Fondos, bonos y acciones desde los 13: crece la oferta para menores en un mercado que aún no educa
La CNV habilitó a los adolescentes a operar fondos de renta fija y variable, completando un proceso iniciado en 2019. Aunque ya existen 1,2 millones de jóvenes con cuentas de inversión y el 91% está dentro del sistema financiero, el 86% reconoce no haber recibido educación formal en finanzas.
En Argentina, la participación de adolescentes en el mercado de capitales dejó de ser una excepción y empieza a consolidarse como parte de la regulación financiera. La Comisión Nacional de Valores (CNV) sumó recientemente una nueva etapa a este proceso: habilitó a los mayores de 13 años a invertir en fondos de renta variable y de renta fija, una ampliación que se suma a la evolución iniciada en 2019. Desde ese año los menores pueden constituir plazos fijos; en 2023 se incorporó el acceso a fondos money market; en 2024 se liberó la operatoria de cauciones, bonos y acciones; en enero de este año se sumaron los money market en dólares; y hace pocos días, los fondos de acciones y bonos.
Este ensanchamiento del menú llega cuando los adolescentes ya forman parte del ecosistema financiero formal. Según Julieta Caminetsky, economista especializada en educación financiera y CEO de Lufindo, "los adolescentes vienen ampliando progresivamente su acceso a productos financieros desde 2019; hoy pueden operar prácticamente los mismos instrumentos que un adulto". Aun así, la dimensión del fenómeno está lejos de ser masiva. Se calcula que existen alrededor de 1,2 millones de jóvenes con cuentas de inversión, pero no hay información pública sobre cuántos operan efectivamente. Como referencia, BYMA tiene registradas 13 millones de cuentas comitentes, aunque solo un millón realiza movimientos al menos una vez al mes. En el caso de los menores, la participación real en operaciones de bonos o acciones sería apenas marginal.
Caminetsky destaca que el eje del debate no pasa solo por la oferta financiera, sino por a quiénes alcanza. El último informe de pobreza del INDEC indica que el 47,6% de los adolescentes de 12 a 17 años es pobre. Esto plantea interrogantes sobre la efectividad de la política. "Sin hacer un juicio de valor, pensemos: ¿políticas públicas para qué, para quiénes y cómo? Si no es reducir la indigencia y la pobreza, que claramente es lo más urgente, ¿cuál es el fin último?", cuestiona. Y advierte que sumar productos no sustituye a la formación: "Si se busca fomentar la industria a través de la ampliación del rango etario, antes de incluir considero que la prioridad es educar. Una UX friendly no es educar. Un blog no es educar. Un tutorial no es educar. Una charlita de una hora y media al año no es educar".
Educación financiera: inclusión sin conocimiento
La brecha entre acceso y comprensión aparece claramente en los datos. Un relevamiento de Junior Achievement y la Universidad Di Tella muestra que entre 2022 y 2024 se produjo un salto en la inclusión: el porcentaje de adolescentes sin ningún instrumento financiero cayó del 41% al 9%. Pero este ingreso al sistema no vino acompañado por mejores prácticas de ahorro, confianza o conocimiento.
La digitalización suma desafíos crecientes: estafas, apuestas en línea, decisiones impulsivas y dificultades para evaluar información financiera. El efectivo sigue siendo el medio de pago predominante para seis de cada diez adolescentes de hogares de bajos ingresos, un segmento donde el nivel insuficiente de conocimiento alcanza el 45%, más del doble que en los sectores altos. "La mitad no pobre que podría llegar a ahorrar no fue incluida tras un proceso educativo. Sus padres tampoco tuvieron educación financiera", resume Caminetsky. Y agrega: "Es estadísticamente más probable que usen sus ahorros para apuestas deportivas que para invertir en acciones de YPF".
El informe "El valor de aprender", realizado por Santander e IPSOS sobre 20.000 encuestas en diez países -incluida la Argentina-, aporta otra dimensión del problema: uno de cada tres jóvenes aprende sobre dinero en redes sociales; el 86% reconoce no haber recibido educación financiera en la escuela; y el 91% cree que debería enseñarse desde el sistema educativo y en la familia.
