El terremoto que devastó el sur mendocino hace 96 años
Terremoto en San Rafael y zonas aledañas. "A las 5:30 de la madrugada, la tierra rugió. Un primer temblor, acompañado por el estrépito de objetos quebrándose ante una fuerza colosal, despertó a la población". La magnitud estimada fue de 6,8 en la escala de Richter, a una profundidad de 40 km; y de una intensidad de "grado VIII" en la escala de Mercalli. Hubo 40 muertos.
La noche del 30 de mayo de 1929 se distinguió por un frío penetrante, producto de un severo temporal cordillerano. Los habitantes del sur mendocino, buscando refugio del clima hostil, se habían retirado temprano a la calidez de sus hogares. Nadie imaginaba la catástrofe que estaba por desatarse.
Ese es el primer párrafo de la nota que el recomendado perfil de noticias "Crónicas Departamentales" utilizó para introducir en una historia trágica, ocurrida hace 96 años, un 30 de mayo, y que aquí reproducimos.
A las 5:30 de la madrugada, la tierra rugió. Un primer temblor, acompañado por el estrépito de objetos quebrándose ante una fuerza colosal, despertó a la población. La reacción instintiva fue huir hacia el exterior, pero la tierra continuaba agitándose y el frío glacial se volvía insoportable. Poco después, al silencio ominoso que siguió al estruendo principal, se superpusieron los gritos de dolor y los lamentos de aquellos atrapados bajo los escombros o de quienes lloraban a sus muertos.
El epicentro de este devastador sismo se ubicó en Colonia Las Malvinas, en el departamento San Rafael, sobre la Falla de Malvinas, perteneciente al Bloque de San Rafael. El terremoto, con una magnitud estimada de 6.8 en la escala de Richter y una profundidad de 40 km, alcanzó una intensidad de grado VIII en la escala de Mercalli. Se convirtió en el peor sismo registrado en la historia del sur provincial, cobrándose la vida de treinta personas y dejando un saldo de casi un centenar de heridos. Su onda expansiva se sintió hasta San Juan por el norte, Buenos Aires por el este y Río Negro por el sur.
En Villa Atuel, la tragedia golpeó con fuerza. Entre las víctimas fatales se contó Blanca de Gargiulo, esposa del enólogo de la reconocida bodega Arizu. En un acto desesperado, tras haber salido de su vivienda, regresó al interior al percatarse de que su bebé no estaba con ella. El techo se desplomó, acabando con la vida de ambos. La escuela del pueblo también colapsó; el ferrocarril proveyó carpas que sirvieron como aulas provisorias durante un tiempo, hasta que se pudo erigir un nuevo edificio, nombrado "Argentinos-Uruguayos" en agradecimiento a un partido de fútbol benéfico entre ambas selecciones que ayudó a financiar su reconstrucción.
Los testimonios de los sobrevivientes pintan un cuadro de desolación. En Las Malvinas, Niní Turqui de Arráez, quien era una niña en aquel entonces, solía contar cómo despertó y vio las estrellas desde su cama: el techo de su habitación había desaparecido. Su hermano menor se salvó milagrosamente, ya que tenía la costumbre de pasarse a la cama de sus padres a mitad de la noche, evitando así ser aplastado por los escombros que cayeron sobre su cuna. La familia también perdió su almacén, consumido por un incendio provocado por el sismo.
Otro vecino, Francisco San Juan, relató con dolor cómo su hermoso chalet se vino abajo, aplastando a uno de sus hijos. La madre, desgarrada por la pérdida, se negó a volver a dormir en una casa que le había arrebatado la vida a su pequeño.
Durante casi un mes, las réplicas continuaron sembrando el pánico entre los habitantes, quienes jamás olvidarían el horror vivido aquella madrugada. En Villa Atuel, un monolito se levanta hoy como un sobrio recordatorio de las víctimas y de la furia de la naturaleza que cambió para siempre al sur mendocino.
Las imágenes del terremoto de 1929 en el sur de Mendoza
