Leé un capítulo de "El misterio del robo en las alturas", libro de Juan Carlos Videla

Este miércoles a las 19 en el Colegio Rainbow, presentan la novela del empresario Juan Carlos Videla, que fue editado por Planeta. Aquí, un anticipo del libro.

"El misterio del robo en las alturas" es el título del libro que presentará su autor, el Dr. Juan Carlos Videla, representante legal del Colegio Rainbow. 

Videla compartirá los motivos que lo inspiraron a incursionar en el ámbito literario, revelando las experiencias personales y profesionales que dieron forma a su obra. 

Engalanará el encuentro la presencia del reconocido ingeniero, filósofo, político y empresario chileno Fernando Flores, de alto protagonismo en su país, quien viajará especialmente para este acto. 

Será este miércoles 12 de marzo a las 19 en el SUM del Colegio Rainbow.

Videla, el autor

Leé un capítulo de "El misterio del robo en las alturas", libro de Juan Carlos Videla

El Dr. Juan Carlos Videla se graduó en medicina a los veintitrés años, impulsado por su pasión por sanar y salvar vidas. Para superar las adversidades económicas trabajó como chofer de ambulancias y paramédico para poder financiar su educación. Su tenacidad lo llevó a ser director médico de la misma empresa donde trabajaba. Logrando ser, posteriormente, presidente de la Red Internacional de Emergencias Médicas.

Mostró desde joven un fuerte instinto empresarial. Fundando y participando como accionista en diversas compañías. Hoy, es dueño de Orizon Grupo, un holding internacional con inversiones en sectores variados: desde petróleo y aviación hasta servicios médicos, educación y bienes raíces.

Además, es un Coach Ontológico Empresarial certificado internacionalmente. Reconocido por su empatía y habilidad para relacionarse, sus distinciones como coach y su capacidad para aprender e innovar han sido fundamentales en su vida. Convencido de que la solidaridad y las buenas acciones construyen confianza y permiten el crecimiento en todos los aspectos, decidió compartir el misterioso robo en las alturas y parte de su historia personal en este libro.

Qué dice Planeta, la casa editora, sobre el libro de Videla

¿Qué harías si en un vuelo a diez mil metros de altura sobre el océano Atlántico te despertaran los gritos desesperados de una mujer a la que le acaban de robar todos sus ahorros?

El doctor Juan Carlos Videla estaba exhausto, pero no titubeó; se lanzó de lleno a tranquilizar a la víctima y a resolver el misterioso robo.

El Dr. Videla, impulsado por su vocación y ética médica, sumadas a su experiencia, sus habilidades emprendedoras, distinciones como coach ontológico y su admirable solidaridad, se convirtió en el héroe clave de la historia del misterioso robo en las alturas. Al poder solucionar una situación que amenazaba con consecuencias catastróficas para todos los pasajeros a bordo del avión.

A partir de un hecho real, Juan Carlos Videla, médico especialista en emergencias, empresario y coach ontológico empresarial, nos revela de modo único los laberintos de la subjetividad humana y nos invita a reflexionar sobre la importancia de la empatía y la creatividad para resolver situaciones complejas, pues, afirma, "la vida, muchas veces, nos confronta con obstáculos que pueden parecer insuperables, pero también nos brinda la oportunidad de mostrar nuestra resistencia y creatividad".

Leé un capítulo del libro

Un robo misterioso en las alturas

Leé un capítulo de "El misterio del robo en las alturas", libro de Juan Carlos Videla

Nunca olvidaré la labor médica y detectivesca que debí desempeñar en un avión que surcaba los cielos desde España hacia Argentina, en plena pandemia de covid-19.

Estaba perfectamente preparado para enfrentar emergencias médicas, pues durante años ejercí como doctor en medicina especializado en emergencias. También, como emprendedor, empresario y coach me había enfrentado a crisis económicas y a la incertidumbre de iniciar nuevos negocios en diversos países.

Sin embargo, nada me había preparado para resolver un misterio criminal: el robo de miles de euros dentro de aquel avión, ¡y en pleno vuelo!

La recuperación del dinero era lo único que podía de- volverle la paz física y mental a mi paciente circunstancial, la víctima del robo. Una joven mujer que yacía en el suelo de la aeronave, presa de una gigantesca crisis nerviosa que el personal de la aerolínea no podía controlar. Ante la solicitud de un médico por parte del piloto decidí asistirla para solucionar sus dos problemas. Obviamente el prioritario y más importante era su salud, pero asimismo me propuse recuperar el dinero que le habían robado. Porque el deterioro de su salud estaba intrínsecamente relacionado con el robo de su dinero.

