Cuando el Gral. San Martín se enamoró, en la semana del Bonarda

La novela de Bonarda y Malarda, en su Capítulo XII, en donde Marcela Muñoz Pan rescata trazos de la realidad y le pone ficción alrededor de la cepa emblemática del Este mendocino,

Marcela Muñoz Pan

Bárbara ya cumpliendo sus 30 años no se había enamorado ni casado como su hermana Bonarda, que se casó con Pedro muy enamorada. Bárbara era más rebelde para la época, más libre, propia personalidad y estructura familiar que había conocido con Roberto y Adriana, sus padres adoptivos. Si bien ella se había criado, recuerden en Lavalle, cuando puedo conocer a su hermana gemela Bonarda, comenzó a frecuentar más la villa cabecera de San Martín, ya que Bonarda siempre fue fiel a su terruño y jamás lo abandonó. Los padres de Bárbara en todo este proceso también fueron adquiriendo fincas, terrenos en la zona y Bárbara se instaló en San Martín para estar cerca de su hermana, pero también porque su curiosidad por la historia sanmartiniana, por los lugares patrimoniales, y su rica gastronomía, la que más le gustaba era la de María Paz, y los fogoneros de su amigo Marcelo de sabores del este la invitaban a querer saber más, su hermana le había contagiado el gusto por la lectura y la escritura, así es que su espíritu inquieto la llevó a empezar a contar esta historia justamente.

Ya se había instalado como una identidad muy fuerte la idea original que tuvo María Elena cuando organizo esa semana del Bonarda con artistas, artesanos, viticultores, un sello que fue año a año creando originales formas de promocionar la cepa emblemática: el Bonarda. Cada vez venían de otras ciudades como el gran Mendoza, del sur, del oeste. Mendoza Este ya tenía una manera de ser propia de un espíritu que no envejecía y hasta habían invitado a un catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan Blanquez para investigar sobre el lugar exacto de la casa que construyó el Gral. San Martín y el arsenal, que nunca se supo con exactitud donde se encontraba.

Como todos saben, el Ejército de los Andes se creó el 1 de agosto de 1816, bajo el decreto del director Supremo, con San Martín como capitán general. El Ejército de los Andes fue un cuerpo militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata y tropas chilenas exiliadas en Mendoza, cuyo objetivo era afianzar la independencia de las Provincias, terminar con la dominación española en Chile, restaurar el gobierno independentista y poner fin al dominio español en el virreinato del Perú. El hecho más memorable del Ejército de los Andes corresponde al Cruce de los Andes iniciado en enero de 1817. En conmemoración de esta fecha coincidentemente con la inauguración de la semana del Bonarda, los soldados del Ejército tenían esa semana de descanso y muchos de ellos supieron de estas actividades en el este, un grupo de 4 soldados decidieron venir a San Martín. Uno de ellos dijo: "nada mejor que ir a conocer el lugar de descanso que eligió nuestro máximo prócer, su Tebaida"

Los actos festivos ya estaban por comenzar y en la mesa académica, además del intendente de la comuna, casualmente le tocó estar al padre de Bárbara Don Roberto González que tanto sabía de esta cepa y ya tenía un libro escrito. Bárbara estaba muy orgullosa de su padre, y altamente capacitada al respecto. Una de las mujeres que también estaba en esta organización Doña Ana, a su vez, con su equipo de trabajo, tuvieron una idea brillante que fue traer a un actor desde la capital mendocina "Tino Neglia" que interpretaba al Gral. San Martín, no sólo por su parecido sino por su voz inigualable al recitar glosas alusivas, el espíritu sanmartiniano iba pintando colores en las miradas, sus palabras tan sentidas encontraban en el público la pulpa de los misterios y las cordilleras, huellas en los corazones de los asistentes, que muchos tuvieron que recurrir a los pañuelos de la esperanza para secar las lágrimas. Los soldados impávidos ante esta presentación tampoco pudieron esconder sus emociones.

Cuando el Gral. San Martín se enamoró, en la semana del Bonarda

Cuando el Gral. San Martín se enamoró, en la semana del Bonarda

Al llegar a la parte social de la inauguración como los soldados no pasaban desapercibidos, Doña Ana y Doña Elena, los hicieron sentir como si estuvieran en su casa, les presentaron al intendente, a Roberto, al actor, a los padrinos de Bonarda y de Bárbara, a los tíos Emma y Juan, en un momento se acerca Doña Lorena Lancellotti que era de la edad de las gemelas y se los llevó a donde la música había empezado a invadir con alegría y brindis la noche especial de luna llena en el centro de congresos y exposiciones Francisco, además estaba con uno de sus amigos de la ciudad, Mariano Morales, Lorena les preguntó cómo se llamaban y de dónde venían y también dónde se alojarían, somos de la ciudad y estamos de descanso, aunque todavía no podemos sacarnos nuestros uniformes porque no sabemos dónde nos vamos alojar", Doña Lorena dijo: no se habla más, se quedan en la casa de nuestra bodega, en "La Cautiva" y ellos accedieron inmediatamente por la gentil invitación.