Redes sociales: fuente principal, riesgo creciente
Esa dependencia tiene consecuencias visibles. Según el estudio, siete de cada diez jóvenes sufrieron intentos de estafa y casi uno de cada cuatro fue víctima efectiva de un fraude. También aparece una brecha entre confianza y conocimiento: aunque el 61% afirma manejar conceptos financieros, solo el 27% pudo responder correctamente una pregunta básica sobre inflación. De todos modos, la demanda de aprendizaje es clara: el 84% desearía haber tenido educación formal, y siete de cada diez dicen querer administrar mejor su dinero.
Para Caminetsky, la estrategia no debe centrarse en sumar instrumentos, sino en desarrollar pedagogías activas. Explica que en Lufindo trabajan "la educación financiera como un proceso dinámico a través de juegos, orientado a poblaciones jóvenes y adultas de zonas urbanas y rurales". Según la emprendedora, los métodos basados en desafíos mejoran el rendimiento un 90% respecto de técnicas tradicionales y muestran impactos positivos en motivación, ahorro y score crediticio. Desde un enfoque empresarial, añade, el estrés financiero tiene costos tangibles: supera los US$ 5.000 anuales por empleado, mientras que los programas integrales de educación muestran retornos superiores al 100%.
Qué cambia con la nueva regulación
Desde el sector privado, la actualización normativa es vista como un ordenamiento de prácticas que ya se venían dando. Ariel Manito, gerente general de Max Capital, explica que "hace más de un año que están disponibles las cuentas para menores" y que, en la práctica, los adolescentes ya podían operar acciones, bonos y fondos, aunque con restricciones en los fondos comunes, limitados al segmento money market.
Destaca que la nueva habilitación es positiva: "Está muy bueno que incluyan otros fondos que son de acciones o de perspectiva de bonos, para que no estén tan expuestos a un activo particular. Incluso es más sano que compren un fondo común diversificado que elegir créditos puntuales". A su juicio, la medida va en línea con estándares de mercados desarrollados, como Estados Unidos, donde los menores invierten desde hace décadas.
Manito subraya que los jóvenes cuentan con un recurso clave: el tiempo. "Empezar a ahorrar a los 13 años con un objetivo de largo plazo cambia todo", afirma. Por eso, recomienda inversiones estables, lejos de la búsqueda de ganancias rápidas: "Los llevamos a inversiones estables para evitar la tentación de encontrar el activo que me va a hacer ganar 10% en un día, porque ese camino suele terminar en pérdidas". También remarca el rol del tutor: un adulto responsable debe acreditar vínculo y acompañar todo el proceso.
Max Capital sumó herramientas educativas dentro de su banca digital para dar soporte al menor y a sus familias. "Mientras más se simplifica y habilitan estos circuitos, los chicos entran en un entorno cuidado y evitan lo que está por fuera de lo regulado, donde no hay normas ni protección. En redes hay tentaciones muy riesgosas. Celebramos la iniciativa del regulador porque amplía el espectro y asegura el acompañamiento profesional", sostiene.
Aun así, advierte sobre la lectura superficial de la medida, especialmente cuando en redes se confunde inversión con apuestas. "Ni los traders profesionales logran ganarle sistemáticamente al mercado comprando y vendiendo todo el tiempo. Evitemos la tentación de entrar y salir creyendo que vamos a hacer una fortuna", señala. Y aconseja mantener la mayor parte del capital con un horizonte de largo plazo.
Una formalización de lo que ya ocurría
La habilitación para menores intenta ordenar un comportamiento que, según Manito, ya existía por fuera del sistema. Más que una presión de los adolescentes, afirma, el impulso vino de las familias: padres que buscan construir patrimonio y que también reclaman acompañamiento profesional para que sus hijos aprendan a invertir desde temprano. "Cuando el mundo era menos digital, un menor podía ser dueño de acciones simplemente teniendo el certificado físico. Cuando todo pasó al registro escritural, quedaron afuera. Está bien que la regulación vuelva a incluirlos", explica.
La apertura del mercado para adolescentes abre nuevas oportunidades, pero también expone un límite estructural: la Argentina logró incluir financieramente a sus jóvenes, pero no logró todavía formarlos para operar con autonomía. Y mientras la regulación se amplía y el sector privado acompaña, persiste el dato que atraviesa toda la discusión: casi la mitad de los adolescentes es pobre, un punto que dificulta cualquier aspiración de estabilidad financiera sin una política sólida de educación económica desde edades tempranas. El capital existe y el tiempo también; lo que falta, aún, es el conocimiento.