Los insultos

La Prof. Nené Ramallo se mete con los insultos, su origen y utilidad.

Profesora Consulta por la Universidad Nacional de Cuyo

En la actualidad, no se concibe prácticamente una conversación informal si no está salpicada de voces malsonantes y de insultos. Parece que una buena expresión solamente se logra con la inclusión de este tipo de vocablos.
¿Qué es una voz malsonante?
Según el diccionario académico, se llama 'malsonante' una expresión o una palabra que ofende el pudor, el buen gusto o la religiosidad. Ella resulta chocante para un hablante que se expresa en nivel culto y de manera formal. Una palabra puede resultar malsonante en un determinado contexto sociocultural y resultar neutra en otro.

Por su lado, el verbo 'insultar' y su sustantivo correspondiente 'insulto' se originan en el latín, respectivamente en "insultare", con el valor de "ofender, saltar contra", y en el bajo latín "insultus", como acción y efecto de aquel verbo, con el sentido de "agravio, injuria, ofensa".

Veamos de cuántas formas se puede usar verbos que indiquen insulto: el primero es "ultrajar": en su definición aparece el vocablo 'ajar', y aprendemos que este término proviene de "ahajar" con el valor de "tratar mal de palabra a alguien para humillarle": "Se complace en ajar a sus adversarios hasta avergonzarlos".

Otro sinónimo es ‘denigrar' que, etimológicamente, es "manchar, poner negro". Cuando se denigra a alguien, se lo desacredita y se ensucia su fama ante la opinión de los demás: "Es muy doloroso ver cómo lo ha denigrado frente a sus colegas". Se vincula mucho a este verbo, 'mancillar', que se define también como "manchar; quitar la buena reputación": "Me parece totalmente injusto que esos personajes de nuestra historia hayan sido mancillados desde hace mucho".

También se insulta cuando se trata a una persona con 'vilipendio', esto es, cuando su trato es hecho con desprecio y falta de estima: "Hay que ver cómo su figura aparece vilipendiada en los medios y en las redes". Cuando se quitaba el oro con que estaba dorado algo, se decía que se 'desdoraba', o sea, metafóricamente, que se deslustraba su virtud, reputación o fama. Este verbo se relacionaba con 'desdoro', que no es otra cosa que el menoscabo en el prestigio.

¿Qué diferencia hay entre 'afrentar', 'infamar' y 'macular'?

El primero tiene el valor de humillar a una persona; en una acepción hoy en desuso equivalía a "ponerla en aprieto, peligro o lance capaz de ocasionar vergüenza o deshonra": "Resultaba chocante ver cómo afrentaba a sus rivales".
Por su lado, ‘infamar' tiene una etimología transparente: es "quitar la fama", proveniente del prefijo negativo ‘in-‘ y la noción de 'fama' u opinión que la gente tiene de alguien: "Su reputación quedó infamada por un grupo de comentaristas irresponsables".

Nos queda por dilucidar qué significa 'macular': este verbo se relaciona directamente con el vocablo latino "macula", que significaba "mancha". Por eso 'macular' es "deslustrar la buena fama". En el extremo opuesto, tenemos el adjetivo "inmaculado, -da", que será quien esté totalmente limpio.

El verbo 'baldonar' puede ser también 'baldonear' y ambos significan "injuriar a alguien de palabra en su cara". En efecto, 'baldón' implica deshonor, agravio, oprobio: "Considero que ha baldoneado a la familia".

Tomamos algunos pensamientos sobre el insulto, como el de Diógenes de Sinope, cuando afirma "El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe". Esto significa que, si se pretende hacer daño al prójimo a través de la palabra, es mayor el perjuicio que se inflige a sí mismo el que lo dice.

Vamos a alejarnos recordando al inolvidable Roberto Fontanarrosa cuando, en el Tercer Congreso de la Lengua, en Rosario, en noviembre de 2004, disertó sobre las "malas palabras". Veamos algunas de sus afirmaciones: "La pregunta es por qué son malas las malas palabras, ¿quién las define?; ¿son malas porque les pegan a las otras palabras?; ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar?

Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al imaginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?.

Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural".

Y, al concluir, afirma: "Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar".