Fidela Ferreira, la maestra secuestrada en aquel malón que destruyó La Paz

Malones, negocios, mujeres y pasiones. En una nueva incursión por la historia, Gustavo Capone relata los hechos "un fatídico 22 de noviembre de 1868" con la incursión de un malón de indios ranqueles a La Paz.

Malones, negocios, mujeres y pasiones"La tragedia se desató sobre la Villa de La Paz un fatídico 22 de noviembre de 1868. El malón ranquelino cayó de sorpresa, permaneció en el lugar unas 24 horas, desde las 11 de la mañana del domingo hasta las 4 de la tarde del lunes. Entre los atacantes, unos 500, figuraban lanceros y un grupo importante de gauchos refugiados en los toldos. Al momento de partir dejaron detrás de sí las consabidas secuelas: incendios, muertes, cautiverios, depredación y estampida de la gente". (Juan Guillermo Durán. "El malón sobre la Villa de La Paz". Ágape. 2015).

El poblado paceño fue devastado por el malón de 1868. Se registraron cientos de muertos, campos incendiados, innumerables cabezas de ganado robadas y el cautiverio de una decena de mujeres. Algunas de ellas lograron escapar, mientras que otras se convirtieron en consortes de sus raptores. Una consecuencia directa de aquel malón fue el traslado de la villa cabecera (Villa Antigua) al actual enclave de la ciudad departamental y la creación de la Fortaleza del Este.

La Paz no solo fue históricamente la puerta de ingreso a Mendoza, esa condición estaba dada naturalmente por la frontera geográfica del Río Desaguadero, sino que además la villa era el ineludible nexo para el tránsito entre Buenos Aires con las ciudades chilenas y puertos del Pacífico. Esto determinó el preponderante valor de la Posta de Corocorto, transformando a La Paz en un lugar de extraordinaria importancia para la economía y política mendocina.

Fidela Ferreira, la maestra secuestrada en aquel malón que destruyó La Paz

Las bondades del Desaguadero, cuyas laderas eran productivos alfalfares, se convirtieron en el lugar imprescindible para los asentamientos de los arreos ganaderos que marchaban a Chile. Pero también la recaudación de impuestos "por peaje" sobre quienes ingresaban a Mendoza, hacían de la zona un sitio relevante para las arcas provinciales por la fuente de ingresos aduaneros que estos producían. Todo esto generó un vertiginoso crecimiento demográfico y económico de la región, convirtiéndose La Paz en uno de los pueblos más prósperos de Mendoza. Pero dicha pujanza comenzó a diluirse por los permanentes malones que amenazaron al poblado durante gran parte del siglo XIX, sobre todo cuando el gobierno nacional desprotegió la línea de fortines, utilizando las tropas milicianas para contener los avatares de las montoneras internas o abocarlos expresamente a la guerra contra el Paraguay (1864 - 1870).

Aristas de aquellos malones

La zona de Corocorto estaba acostumbrada a las "pillerías" y a los asaltos de los ranqueles, que frecuentemente acordaban con criollos desertores de las milicias o grupos de bandidos (capitanejos) para robar estancias o puestos ganaderos aislados. Estos bandidos buscaban refugio en las tolderías indias, lo que los obligaba a prestar servicios de inteligencia e intervenir en los malones. Básicamente robaban ganado vacuno, caprino y equino, bienes, armas y mujeres.

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Mucho de lo robado era vendido en Chile. Fue muy preciado el secuestro de mujeres, ya que eran solicitadas por una red internacional que desde esa época operaba organizadamente. Los comercializadores extranjeros no solo pagaban en efectivo a los bandidos (indios y/o criollos), sino que también hasta proveían a los jefes de los malones con armas cuyo calibre y calidad superaban al armamento de las milicias argentinas. Pero volviendo a los secuestros de mujeres, agregaremos que algunas eran vendidas en Chile y derivadas luego a países europeos. Antecedentes así lo reflejaran; muchas de las mujeres más bellas de los famosos cabarets parisinos fueron chicas argentinas robadas en los malones nativos.

El malón sobre la Villa Antigua de La Paz

Este malón fue distinto a todos. Fue arrasador y masivo. Estuvo encabezado por los caciques ranqueles Mariano y Epumer Rosas, arrollando todo lo que encontraron a su paso. Una crónica de diario mendocino "El Constitucional" del 12 de diciembre de 1868 sostenía: "La villa de La Paz ofrece actualmente el triste espectáculo de un pueblo cuyos habitantes se encuentran desnudos, sin cama i sin tener qué comer. Los indios han robado todo, i lo que no se han podían llevar, ha sido quemado por ellos mismos. Muebles, útiles de mesa i cocina, al extremo de no encontrarse una olla, un plato o una cuchara. Fue una invasión de salvajes i de gauchos ladrones".

