Cuando Sarmiento rompió con la educación tradicional e impuso el modelo de Estados Unidos

Aunque había recorrido Europa, absorbiendo sus métodos y filosofías, fue en Estados Unidos donde encontró un modelo que resonó profundamente con su visión para Chile y Argentina.

Luciana Sabina

A mediados del siglo XIX, Domingo F. Sarmiento -una de las figuras más prominentes de la educación en América Latina-, realizó un viaje de exploración educativa que marcaría un antes y un después en la historia de la pedagogía.

La mujer a la que amó Sarmiento

Armado con cartas de recomendación y con la curiosidad que lo caracterizaba, Sarmiento llegó primero a Francia. "La llave de dos puertas llevo para penetrar en París -escribió en su texto Viajes-, la recomendación oficial del gobierno de Chile y el Facundo".

Allí, en el corazón de Francia, se sumergió en el mundo académico, estudiando de cerca sistemas como el de M. Maurin, que fusionaba la lectura y la escritura en un método integral.

Pero esta no fue su única parada. En Holanda y Alemania, Sarmiento fue testigo de un sistema que no discriminaba por género, donde hombres y mujeres recibían una educación igualitaria. Esta visión contrastaba con muchas prácticas de la época y, sin duda, influenció su visión sobre la educación y en el posterior desarrollo de escuelas mixtas en Buenos Aires, secundado por la gloriosa Juana Manso.

En España, el sanjuanino mostró un particular interés en la enseñanza del español, buscando formas de mejorar la educación lingüística y la ortografía. Pero no la consideró positivamente en cuanto a su organización educativa.

Un tanto decepcionado, su travesía lo llevó de regreso al Nuevo Mundo. Al llegar a suelo norteamericano, Domingo F. Sarmiento experimentó un viraje en su perspectiva sobre la educación. Aunque había recorrido Europa, absorbiendo sus métodos y filosofías, fue en Estados Unidos donde encontró un modelo que resonó profundamente con su visión para Chile y Argentina.

La estatua de Sarmiento en Boston.

Sarmiento, el gran masón

A diferencia de las estructuras educativas jerárquicas y a menudo rígidas de Europa, Estados Unidos presentaba un sistema más democrático y accesible, un verdadero ejemplo a seguir. Las escuelas públicas, abiertas a todos independientemente de su estatus socioeconómico, mostraban una nación comprometida con la igualdad de oportunidades. Esta visión de la educación como herramienta de movilidad social y progreso colectivo capturó el corazón de Sarmiento y fue decisivo en la historia argentina.

Además, las escuelas normales para mujeres en Estados Unidos rompían con convenciones. Estas instituciones no solo empoderaban a las mujeres con habilidades educativas tradicionales, sino que también las introducían en áreas como las matemáticas, la anatomía y la botánica, desafiando las nociones preconcebidas sobre los roles de género en la educación.

Pero más allá de la estructura y el currículo, lo que realmente distinguió a Estados Unidos en los ojos de Sarmiento fue su espíritu de innovación y adaptabilidad. El país estaba en constante evolución, buscando siempre mejorar y adaptar su sistema educativo a las necesidades cambiantes de su población diversa.

Resultaba imperativo adoptar enfoques y metodologías educativas que no solo transmitieran conocimientos, sino que también fomentaran el pensamiento crítico, la adaptabilidad y la innovación: necesitábamos educar al ciudadano. 

Para Sarmiento, aferrarse a viejas costumbres y metodologías en el aula era equivalente a estancar el progreso de la sociedad. Veía la tradición no como un conjunto de prácticas inmutables, sino como una base sobre la cual construir y mejorar.

En este contexto, es evidente que Sarmiento no solo buscaba una reforma educativa, sino una verdadera revolución en la forma en que se enseñaba y aprendía. Su énfasis en la modernización y adaptabilidad sugiere un profundo desacuerdo con aquellos que defendían ciegamente los métodos educativos anticuados o tradicionalistas.

En su visión, la educación no era simplemente una herramienta para transmitir conocimientos del pasado, sino una poderosa fuerza que podía y debía ser moldeada para preparar a las futuras generaciones para los desafíos del mañana.

Hoy algunos consideran que adaptarnos al presente y modificar el deficiente sistema educativo actual, como una "traición a Sarmiento", cuando en realidad es todo lo contrario.

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