Choco, pandito, chapecas y más "mendocinismos" que no lo son: la palabra de una especialista
La lingüista y docente María del Rosario ‘Nené' Ramallo contó el origen de muchas de las palabras que identifican a los mendocinos y también se refirió a los modos fonéticos de hablar en el país.
Hay palabras que están asociadas con Mendoza casi de manera automática: choco, pandito, topa o chapecas son algunas de las expresiones que identifican a un mendocino cuando habla ya que son parte del vocabulario habitual al momento de entablar una conversación. La lingüista y docente María del Carmen "Nené" Ramallo habló con Gabriel Conte, Ana Belén Martínez, Ariel Fernández Lavilla y Rodrigo Galdeano en "Tenés que saberlo", por Radio Post 92.1, y se refirió a esto y otras curiosidades del lenguaje, la lengua y la fonética a lo largo y ancho del país.
"Acabo de dar dos charlas sobre ‘mendocinismos'. La primera que di fue para un grupo selecto porque era gente toda de la universidad, pero que no se vinculaba con la lengua. Y entonces yo hice propaganda de uno de mis últimos libros, que ya está agotado, pero de todas maneras, era una miscelánea de frases mendocinas en uso. Se llamó miscelánea para desterrar ese concepto de que los mendocinos hablamos como un microlenguaje. Y no es así, porque realmente no podemos soslayar la herencia latina, que es la más gruesa; la herencia árabe por los ocho siglos de los árabes en España; y luego vienen, en tercer lugar, las lenguas amerindias, las naturales de América, que han hecho que incorporemos una serie de palabras", comentó Ramallo.
El origen de las palabras más asociadas con Mendoza
La especialista señaló que hay una serie de palabras que se asocian automáticamente con Mendoza y señaló que muchas veces las personas tienen un concepto errado del origen de las mismas: "La palabra acequia, que nos dice tanto porque desde la antigüedad han existido acueductos para llevar el agua, pero la palabra acequia no es nuestra, es de origen árabe y es muy bonito el significado, significa ‘la que da de beber'. Encierra una metáfora porque verdaderamente es como una gran regadera la acequia porque lleva agua a las plantas. Esa palabra nos la hemos apropiado los mendocinos, pero no es un mendocinismo, la hemos importado".
En referencia a la palabra "pandito", la lingüista explicó: "También se dice en San Juan, pero no se dice pandito con ‘p', se dice ‘bandito', y viene del latín. En latín existía un adjetivo que era ‘pandus', que significaba ‘de poca profundidad', o sea se le decía a los cauces que llevaban poca agua o que tenían poca profundidad. Es una palabra que ha viajado a lo largo de la historia, más de 20 siglos, y no podemos decir que la hayamos acuñado los mendocinos. Lo que sí es nuestro es decirlo en diminutivo ‘bañate en lo pandito', no en lo pando, sino en lo ‘pandito', sería nuestro el ponerlo en diminutivo".
En esa línea, también comentó los orígenes onomatopéyicos de la palabra "topar": "La compartimos con varias provincias argentinas: en el Diccionario de Americanismos, que es un diccionario hermosísimo hecho por la Real Academia Española con la colaboración de 23 academias del mundo, registra el verbo ‘topar' y dice que es propio de varias provincias argentinas, con el sentido de producirse la intersección de una calle con otra. ¿De dónde viene la palabra? No es que venga de un idioma en particular, sino que se basa en una onomatopeya porque cuando una cosa choca con la otra, hace un cierto ruido, una especie de top. De ahí se genera el verbo ‘topar', pero tampoco es que sea de sello mendocino exclusivo".
A su vez, Ramallo señaló que hay varias palabras que son de origen mapuche, como "choco": "Había un verbo o un vocablo que era ‘chocón' o ‘chocoa', que servía para nombrar, en primer lugar, a las personas que estaban mojadas, con mucho frío. Pero hoy nosotros lo decimos para nombrar al perro, que no es cualquier perro, porque si tengo un gran danés no es un choco. Tiene que ser un perro nadador y con pelo rizado, esa es la característica del ‘choco'. La otra palabra, también mapuche, que es ‘pichicho' y ‘picho' también, que se puede poner las dos en el femenino son palabras las tenemos en común no solo con Chile, sino también con Uruguay. Tampoco se puede decir ‘pichicho' al ovejero alemán o al labrador, porque el ‘pichicho' es un perro que tiene que ser pequeño y de raza indefinida. O sea, es un perro más bien ordinario".
Además, se refirió a la familia de palabras que aparece en la canción "Cueca de la viña nueva" como chapecas, bordalesa, espiche o jarana: "La palabra chapeca tiene dos significados: uno está ligado a la trenza de ajos, que no la usamos mucho, pero significaba trenza de ajos. Y la otra, que deriva de la palabra ‘chapecán' del mapuche, nombra lo que sería una trenza. Pero nosotros no le decimos exactamente a la trenza, sino a las coletas. La niña que se peina con chapecas no se hace trenzas, sino que se las ata y esas van sueltas".
En esa línea, amplió: "La palabra jarana, que nos gusta mucho a los mendocinos, no es mapuche, es quechua. Y también no solamente quechua, sino mucho más arriba en el mapa: venía del náhuatl, que es la lengua azteca, y significaba una fiesta que tenía mucha algarabía. Allí la jarana es precisamente ese ruido excesivo. El espiche, si yo lo busco en todos los diccionarios etimológicos, dice ‘de origen incierto'. O sea, no se sabe de dónde viene y es esa estaquita que tienen las cubas que impiden que el líquido se vuelque. Pero lo que nos resulta curioso es que ahí, en la cueca, ponemos la palabra bordalesa, que es de origen francés: si yo la busco en los diccionarios encuentro que no sale bordalesa, sino bordelesa, que viene de Bordeaux".
Además, contó el caso de la palabra puchero, la cual ha atravesado más de 25 siglos de historia: "Existía la palabra ‘pultarius' en latín. La ‘lt', se hace ‘che' al pasar al español y la terminación ‘arius' da ‘ero', y de ahí viene puchero. Pero no era la comida, sino que era el recipiente: era un recipiente que generalmente era de barro y de metal y se colgaba delante de las casas, había especies de fogones o de hogares, e indicaba que la comida era pobre, era sopa y gachas. Las gachas venían a ser una especie de comida compuesta de harina, con agua, con sal y cadenizada con leche, con miel o con otros adobos. Lo cierto es que la palabra puchero tampoco es mendocina: es latina, para gran sorpresa".
Refranes, dichos y pregones
Por otro lado, la docente explicó el origen de algunos refranes característicos de Mendoza y también como algunos se adaptan a la región en donde son dichos: "Cuando yo quiero minimizar el accionar de una persona y le digo ‘ese no está ni a la altura de un poroto'. En realidad, ¿qué pensamos cuando decimos poroto? Pensamos en la comida, el frijol. Pero no se refiere a eso: la palabra poroto acá es de origen quechua, viene de ‘purutu' y era el niño de corta edad. O sea, que si era un niño pequeño, tenía poca altura. Ahí se explica que yo le diga ‘no llega a la altura de un poroto'".
También contó que la frase "perdido como turco en la neblina" tiene un origen que nada tiene que ver con la nacionalidad: "En el español medieval, ‘turco' era la persona borracha, que se había perdido el rumbo precisamente por su estado de ebriedad. Pero al llegar a América, el hablante no reconoce la palabra y entonces la identifica con un término que viene del quechua que es ‘tucu', y que designa a un insecto que tiene más o menos unos 50 milímetros de largo y que se parecía a la luciérnaga. Al haber niebla, se pierde la luz de la luciérnaga y entonces es como ‘tucu' en la neblina".