La noticia llegó rápido a la Ciudad de Mendoza. El mensajero fue Nicomedes Ponce, comerciante paceño, quien le comunicó al gobierno provincial del ataque sufrido en su pueblo. Redactó un informe al gobernador mendocino, Nicolás Villanueva, donde hacía una descripción de la dramática situación, manifestando la magnitud de los saqueos, robos e incendios y también agregando una nómina de algunas personas fallecidas y secuestras. He aquí algunos fragmentos del informe: "Acabo de llegar de la Villa de La Paz; creo expresar la desolación y el llanto en que se encontraba aquella villa. Por lo que vi, se han llevado a Fidela Ferreira de Amparán, preceptora de niñas con 3 sirvientes, 2 mujeres y un niño. Balbina Araujo de Neira con 4 chicos. Dos hijas de Félix Zapata. Isabel Capdevila. Paola Gutiérrez con su chica de pecho. La mujer de Manuel Bazán con 3 chicos. Carmen Domínguez, la mujer de Juan Bautista Pianello (quien fue asesinado y quemado). Seis hijos de Agustina Barros. La mujer de Juan Esteban Díaz con 2 hijos. Carmen Quiroga. Daniela Capdevila. Vicenta Maravilla. Liberata N. de José Neira con 3 chicos. Josefa y Candelaria Oge. No recuerdo los nombres de los otros, pero serán 100 por todos. Muertos. Pianello (italiano), muerto y degollado en el incendio de su casa. Un sirviente mudo de doña Bartola Sosa, degollado. Alejo Contreras, degollado. Miguel Garrido y un hijo, lanceados. Un chasqui en marcha para San Luis, descuartizado. Un peón de Salvador González, lanceado. Indios muertos, dos". (nota al sr. Ministro de Gobierno Francisco Civit y al Gobernador de Mendoza Nicolás Villanueva, publicada en diario "El Constitucional" el 3 de diciembre de 1869. Fuente: J. G. Durán).

El cacique Mariano Rosas

Su verdadero nombre era Panguitruz Güer (1825 - 1877). Era el segundo hijo de Painé Güer (Painé: azul; Güer: zorro, en mapuche) y de una cautiva "huinca" ("invasor blanco").

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Panguitruz fue secuestrado por una partida de las milicias criollas cuando tenía 9 años y llevado ante el gobernador bonaerense de ese tiempo, Juan Manuel de Rosas, quien lo hizo bautizar y apadrinó enterado de que era hijo de un cacique famoso. De ahí tomó el nombre de Mariano Rosas.

El gobernador Rosas entonces, lo hizo trabajar en una de sus estancias, donde ya mostraba desde niño sus cualidades como gran jinete y hombre de las pampas. En el clásico libro "Una excursión a los indios ranqueles" de Lucio V. Mansilla (sobrino de Rosas) hay una descriptiva postal del caso. Pero volviendo a Mariano Rosas, logrará escaparse de la estancia, y ya teniendo 22 años volverá nuevamente a su toldería natal en Leubucó (La Pampa), donde terminará convirtiéndose en cacique.

Mariano Rosas fue un cacique particular. Se vestía como un criollo "huinca". Llevaba el nombre de "huinca". Almorzaba y cenaba en una mesa con mantel, vajilla de loza y cubiertos de metal. Se había bautizado y convertido al cristianismo. Se decía "federal" y supo tener ciertas consideraciones del poder central hasta la caída de Rosas en 1852. Es más, apenas llegado a su toldería de Leubucó, en 1834, recibió de su padrino Juan Manuel de Rosas un generoso regalo: "doscientas yeguas, cincuenta vacas y diez toros de un pelo, dos tropillas de overos negros con madrinas oscuras, un apero completo con muchas prendas de plata, algunas arrobas de yerba y azúcar, tabaco y papel, ropa fina, un uniforme de coronel y muchas divisas coloradas" (Lucio V. Mansilla).

Pero la situación cambiará cuando cayó Rosas. Siendo ya cacique producirá varios malones sobre Mendoza, Córdoba y San Luis recordados por lo sangriento. En ese tiempo tendrá lugar el triste malón sobre La Paz.

La cautiva Fidela Ferreira de Amparán

Fidela Ferreira había nacido en Rivadavia y provenía de una familia de maestros. Hija del matrimonio de José María Ferreira y Vivian "La Gringa" Glow (irlandesa).

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"La gringa" Glow se había casado en primeras nupcias en San Luis con un tal Fernández, que también había fallecido como víctima de un malón, y como consecuencia de su viudez se mudó a La Libertad (Rivadavia) donde empezó una nueva etapa afectiva y social.

