La conquista de las Huayquerías bajo la luz de la Luna llena
La novela Bonarda y Malarda, en su Capítulo XXXI de Marcela Muñoz Pan, todos los capítulos los pueden encontrar en Memo.
El entorno de las Huayquerías, con sus barrancas dentadas y sus estratos de lodo fosilizado, parecían un libro abierto de la historia geológica, donde cada capa de roca contaba un aluvión, una sequía, una vida que ya no estaba. La sed del paisaje era tan antigua como la sed del hombre por el poder.
Don Aldo, Don Gerónimo y el joven pretendiente de Ana Luisa (la otra hija de Malarda), Don Daniel, un geólogo especializado comenzó como a restaurar el ruido del silencio del cañadón con una actividad poco común y muy atractiva: turismo aventura con el senderismo y su conexión con la naturaleza más pura, con visitas guiadas a la luz de la luna llena, la denominó "La cabalgata a la luna". Él decía que había que aprovechar el viento que sonaba diferente entra las cuevas y el sonido único del agua como un murmullo creciente, limpio. Amigos podemos explotar estas huayquerías de una manera que no se pueden imaginar. Cuando los turistas lleguen a nuestro Mendoza Este van a quedar petrificados y reía como loco, con este lugar, en serio, no creo que exista un lugar de tanta inmensidad en esta tierra sedienta, todos reían a caracajadas por lo de petrificados, pero escuchaban atentos a Don Daniel, que de por sí tenía un tono audible, pausado justamente y con su experiencia profesional que selleba cualquier conversación. Un joven entusiasta y creativo.
Acá en este punto más inhóspito y desolado, el valor de las Huayquerias residía precisamente en su inmensidad geológica y su condición de testigo silencioso. No se trataba de un lugar a ser transformado, sino a ser interpretado, decía Daniel. Entonces queridos amigos hay que buscar opciones para la explotación económica del lugar, estoy pensando en un plan, tal vez lo central sería este contraste sensorial. Tenemos el recurso primario, tenemos la oferta "La cabalgata de la luna" sólo hay que posicionarla.
Si esto se podía llevar a cabo, los vecinos y turistas ante el asombro literalmente se petrificaría su magnitud, sería el gancho, la clave de conectar con una experiencia muy poco conocida. Con una infraestructura mínima y que el respeto por el entorno sea absoluto, se pensó en delinear una ruta de senderismo claramente demarcada, con guías capacitados en geología regional y turismo, con puntos que maximizaran la inmensidad del paisaje, incluso los artistas podían ir y pintar esas experiencias, los fotógrafos trabajar la luz que se ofrecía como una experiencia exclusiva y todo artista que quisiera dejar su impronta.
Don Aldo y Don Gerónimo asimilaron la propuesta y se veían entusiasmados, la conexión era simple y poderosa: el mismo viento que en el pasado había traído el abandono, ahora serviría de banda sonora para las rutas turísticas; el lodo fosilizado que había ocultado secretos, ahora se convertiría en la atracción principal.
Las Huayquerias, como un museo al aire libre, listo para generar riqueza a través del silencio, la sombra y la inmensidad de Mendoza Este. Los jóvenes en la cima de las mismas entre las coreografías de barrancas dentadas y estratos geológicos, ya no eran un mero paisaje de sed y olvido. Eran un manifiesto. Habían encontrado el Aleph del este, La gente no solo se petrificaría ante la magnitud de las Huayquerias, como Daniel había bromeado; se reinventaría al conectar con la inmensidad. El senderismo se convertiría en un encuentro con la naturaleza más pura, donde el hombre se siente pequeño, y por lo tanto, conectado a algo vasto.