Benjamín Matienzo: cuando a los patriotas les decían locos

El 9 de abril se cumplirán 131 años del nacimiento de Benjamín Matienzo.El genial aviador murió en la suya. Cuenta Gustavo Capone que "sus restos fueron encontrados cerca de Las Cuevas, al abrigo del ventisquero "El Morro". Estaba sentado sobre una roca. Su cuerpo congelado y los cóndores le habían comido parte de la cabeza".

"Marchó tranquilo y sereno a una muerte casi certera, convencido que, si no lograba su objetivo, perecería salvando el honor nacional que creyó comprometido". La frase, luego plasmada en una placa que recuerda al adelantado aviador Benjamín Matienzo, correspondió a Enrique Mosconi (1877 - 1940), aquel militar e ingeniero civil argentino, conocido por haber sido pionero en la organización de la exploración y explotación de petróleo en Argentina.

Benjamín Matienzo nació un 9 de abril de 1891, tucumano. Hijo de un abogado y de una maestra. Desde chiquito ya era intrépido. "Vení para acá loquito", le gritaba cariñosamente su madre, cuando el Benjamín no dejaba de saltar, de naranjero en naranjero, en su quinta familiar. Y el loquito creció. Estudió la carrera militar en el Colegio Militar de la Nación y así, aquella atrevida perspicacia infantil se transformó en una inquietante búsqueda de nuevos rumbos y desafíos.

Ya era Teniente de Ejército, y con un futuro promisorio en esa arma por sus notas y preparación, cuando se despertó en él la inquietud por incorporarse a la naciente aeronáutica argentina. Un mundo casi desconocido el de los aviones; desafiante, precisamente lo que "el loco" Matienzo andaba buscando.

Siempre un reto aeronáutico a vencer fue la imponencia de los Andes. Algo que desde lo estratégico civil y militar, desveló a muchos especulando con las amplias vinculaciones que históricamente había con Chile en materia cultural, social y económica, y que a la par acortaría los tiempos y aceleraría las comunicaciones.

Hoy aparece muy lejano aquel primer cruce andino en un globo (llamado "Globo Eduardo Newbery", en honor a ese adelantado aviador desaparecido en vuelo con el histórico "Globo Pampero"; a su vez hermano de Jorge Newbery) inflado con gas del alumbrado público y tripulado por Eduardo Bradley y Ángel María Zuloaga en 1916, cuando partieron de Santiago de Chile y aterrizaron en Uspallata solamente en tres horas.

Newbery.

Aquella hazaña de Bradley y Zuloaga debió haber inspirado a Matienzo. En paralelo, la primera guerra mundial llenó de horror y flagelos al mundo entero, pero simultáneamente puso en evidencia una nueva herramienta que cualquier buen soldado no podía obviar: la aviación, y al avión como el invento más revolucionario de la época. Y hasta allá "voló" Matienzo.

Con ya años de soldado campero, Matienzo ingresó a la Escuela de Aviación Militar, fundada en 1912 por el entonces Presidente Roque Sáenz Peña, luego que el Aero Club Argentino (nacido en 1908) con sede en El Palomar donara completamente su parque aerostático y contribuyera con la casi totalidad de su plantel de mecánicos, pilotos, instructores y docentes, para dar asiento a una de las mayores instituciones aeronáuticas del mundo formando pilotos.

"Cuando miramos al cielo, subimos"; dirá uno de los miles de aforismos del genial José Narosky. Así fue, como el creativo Narosky (envidiado seguramente por los millones de consumidores de twitter actuales) pudo plasmar en solo cinco palabras lo que definitivamente sentiría Benjamín Matienzo.

Los locos que vuelan alto

Una vez más, vaya paradoja, las comparaciones odiosas. A San Martín lo creyeron loco cuando planeaba cruzar los Andes para libertar a Chile. A Belgrano lo trataron de "alocado" cuando llevó adelante el éxodo jujeño. A Sarmiento le decían "el loco", como a Dorrego, Güemes, Fray Luis Beltrán, Moldes, Miguel Escorihuela Gascón, Gaviola; o "la loca" le llamaron a Mariquita Sánchez, Juana Manso, Genoveva Villanueva o, a Melchora Lemos, cuando se "arremangaba" y hacía vino, hombreaba bolsas de su molino o atendía a la muchachada en su propia pulpería, allá por 1700.

¿Contradictorio? Lo curioso además de estos ejemplos históricos, más otros varios que he omitido, fue que a todos los pioneros de la aviación argentina les cupo el mismo mote. El loco Jorge Newbery, el loco Teodoro Fels (quien tras batir un record mundial de cruzar el Río de la Plata "ida y vuelta" en 1912 fue sancionado y arrestado; dicen que despegó, cruzó y volvió sin autorización de nadie), el loco Ángel Zuloaga, el loco Luis Candelaria.

El multitudinario funeral de Newbery.

Loco como el aviador y empresario italiano Mario Casale, mendocino por adopción y discípulo del francés Marcel Paillette, quien montó en 1912 el primer aeródromo mendocino al lado del actual lago del Club Regatas. O locos como también se apodaba a los mismos Pedro Zanni y Antonio Parodi, los otros dos aviadores que compartieron la proeza de Matienzo el día fatal de su aventura por cruzar la cordillera en 1919.

"Está claro, sin embargo, que los aviones utilizados en ese periodo no eran resistentes, ni fiables, ni seguros. Los motores de aviación eran débiles y deficientes, por lo que no era de extrañar que, de buenas a primera, se negarán a funcionar o se rompieran, sea en tierra o en el aire. (...) La experiencia para el pasajero era ciertamente traumática. En los aviones Henri Farman y Roger Sommer, por ejemplo, se volaba con el cuerpo al aire, sin parabrisas o protección alguna, a merced de las inclemencias del tiempo. De hecho, las pocas mujeres que se animaron a volar con Paillette (aquel francés, ya mencionado, radicado con Mendoza) lo hicieron con vestidos largos hasta los tobillos pues era inadmisible que usaran pantalones"; plantean en su artículo: Guido Ghiretti y el reconocido internacionalmente especialista en aviación e historiador aeronáutico Gustavo Marón ("Aviación Comercial en Mendoza". EN: "Mendoza, Cultura y Economía", compilado de Arturo Roig, Pablo Lacoste y María Cristina Satlari. Caviar Bleu. EDIUNC. Gobierno de Mendoza. Mendoza. 2004).

Mario Casale.

Imposible obviarlo; insoslayable. Será décadas después del tiempo histórico de la nota que compartimos hoy, pero no podemos olvidarlos. La admiración y el reconocimiento mundial, los homenajeará como "locos" en mérito a su coraje, también a los heroicos patriotas argentinos que condujeron los Pucara en Malvinas entregando su vida.

Remontando vuelo

Un poco de historia. La actividad aeronáutica en Argentina registra antecedentes insospechados. Viene desde los tiempos de la puja por la independencia americana. Más precisamente, en momentos de la histórica revolución de mayo de 1810, el relojero holandés Miguel de Colombisse se dirigió a la Primera Junta de Gobierno desde la Provincia de Mendoza, solicitando ayuda para la construcción de un aeróstato, rígido, impulsado por remos y dirigido por un timón. La solicitud fue rechazada rotundamente. "¡Colombisse estaba loco!"; aunque su idea marcó un antecedente criollo (y mendocino), copiado de intentos europeos, de lo que luego sería el primer eslabón para el comienzo de la aviación argentina.

Fue la Guerra de la Tripe Alianza (entre 1865 - 1869) el puntapié inicial y oficial de la Aerostación Militar; y así fue como en el 6 de julio de 1866, un aeróstato cautivo del ejército brasileño, se elevó sobre las líneas aliadas para observar las posiciones de la artillería paraguaya, llevando a bordo al ingeniero polaco Roberto A. Chodasiewiecz (incorporado al Ejército argentino con el grado de capitán) constituyéndose en el primer militar argentino y latinoamericano en elevarse en globo.

Luego, prosiguiendo con los ejemplos fundacionales, otro entusiasta como Aarón de Anchorena ("el pariente loco de los Anchorena"), adquirió un globo esférico de 1.200 metros cúbicos en Francia, al que bautizó con el nombre de uno de los vientos más criollo y popular de nuestras tierras: "Pampero". Será en ese globo, como ya expresamos anteriormente, donde desapareció, no encontrándoselo jamás su cuerpo, el menor de los Newbery (1878 - 1908). Luego su hermano Jorge (1875 - 1914) continuará la senda de los vuelos y fundarán el también mencionado Aero Club Argentino, convirtiéndose además en uno de los impulsores del paso de los vuelos en globo a los primeros aviones de motor.

