Valentina Ruggiero: "El niño del Aconcagua fue un mensajero entre los dioses y los hombres"

La doctora en restauración italiana Valentina Ruggiero participó del proyecto de restitución del cuerpo inca hallado en Mendoza. En diálogo con Radio Post, explicó cómo fue el ritual de la capacocha, el sentido político y espiritual de la ofrenda y su propia experiencia frente al cuerpo: "Hay una energía muy fuerte, pero si se trabaja con respeto no hay que tenerle miedo".

A pesar de las llamas

"Para ellos no era un sacrificio como hoy lo entendemos, como algo negativo: era un momento de fiesta, de conexión con la divinidad", explica Valentina Ruggiero, doctora en restauración, nacida en Italia y radicada en Mendoza desde 2017. Llegó para participar en la restauración del Museo Fader y, años después, se incorporó al equipo que impulsa la restitución del Niño del Aconcagua, una ofrenda humana inca hallada a más de 5.300 metros de altura, el sitio ceremonial más austral del Imperio del Tahuantinsuyo.

"Después de terminar el Fader me empecé a interesar en el caso. Abrí un proyecto de investigación que quedó suspendido hasta que, el año pasado, cuando Cristina asumió la Dirección de Patrimonio y comenzó a escribir el proyecto de restitución, me invitó a participar. Le dije que sí, sin dudarlo", recuerda durante una entrevista en el programa "A pesar de las llamas" por Radio Post.

Valentina en plena tarea en el Fader junto al gobernador Cornejo en 2018

Valentina en plena tarea en el Fader junto al gobernador Cornejo en 2018

Un sacrificio que era una celebración

Ruggiero asegura que lo que más la impactó fue comprender el sentido profundo del hallazgo: "Nos olvidamos que es un cuerpo, que es un niño que fue ofrendado, que tiene un valor sagrado. En la cosmovisión andina era un momento de celebración, no de dolor. Ofrendaban lo mejor que tenían: un niño bello, sano, perteneciente a una familia de la élite".

La especialista explica que para los incas la muerte no era el fin: "El niño no moría, se unía a las divinidades, se transformaba en un mensajero entre el mundo humano y el de los dioses".

El ritual, conocido como capacocha, también tenía un componente político. "Era un acto de dominación simbólica. Los incas depositaban estas ofrendas en los lugares que se anexaban al imperio como gesto de unión. Eran ofrendas religiosas, pero también señales de poder", dice.

El niño habría sido sacrificado en el 1500.

El niño habría sido sacrificado en el 1500.

Un viaje de un año y medio por el Camino del Inca

El recorrido del niño hasta Mendoza fue tan extenso como sagrado. "El ritual tenía fechas específicas: cuando cambiaba el inca o durante los solsticios. En Cusco se reunían sacerdotes, autoridades y la élite de la sociedad, se elegía el lugar donde se realizaría la capacocha, y desde allí comenzaba el peregrinaje. En el caso del Niño del Aconcagua, se estima que caminaron casi un año y medio por el Camino del Inca para llegar a la montaña", relata.

Todo estaba minuciosamente preparado: "Se construían pircados, altares, caminos, lugares de descanso. Era un acto que implicaba años de planificación y una enorme movilización humana".

Algunas de las piezas que acompañaron a la ofrenda del niño.

Algunas de las piezas que acompañaron a la ofrenda del niño.

El santuario más austral del Imperio

El Aconcagua fue elegido como límite y símbolo. "Era uno de los lugares más lejanos del dominio inca. Tan al sur, que solo existen dos capacocha conocidas en esta región: la del Aconcagua, en Argentina, y la del Cerro El Plomo, en Chile. No se ha hallado ninguna ofrenda humana más al sur", explica.

Por su ubicación, el sitio puede compararse -dice- con una "iglesia mayor" del cristianismo. "Así como los fieles peregrinan a los grandes templos, los incas concebían estos lugares como centros de peregrinaje espiritual. El Aconcagua era, probablemente, la iglesia más al sur de su mundo".

Ciencia y montaña: una momificación natural

El cuerpo del niño fue hallado en estado de conservación excepcional. "Se trata de una momificación natural, no artificial como las egipcias. No usaron bálsamos ni vendas: fue el frío extremo y la baja humedad de la alta montaña lo que desecó y congeló el cuerpo", explica Ruggiero.

Los incas sabían lo que hacían. "Eran conscientes de que el cuerpo se conservaría. Por eso elegían sitios con aire seco y temperaturas bajo cero. Siempre colocaban la ofrenda en el último punto de roca disponible, porque sabían que el hielo se derrite y se mueve. Querían que el cuerpo permaneciera", sostiene.

Montañistas, astrónomos y conocedores del territorio

Ruggiero destaca que los incas eran verdaderos exploradores de altura. "Eran montañistas. Caminaban los Andes, conocían la topografía, sabían cuáles eran los cerros más altos y su orientación respecto a los astros. No tenían mapas, pero tenían una comprensión del territorio impresionante".