En mi rol de médico, por ser el único pasajero-médico en ese vuelo, debía velar por su estado emocional y estabilizarla, pero luego tendría que actuar como investigador para identificar al ladrón, o ladrona, y recuperar el dinero sustraído.

Lo que no sabía en ese momento es que al final solucionaría ambos problemas gracias a mi iniciativa emprendedora. Yo debía recuperar, como fuera, los miles de euros que le habían sido sustraídos dentro del avión a diez mil metros de altura. Euros que ella había ahorrado con enorme sacrificio, trabajando en España día y noche, para costear la operación de cáncer de su madre. No solo era dinero. Era dinero para salvar una vida.

Contaba con muy pocas horas para resolver el caso. Después de haber viajado innumerables veces alrededor del mundo sabía que, cuando el avión aterrizara, el crimen quedaría impune. En principio porque lo que habían robado era dine- ro, miles de euros, algo absolutamente imposible de rastrear e identificar. Y, además, porque encontrar al o a la culpable del robo sería una tarea titánica. Casi imposible porque en aquellos tiempos de pandemia todos los pasajeros y tripulantes usaban mascarillas faciales. Y demasiados, capuchas y anteojos que ocultaban sus rostros.

Mientras tanto, las horas corrían y la resolución del misterio se hacía cada vez más apremiante. ¿Quién podría haber cometido semejante robo en pleno vuelo? ¿Qué grado de audacia se necesita para llevar a cabo un acto delictivo como ese, en un ambiente cerrado, claustrofóbico por aquellos tiempos de pandemia y muerte?

Incluso me pregunté si la oportunidad hace al ladrón... o ladrona.

A pesar de que había pasajeros de distintas nacionalidades que hablaban decenas de idiomas, decidí solucionar ese robo y recuperar el dinero antes de que fuera demasiado tarde.

La tensión aumentaba, mi paciente no mejoraba, la investigación a priori resultaba una misión imposible.

Y, para colmo, el tiempo se agotaba...

Pero como creo en los milagros estuve decidido a que se produjera uno dentro de ese avión. Y antes de que aterrizara.

Los hechos

Esta historia policial comenzó cuando abordé el Airbus 330 de Aerolíneas Argentinas, vuelo AR1333, que partió puntual- mente desde el aeropuerto de Barajas en España a las 18.30 con destino al aeropuerto de Ezeiza en Argentina.

Había asistido a una larga y agotadora semana de negocios en España. Junto al ingeniero Emiliano Real, un joven gerente que había contratado hacía varios años y con quien había participado en varias reuniones comerciales en Madrid y Valencia.

Era el jueves 16 de septiembre de 2021. Y curiosamente yo no debería haber estado en ese avión. Nunca fue mi decisión Lo abordé porque me vi forzado a regresar inesperadamente a mi país natal.

Junto a Emiliano nos vimos obligados a tomar ese vuelo de última hora a la Argentina debido a las restricciones de viaje que impuso el gobierno de los Estados Unidos a causa de la pandemia de covid-19.

Nuestro plan original era volar desde Madrid, España, hacia Miami, Estados Unidos. Teníamos la intención de pasar unos días en el estado de Florida antes de regresar a Buenos Aires. Por eso, para abordar el vuelo de las 6.30 am a Miami habíamos llegado a las 4 am de ese día al aeropuerto de Barajas.

Sin embargo, al intentar abordar nos encontramos con la desafortunada noticia de que no podíamos ingresar a los Estados Unidos. Las prohibiciones impuestas por la administración Biden, impedían ingresar a los Estados Unidos a los ciudadanos europeos y a todas aquellas personas, sin importar su nacionalidad, que hubieran estado en Europa. De vacaciones o por negocios, como nosotros.

Con nuestros planes iniciales truncados, nos vimos obliga- dos a buscar precipitadamente una alternativa de viaje en el mismo aeropuerto. Afortunadamente el vuelo hacia Argentina, ese mismo día fue una opción viable. En aquellos tiempos sombríos, la pandemia había provocado severas restricciones y la circulación de pasajeros a nivel internacional era míni- ma. Los vuelos eran escasos, de hecho ese era el único vuelo semanal de Aerolíneas Argentinas desde España a mi país.

Nunca podría haber imaginado que me vería obligado a actuar como médico de emergencias y convertirme en la figura principal en la resolución de un robo de miles de euros en pleno vuelo. Como médico, estaba acostumbrado a tratar con enfermedades y lesiones de emergencias. Que fue mi especialidad durante muchos años. Pero jamás había intervenido en la resolución de crímenes.