Despegó Matienzo

Lo cierto que cruzar Los Andes en un avión de motor era el sueño de todos los fanáticos de la aviación por ese tiempo. Matienzo se había preparado para eso y estaba convencido de su accionar. Partiría desde Mendoza a Chile junto a Antonio Parodi y Pedro Zanni (aviador egresado de la primera camada de pilotos de la escuela de aviación, y compañero de Manuel Félix Origone, el primer mártir de la aviación militar argentina).

La proeza de atravesar la cordillera buscaría ser realizada en 3 aviones franceses que el país galo había donado tras la primera guerra mundial. Parodi y Matienzo decidieron tripular dos pequeños aviones "Nieuport de 165 HP" y Zanni, un "Spad XII", algo más grande. El vuelo además tenía otro condimento: se haría en una escuadrilla coordinada con los tres aviones simultáneamente.

Los aviones de Parodi y Matienzo eran de poca autonomía de vuelo, dos horas y media apenas, aunque teóricamente suficientes para cruzar la Cordillera. Para concretar la hazaña, tenían que darse a favor dos circunstancias que ayudarían considerablemente: haber viento de cola (o por lo menos, no de frente) y no demorarse en tomar altura para no malgastar combustible.

El vuelo planeado en escuadrilla se realizó el 28 de mayo de 1919. Una primera complicación se dio en el avión de Parodi, que al despegar presentó una falla por lo que tuvo que desistir del intento y volver a aterrizar.

El avión de Zanni también sufrió inconvenientes al enfrentarse a un fuerte viento en contra, obligándolo a regresar a pista mendocina y abandonar la misión. Matienzo no advirtió el regreso de sus compañeros y siguió solo. Probablemente haya arriesgado más de la cuenta. Nunca se sabrá. Era Matienzo, que haciendo honor a otro aforismo, "se podrá matar al soñador, pero jamás al sueño", siguió hasta perderse en medio de cordillera.

Matienzo, un ídolo popular

La historia aeronáutica mendocina nunca pudo sustraerse de dos hechos que produjeron una enorme conmoción y trascendencia nacional. Primero, la muerte de Jorge Newbery en 1914 cuando haciendo una exhibición, su avión cayó en pleno corazón de Los Tamarindos (actual El Plumerillo - Las Heras), muriendo a la vista de todos en un espectáculo trágicamente dantesco. El hecho, y la forma, su vida joven, llena de hazañas que conjugaron al audaz aviador y al genial deportista con el seductor galán, lo inmortalizó como una leyenda, convirtiéndolo en el primer ídolo popular argentino, refrendado por la multitudinaria concurrencia (nunca vista) que participó de su velorio y por un amplio puñado de tangos, canciones, poemas, novelas radiales, almanaques y estampillas que lo veneraron.

Y el otro caso traumático en Mendoza fue la muerte de Matienzo. Nada se supo de Matienzo tras la caída del avión en mayo hasta el 19 de noviembre de ese 1919, siete meses después.

Las crónicas marcaron que pudo haber efectuado un aterrizaje forzoso y salir del avión. Seguramente, maltrecho y ante el frío cordillerano, sucumbió.

Quiso cruzar a Chile en avión, se estrelló en la cordillera y lo mató el frío: a 102 años de la frustrada hazaña de Matienzo

Sus restos fueron encontrados cerca de Las Cuevas, al abrigo del ventisquero "El Morro". Estaba sentado sobre una roca. Su cuerpo congelado y los cóndores le habían comido parte de la cabeza. En su bolsillo tenía un revolver Smith Wesson y en el pecho una insignia de aviador militar, más la divisa del "5º de Ingenieros" cuerpo al cual pertenecía, con una escarapela argentina que lo bordeaba. Había logrado aterrizar, pero el sueño, el cansancio y las lesiones lo vencieron antes de llegar al poblado lasherino.

El avión de Matienzo fue encontrado 30 años después por una patrulla a 15 kilómetros de donde había sido hallado su cadáver.

El cuerpo sin vida de Matienzo.

Y así murió Matienzo; "El loco". "Marchó tranquilo y sereno a una muerte casi certera, convencido que, si no lograba su objetivo, perecería salvando el honor nacional que creyó comprometido", como rezaba aquella placa que lo recuerda.

Matienzo, otra leyenda argentina que a pesar de la muerte nunca dejó de "volar" en el imaginario popular y que cada tanto "aterriza" en lecturas y recuerdos.

La indumentaria del aviador.

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