También conocían el mar. "En los ajuares se han encontrado conchas marinas spondylus, que solo existen en Ecuador. Era el alimento de los dioses. En el ajuar del niño había plumas de papagayos de la selva amazónica y tejidos de algodón, que en ese tiempo era más valioso que la lana de llama. Ellos buscaban la complementariedad entre mar, selva y montaña", cuenta.

El lugar dónde fue hallado el niño del Aconcagua.

El lugar dónde fue hallado el niño del Aconcagua.

La ruta del sacrificio

El niño fue hallado a 5.300 metros, pero los incas probablemente quisieron llegar más alto. "Todo indica que intentaron alcanzar la cumbre sur del Aconcagua, pero se toparon con pasos técnicos que no pudieron superar. Lo dejaron donde hoy fue encontrado", explica.

Su vestimenta y equipo también revelan la sabiduría del pueblo andino. "Usaban mocasines de cuero o tejidos con fibras vegetales y cabello humano. Transitaban en temporada estival, por sectores de roca, no por hielo. Sabían elegir los lugares", detalla.

Lo que revela el cuerpo

El análisis forense permitió reconstruir los últimos momentos del niño. "Posiblemente fue dejado inconsciente por un golpe en la cabeza y luego enfardado aún con vida. Tenía signos de vómito dentro del fardo y un aplastamiento lateral que luxó sus costillas. Es muy duro, pero hay que entenderlo en el contexto de la época", dice Ruggiero. "No podemos juzgarlo con la mirada actual".

El plan de restitución

El proyecto en curso busca devolver al niño a su territorio, aunque no al punto exacto del hallazgo. "La restitución será a la montaña, pero no a la cima. No podemos volver a ofrendarlo, porque eso entraría en conflicto con la ética científica. La idea es construir un santuario o centro de interpretación, posiblemente en Puente del Inca, donde el cuerpo pueda conservarse en condiciones adecuadas", explica.

Así llegó al museo Moyano.

Así llegó al museo Moyano.

Ese espacio permitirá "que las comunidades lo visiten, realicen sus ceremonias y que el público pueda acceder al conocimiento", agrega. El proyecto ya contempla estudios de sostenibilidad, acceso eléctrico y logístico. "No se trata solo de mover un cuerpo. Hay que garantizar su conservación y la participación de las comunidades", remarca.

Frente al niño

Valentina Ruggiero es una de las pocas personas que han visto y manipulado al Niño del Aconcagua. "Pensé que me iba a afectar, pero en el momento prevaleció la parte científica. Después sí, la parte espiritual es muy fuerte", reconoce.

Un detalle la marcó profundamente: "Tiene un olor que nunca olí en mi vida. No puedo compararlo con nada, ni con algo en descomposición ni con algo sintético. Es un olor suyo".

Para ella, ese contacto fue más que profesional: "Hay un intercambio, de ida y vuelta. Se mueven cosas: sensaciones, sueños, pensamientos".

¿Le da miedo? "No, porque si se trabaja con respeto, desde la ciencia y desde la espiritualidad, no hay nada que temer. Las intenciones son buenas. En esa ida y vuelta no vuelve nada negativo".

Una historia entre la ciencia y lo sagrado

La doctora italiana resume su experiencia en una frase que condensa el espíritu del proyecto: "El niño no murió: fue ofrendado para seguir viviendo, como mensajero entre los hombres y los dioses".


Datos útiles

 

1-Qué era la capacocha

El término capacocha proviene del quechua qhapaq hucha, que significa "sacrificio real". Era uno de los rituales más solemnes del Imperio inca: se ofrendaban niños y niñas de familias nobles como mensajeros hacia las deidades. Los elegidos eran trasladados desde Cusco hasta las montañas más altas del Tahuantinsuyo, donde se realizaban ceremonias en honor al Sol, la Tierra y los Apus (espíritus tutelares).
Los cuerpos eran depositados junto a ajuares sagrados -plumas, figurillas, tejidos, caracoles marinos- y quedaban preservados por el frío extremo. Estas ofrendas marcaban también los límites políticos y espirituales del imperio.

2-El hallazgo del Niño del Aconcagua

  • Año del descubrimiento: 1985

  • Lugar: Cara sur del cerro Aconcagua (Mendoza, Argentina), a 5.300 metros de altura

  • Descubridores: Andinistas mendocinos, bajo supervisión posterior del Instituto de Arqueología y Etnología de la UNCuyo

  • Edad estimada: entre 6 y 8 años

  • Antigüedad: más de 500 años

  • Estado de conservación: momificación natural, preservado por el frío y la baja humedad

  • Conservación actual: Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM) - Delegación Mendoza

  • Proyecto actual: restitución y creación de un santuario o centro de interpretación en Puente del Inca

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