opresión perfecta. En esta aldea feliz, los lobos podían ceder un poco de poder externo sin sentirse menoscabados a cambio de un poder absoluto en lo interno. La única propiedad que pudo retener la mujer fue sobre su propio cuerpo. Ante este peligro, se legislaron normas que prohibieron la prostitución (única manera de la mujer de obtener algún beneficio económico ante la imposibilidad de trabajar en oficios convencionales) se penalizó el aborto, el adulterio (sólo femenino) y se la confinó a matrimonios obligatorios que la sometían a agresiones físicas y sexuales continuas.
Como un aliciente a esta realidad histórica una intenta preguntarse ¿Y si Hobbes hubiera sido mujer? ¿Si en vez de elegir a este monstruo bíblico poderoso violento y desalmado hubiéramos elegido a Natán, el generoso, el que entrega un don? ¿A Lilith, mujer libre y valerosa que desafía las normas que oprimen a las mujeres y varones? O dicho de otro modo, si en vez de priorizar la propiedad privada y exaltar la codicia de la humanidad, nos hubiéramos pensado desde una ponderancia a los afectos, a la convivencia comunitaria y armónica y el cuidado de la vida misma como un valor fundamental?
En cambio dimos valor a las guerras, a las conquistas, y con ello, se dio más valor a la facultad o potencia de matar que a la de dar vida.
El Leviatán aún sigue vivo. Estamos rodeados/as de lobos y se reproducen los mismos pactos disfrazados de sociedades democráticas e igualitarias. ¿Y cómo lo hace? A través de los sistemáticos femicidios, violaciones en manada y violencias de todo tipo que experimentamos a diario las mujeres.
Se nos presenta un "estado de naturaleza" peligroso, en donde "el lobo de la mujer" acecha constantemente. Para ello pactamos, pactamos vivir con miedo naturalizándolo para poder convivir y construir familias lo más sanas posibles, pactamos concesiones mínimas como las cuotas o cupos, pactamos ocupar pequeños espacios de poder para lograr el empoderamiento económico de las mujeres, pactamos que debemos ser protegidas por nuestros padres, esposos y amigos para alcanzarlo.
El Leviatán en tanto sigue pactando con sus varones sosteniendo sus privilegios, y bajo la figura de promesas legislativas que no cumple y la creación de instituciones que propenderían a la igualdad sin dotarlas presupuestariamente, sigue nombrando a sus varones en los altos cargos ejecutivos. Así, mantiene la aldea en paz, controlada y perpetuando aquella acumulación originaria de poder y capital en manos de sus socios los varones.
Quizás sea hora de pensar otro pacto social. Romper con un Estado representado por un monstruo de mil cabezas que negocia a su conveniencia los privilegios, derechos y poderes. Quizás es hora de un pacto entre mujeres y nuevos varones que ya no quieran una sociedad de conquistas, sino una en que se priorice la vida, los afectos y el igual acceso a las oportunidades.