Pero la vida tiene una forma interesante de poner a prueba nuestras habilidades y empujarnos más allá de nuestros límites. Si estamos dispuestos a aventurarnos en terrenos desconocidos. Cuando subí al avión estaba tan exhausto que me quedé dormido antes de que la aeronave despegara. Las interminables horas de espera en el aeropuerto de Barajas, aun con las comodidades del salón VIP, habían agotado mi energía. Una vez en vuelo descansé plácidamente en mi asiento, ajeno a la tensión y la conmoción que se estaban gestando en el avión. No tenía la menor idea de lo que estaba a punto de suceder y del papel fundamental que desempeñaría.

Después de varias horas de vuelo, cuando reinaba la tranquilidad en la cabina, las asistentes de vuelo comenzaron a servir la cena a los pasajeros. Entre la tripulación se encontraban Florencia y Giselle, conocidas familiarmente como «Flor» y «Gi». Una vez que todos habíamos terminado de cenar, se apagaron las luces del avión para crear un ambiente más propicio y ameno, y que los pasajeros pudieran descansar.

Algo difícil de lograr dado que el viaje sería muy largo y estar confinados en un ambiente cerrado, durante plena pandemia, con barbijos, no ayudaba precisamente al relax.

Nunca me consideré un médico tradicional, esencialmente en el ámbito de la salud, y además porque siempre fui emprendedor y estuve involucrándome en negocios de todo tipo. Algunos relacionados con mi profesión, es decir, la salud. Pero la gran mayoría no.

No obstante, mi gran experiencia frente a la incertidumbre, este fue un caso atípico, ya que nada me había preparado para resolver un misterio de tal magnitud: el robo de miles de euros dentro de un avión en pleno vuelo.

Como médico y experto en emergencias, era consciente que debía encontrar el dinero robado imperativamente. Paola, la pasajera que se había convertido en mi inesperada paciente, se encontraba bajo una crisis nerviosa muy seria. Su recuperación física y psíquica dependía enteramente de mi capacidad de médico y, a la vez, de improvisado detective para encontrar los miles de euros que le habían sustraído. Euros que ella había ahorrado a fuerza de trabajar incansablemente día y noche en España. Dinero destinado a la operación de cáncer de su madre.

El tiempo era escaso, solo disponía de unas pocas horas para resolver el caso. Era consciente de que una vez que el avión aterrizara en Ezeiza, el crimen quedaría sin resolver y el culpable escaparía libremente y feliz, sin dejar rastro. Ni evidencias de su delito.

Con cada minuto que pasaba, la presión aumentaba y sen- tía la responsabilidad de desentrañar aquel enigma en el que me había visto envuelto sin previo aviso.

Mientras el avión surcaba los cielos, mi mente trabajaba a toda velocidad. Repasaba los detalles del vuelo, tratando de encontrar alguna pista, alguna conexión que me llevara al o a la culpable y al paradero del dinero robado. Observaba de reojo a los demás pasajeros, tratando de detectar cualquier comportamiento sospechoso.

El momento no era el más propicio para analizar a los pasajeros, dado que dentro del avión reinaba el caos: todos estaban despiertos y nerviosos debido a los desgarradores gritos que emitía Paola a viva voz, reclamando el dinero que le habían robado. Y para colmo, debido a la pandemia, los rostros eran indescifrables, puesto que todos llevaban barbijos. La lógica indicaba que absolutamente todos los que viajaban en ese avión eran sospechosos. No podía descartar a ninguno, ni pasajeros ni tripulación. Por lo que me mantuve alerta y me dediqué a observar atentamente cada movimiento a mí alrededor. Estaba al tanto de que el tiempo era crucial y que cada segundo que pasaba las posibilidades de resolver el caso disminuían.

Sabía que se avecinaba un desafío sin precedentes en mi carrera médica, en mi carrera como emprendedor y en mi vida personal. Aquella situación iba más allá de mi área de especialización, pero no podía dar marcha atrás. Me había convertido en una pieza clave en este intrigante rompecabezas y estaba decidido a resolverlo, sin importar los obstáculos que encontrara en el camino.

Sin embargo, estaba tranquilo. Como emprendedor, empresario exitoso y coach debía asumir permanentemente riesgos inesperados. Y, analizándolo con distancia, me tranquilice, al deducir acertadamente que esta era solo una más de las piedras que el destino había puesto en mi camino. Estaba tranquilo, fundamentalmente, porque sabía que encontraría la solución.

Cualquiera que esta fuera.

Con absoluta determinación, más la experiencia emprendedora que me caracteriza, me preparé para enfrentar lo que vendría. Era plenamente consciente que el desenlace de esta historia dependería de mi habilidad para descifrar las pistas ocultas y para actuar con precisión en el momento justo.

Antes de que el avión aterrizara estaba convencido que habría solucionado el robo.

Y me enorgullece recordar que lo logré.

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