Cosas raras pasaron en el dique El Carrizal II
"No sé por qué pero que cosas raras pasan en El Carrizal, pasan", escribe Marcela Muñoz Pan en su #RequeteFeo de hoy.
En Memo hace un tiempo ya te había contado sobre este tema: https://www.memo.com.ar/opinion/el-carrizal/ por si querés repasar.
El embalse El Carrizal no es un acopio de agua solamente y un lindo espejo para recrearnos, también es historia, un guardián de historias, leyendas y misterios que descansan y no en paz, debajo del mismo. La leyenda más persistente entre los pescadores y lugareños es la de la bodega de una familia muy conocida. Antes de que el valle fuera inundado en 1971 para crear el embalse, esas tierras eran ricas en viñedos. Se dice que la estructura de la bodega, casi como una mini ciudad quedó intacta en las profundidades.
Muchos aseguran que, en épocas de sequía extrema, cuando el nivel del agua desciende drásticamente, se pueden ver los restos de los muros y hasta antiguos palos de viña emergiendo como dedos que reclaman su lugar. Hay quienes van más allá y juran que, si uno se sumerge con el equipo adecuado, todavía se pueden ver los toneles descansando en la penumbra acuática, guardando un vino que ya nadie podrá probar. Y también hay quienes desafían al embalse y juegan a juegos peligrosos sin conocer estas leyendas y alguna vida se anda cobrando siempre, como una venganza, como para que alguien alguna vez comprenda.
También decía mi padre que junto a esa bodega había una capilla y un cementerio, según la creencia popular que sostiene la iglesia, es que no fue demolida del todo y que en las noches de silencio absoluto y más si hay un zonda o algún viento del sur, el ritmo de campanas se puede escuchar perfectamente. Mi padre siempre decía cuando volvía de pescar con sus amigos que esas campanas alguna vez las escucharon, y él comenzó a tener un poco más de miedo, un poco más de respeto a lo que alguna vez pudo haber existido.
Quizás la aparición más famosa es la del Fantasma del Carrizal, unos pescadores me cuentan: haber visto a un hombre alto, vestido con una capa impermeable y una capucha que oculta su rostro, acercándose silenciosamente por la orilla. No es una aparición agresiva; al contrario, suele preguntar: ¿Hay pique? Se dice que, si el pescador es honesto, el espectro le da un consejo preciso: "Ponga mojarrita" o "Pruebe más al fondo". Luego, se desvanece entre los juncos. Quienes siguen su recomendación suelen tener una pesca milagrosa, pero quienes intentan verle la cara descubren con horror que bajo la capucha no hay nada más que vacío.
Otros suelen contar los relatos de los relatos de los relatos de los viejos pobladores, todavía hay quienes aseguran escuchar risas juveniles y música de los años 70 (ecos de Pink Floyd o Sui Generis) cerca de las zonas donde solían acampar las primeras familias. Son las "almas del espejo", recuerdos vibrantes de una época de descubrimiento que quedaron atrapados en el limbo acuático del embalse.
No sé por qué pero que cosas raras pasan en El Carrizal, pasan. Ese submundo enterrado nos advierte que la luz en la superficie es tal porque ellos o ellas existen. A ese mundo de sombras hay que tenerle respeto.