La madre de Fidela ostentaba una gran cultura y sólida formación docente en base a un amplio bagaje cultural extraído de su aristocrática familia europea. Rápidamente se convirtió en la primera "preceptora" (maestra) de la zona y abrió una escuela en su propia casa (antecedente directo de la actual Escuela Nº 1 - 009 "Cornelio Saavedra"), dirigiendo los destinos del establecimiento basado en elementales seis materias: "lenguaje y lectura'; "aritmética y geometría'; "física y química'; "historia y geografía'; "religión" y "canto'.

Al amparo de esa familia se formó Fidela. Siguió la carrera docente al igual que su madre y una triste coyuntura marcó su carrera en el magisterio. Después del asolador terremoto de 1861, Mendoza debió ser reconstruida en su totalidad. Carlos González, gobernador provincial (1863 - 1865) recibió una partida de $11.500 de la Comisión Filantrópica de Buenos Aires a modo de donación, para tratar de paliar los daños del sismo. Con buen criterio, el Gobernador destinó el dinero a la construcción de 23 escuelas. Por decreto del 19 de abril de 1864 dispuso el surgimiento de los establecimientos bajo la denominación de "Escuelas Fiscales'. Entre ellos, 6 escuelas estarían ubicadas en la zona Este, siendo nombrado Benjamín Lenoir, cuñado de Domingo Faustino Sarmiento, como Inspector de Escuelas Fiscales.

Las escuelas se multiplicarán, y a las recientemente creadas, se sumarán 34 escuelas oficiales y 6 particulares en 1865. Fidela será designada en una de esas escuelas en 1866 como preceptora de niñas con un sueldo de 15$, partiendo a su nuevo destino: la vieja escuelita de Villa Antigua de La Paz, hoy la vigente Escuela Nº 1 -181 "Juana de Jesús Aguirre de Quiroga". (Archivo Histórico de Mendoza. Planilla de sueldos de Gobierno de Mendoza / 1864 - 1869. Fuente: investigación del Profesor Luis González, ex rector I.E.S. "Fidela Amparán" 9 - 005. 1989).

La expedición de Mansilla y los dos mundos de Fidela

El malón de 1868 marcó a fuego la vida del pueblo paceño. Pero también la vida de Fidela. Ya lo habíamos planteado en aquel informe presentado por Nicomedes Ponce al gobierno provincial. Fidela se encontraba entre las mujeres cautivas.

A los años del malón paceño, el general Lucio V. Mansilla comenzará su famosa "excursión a los indios ranqueles" en busca de un acuerdo de paz con los indios. Lo acompañarán dos frailes dominicos. Y así llegará hasta los toldos de Mariano Rosas en lo que se recuerda oficialmente como la misión de "Tierra Adentro. Rescate de cautivos y bautismo en los toldos". Como consecuencia, hubo un acercamiento con los ranqueles y se lograron rescatar algunos cautivos.

Sin embargo, algunas mujeres no quisieron volver. "Las mujeres capturadas por los aborígenes se veían obligadas a elegir entre dos mundos. A Lucio Mansilla, en su famoso libro, le confiesan claramente: ‘¿Para qué volver? ¿Para ser despreciadas?'. Muchas mujeres tenían sus hijos criados en las tolderías. Para la literatura nacional, volvían impuras, avergonzadas, manchadas, eufemismos para describir los vejámenes a los que habían sido sometidas. ¿Qué clase de vida tendrían en la civilización?, se preguntaban las cautivas. Mal que mal, se habían adaptado a las costumbres de los aborígenes". (Omar López Mato. "Malones y cautivas". Historia Hoy. 2021).

Nunca se supo nada más de Fidela, que al momento de su secuestro rondaría los 25 años, y cuyo rastro se perdió en alguna toldería ranquel siendo seguramente codiciada y presa de algún cacique o de un bandido rural, deslumbrado por la juventud y tez blanca de la maestra rivadaviense.

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El tiempo quiso que Fidela fuera rescatada por el fraile Burela, aquel religioso dominico que acompañó a Mansilla y que pactó con los nativos la recuperación de 17 "cristianos".

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Pero Fidela nunca volvió a sus pagos de origen. Recompondrá su vida lejos del Este mendocino. Lejos de aquel vasco Amparán, casi 30 años mayor que ella, que ya cuando llegó sola a La Paz como maestra, la había abandonado.

Ella cambiará su nombre por Felipa, se reinsertará a la vida social en San Antonio de Areco y volverá a la escuela. Con nuevo amor y un renovado acento ranquel.

Conclusión: La vida de esa maestra rivadaviense será una buena síntesis del devenir de nuestro tiempo y del "atroz encanto de ser argentino".

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