En cuanto a referenciar un dicho con algo local, la lingüista colocó un ejemplo concreto: "Cuando una persona vive muy lejos decimos ‘vive en la Loma de Chachingo'. Para ubicarse hay que pensar que Chachingo ya existía en el siglo XVIII: era un lugar ubicado en Maipú, compartido por Rodeo del Medio y por Cruz de Piedra. Ahí, según han estudiado los miembros de la Junta de Estudios Históricos, se nombra a un personaje que lidere a los pobladores y a ese personaje se le da el nombre de Chachingo, esa es una teoría. La otra es que el agua del lugar era una agua salada y de tan salada resultaba amarga. Entonces se la llamaba ‘chadinco', que es una palabra parecida. Actualmente, decir ‘en la Loma del Chachingo', realmente no nos da idea de lejanía, porque Chachingo queda a sólo 30 kilómetros de Mendoza".
A su vez, comentó la procedencia de refranes tan antiguos que datan de antes de Cristo: "‘¿Quién le pone el cascabel al gato?' Es una frase que viene de antes de Cristo y que viene de una fábula, en donde los ratones no sabían cómo huir del gato. Entonces, ¿cuál de los ratones se iba a animar a ponerle un cascabel para que cuando el gato se acercara, los ratones pudieran refugiarse?. Es una fábula, se supone que es de Esopo, aunque hay otras teorías".
La "erre" asimilada y la "erre" vibrante múltiple
Además, Nené Ramallo se refirió no solo a las cuestiones gramaticales, sino también fonéticas: "Cuando caracterizamos el habla de Mendoza, también se caracteriza por los aspectos fónicos. Por ahí se burlan en Buenos Aires o en la zona del Litoral de nuestro modo de hablar. No nos gusta que nos asimilen al modo de hablar chileno, pero por ejemplo tenemos como marca típica del mendocino la ‘erre asimilada'. ¿Qué significa eso? La lingüista Berta Vidal de Battini dividía al país en dos maneras de pronunciar la erre: la ‘erre vibrante múltiple' que es la que tenemos en Buenos Aires y en toda la zona de influencia; y la de todo el oeste argentino que es la ‘erre asimilada' porque por ahí llega como hasta silbar".
La docente también recordó cuando el Consejo Federal de Educación decidió erradicar la erre asimilada para luego dar marcha atrás para valorar las hablas regionales: "Lo mismo nos pasa con la ‘ye'. Ahora no porque les hacen hacer un curso a las candidatas a Reina de la Vendimia, pero cuando no hacían ese curso era muy gracioso escuchar a las chicas que venían muy del interior de la provincia porque porque decían ‘io me iamo' y eso es el ieísmo con i. No con la ‘ye' de Buenos Aires, ni con la ‘ye' de Córdoba, sino con una i que era muy mendocina".
La importancia del tiempo
Finalmente, la docente explicó que no pueden tomarse nuevos modismos para poder trazar una generalidad, sino que debe esperarse un tiempo: "Además de dar esta parte de lo viejo de Mendoza, yo di la otra parte, que es la parte de lo nuevo de Mendoza. O sea, ¿cómo no insertamos en el cambio permanente? Porque la lengua es dinamismo: lo que tenía vigencia hace un año, no tiene vigencia a lo mejor en este momento. Por eso no se usa nunca como índice de caracterización de la lengua de un lugar el habla de los chicos jóvenes, porque esa es una especie de argot que hoy tiene vigencia y mañana no. Entonces, el chico que hoy para cualquier cosa contesta ‘re' o con el adverbio ‘totalmente', que está de ultramoda inclusive en la gente grande, no se puede poner como patrón de Mendoza, porque está en vigencia hoy y no se sabe por cuánto tiempo. Entonces, tomamos lo que se llaman cronolectos, o sea, las hablas pero a partir de los 30 años, porque si no es muy inestable lo anterior", concluyó.