Cuando el Gral. San Martín se enamoró, en la semana del Bonarda

Bárbara había salido a contemplar la noche mágica con una copa de vino y un vestido color Bonarda, zapatos negros de gamuza y su pelo caramelo suelto que con la brisa suave la hacía más bella aún. Cuando miraba sus estrellas predilectas, como si le pidiera algo al universo, una voz le susurró: No te vayas lejos, no me deje acá solo como una uva sin beber, Bárbara se dio vuelta y lo vio a él, altivo, firme, subyugante. Sus ojos se entrometieron como arrasando un cortejo inigualable. Un hechizo se situaba en el páramo de sus sueños.

  • - Me presento señorita, me llamo José, José San Martín, soy General del Ejército de Los Andes, de sangre bien sanmartiniana, aunque no sé específicamente si hay un parentesco sanguíneo, creo que no, pero orgulloso llevo el mismo apellido. Hace tiempo que quería conocer el este, Mendoza Este, pero le confieso que nunca imaginé encontrar una persona con tanta luz y alegría en sus ojos, que ha cautivado mis penitentes cardinales, me gustaría sacarla a bailar, ¿me concede una pieza?

  • - Sr José, gracias por sus halagos, me encuentro doblemente sorprendida por las casualidades y causalidades, usted con ese nombre es como si estuviera con el mismísimo Gral. San Martín, y encima en San Martín, intento pausar el tiempo para describir este paisaje estrellado y este encuentro, que espero no sea fugaz. Acepto bailar con usted.

José San Martín, con su espíritu indomable, había liberado en el fondo de su alma una premonición quizás, al sentir la necesidad de venir al este. También reverberaba la pasión por la tierra, el cultivo de vides y la búsqueda de lo noble. En cada paso que daba sobre la tierra, sentía el susurro de las raíces del Bonarda, que se aferraba a la tierra con la misma tenacidad que su héroe el General, había mostrado en los campos de batalla, aunque la batalla era en su interior al chocarse con sentimientos tan profundos nunca antes vividos. Él también era hijo de viticultores que llegaron, pero a la zona oeste, y su curiosidad sobre los conocimientos de la Bonarda, con su carácter audaz y su profundo color, simbolizaba la lucha por la independencia, cuando justamente esos conocimientos los había adquirido con el padre de Bárbara; Don Roberto González, en unas charlas de capacitación en ciudad capital. No podía creer, o sí, esa conexión inmediata con Bárbara, su padre, el Bonarda, su admiración hacia el legado sanmartiniano en San Martín y en sus días de descanso.

Esa noche bailaron sin dejar de bailar, sin parar y con suspiros que enlazaban amor, historia, horizontes, pasado y presente, sus frutos estaban cargados de la esencia de la tierra, del sudor de los hombres y de la esperanza de un futuro próspero. José San Martín, al contemplar los viñedos, imaginaba un país donde cada botella de vino contara historias de valentía y unidad, celebrando la diversidad de un pueblo que, como el Bonarda, se entrelaza en un solo canto.

El amor los encontró bailando entre las hileras de Bonarda en el centro de congresos, alejados de todos y a punto de dar a luz una nueva cosecha, distinta, pasional,  José San Martín se sentó entre esas hileras, una luz dorada iluminaba la escena, el general cerró los ojos y escuchó cómo el viento parecía hablarle. "Así como yo lucho por la libertad, tú luchas por florecer, Bonarda. En nuestras raíces hay fuerza, y en nuestras historias, un mismo destino", es una señal, se decía. Y así, el amor y el amor al vino creció, robusto y decididamente, como un homenaje al líder que liberó naciones. Su vino, vibrante y lleno de vida, se convirtió en un símbolo de unión, un tributo a la resistencia y al amor por la tierra, pero por el amor a Bárbara que fue la mujer inspiradora, principalmente.

  • - Nos bebemos, dijo José.

  • - Claro que sí, dijo Bárbara, tenía mucha sed. Y si me lo permite le quiero leer un poema que escribí a las apuradas mientras fui al tocador a arreglarme el maquillaje.

  • - ¿Un poema? No puedo negarme a esa belleza literaria que tanto me gusta y más viniendo de su voz y su persona que ha abordado mi camino.

Mi Bonarda

esa vida eterna

el color preciso

el momento esperado

nos encontró amándonos

en el beso

en las bocas que lo esperan todo.

Tu Bonarda se va quedando

en este suelo prometedor

mientras tus labios ciruelas

denominan un destino y un deseo.

nuestro Bonarda asoma inmortal

en nuestros labios cerezas

cerezas de luz que alumbran

la tardecita para amarnos.

Sorbo a sorbo

Se besaron y nunca más se separaron, dejando su amor sellado en una etiqueta de su mejor versión del vino que los unió: Un Bonarda .



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