Leé un capítulo del libro "Gallardo Eterno"
El periodista Sergio Borinski completa una trilogía sobre Marcelo "El Muñeco" Gallardo y River Plate. Empezá a leer el libro editado por Aguilar desde esta nota.
Con el rigor que caracteriza el trabajo periodístico de Diego Borinsky, un libro editado por Aguilar que completa el relato iniciado con Gallardo Monumental y continuado con Gallardo Recargado acerca del ya legendario ciclo de Marcelo "El Muñeco" Gallardo al frente de River.
Infinidad de entrevistas y un exhaustivo archivo reconstruyen los últimos cuatro años de una trilogía épica destinada a convertirse en ineludible material de referencia para el hincha riverplatense.
"Ha sido una historia hermosísima". El 13 de octubre de 2022 Marcelo Gallardo anunció finalmente lo que todos los integrantes del mundo River se resistían a escuchar. Y lo hizo dejando grabada una frase que viajó a través de tatuajes, remeras y stickers. Después de ocho años y medio, el Muñeco le puso término al que fue el ciclo más importante en la historia del club, no sólo por los catorce títulos ganados, las cinco eliminaciones consecutivas a Boca y la ya legendaria final de Madrid, sino por un legado que va más allá de los éxitos deportivos.
Tercer episodio de una saga iniciada con Gallardo Monumental y continuada con Gallardo Recargado, Gallardo Eterno recorre los últimos cuatro años de su gestión (2019-2022) y traza un balance completo, con viajes permanentes hacia el pasado que permiten descubrir vivencias inéditas del protagonista central de esta era única e irrepetible. Con capítulos repletos de sorpresas, las historias de los hinchas a los que el Muñeco marcó de un modo impactante, infinidad de testimonios y los conceptos que transformaron sus ruedas de prensa en verdaderas lecciones del fútbol y liderazgo, Gallardo Eterno cierra el círculo de una trilogía que no puede faltar en la biblioteca de todo riverplatense que se precie. Una conclusión a la medida de un viaje épico que nadie olvidará.
Un fragmento de Gallardo Eterno
Guardia baja
Lunes 11 noviembre de 2019, en doce días River jugará la final de la Copa Libertadores ante Flamengo. Es la una del mediodía y estoy parado en la esquina de Salvador Lagomarsino y 25 de Mayo, Parque San Martín, localidad de Merlo, zona oeste del conurbano bonaerense. En el ingreso a la Escuela Primaria Nº 12 Almirante Guillermo Brown reluce, sobre la puerta angosta, un cartelito hecho a mano que dice: "Bienvenido", con letras de diferentes colores. Se asoma una maestra con guardapolvo. Clic.
Le mando la foto a Marcelo. La foto sola, sin texto ni mensaje de voz ni nada.
-¿Qué hacés, Dieguito? ¿Ya estás por el barrio del Parque San Martín? Ja, ja, ¡no te perdés una, eh! -me responde a los cinco minutos con un audio, con música de fondo, por lo que intuyo que viene en auto, precisamente, hacia esta esquina.
-Obvio, ¡cómo no voy a estar en semejante evento! Ya llegué al barrio, te espero -le contesto.
Marcelo Gallardo no pisa la Escuela Almirante Guillermo Brown, su escuela primaria, desde que terminó séptimo grado. Es decir, hace más de treinta años. Ni siquiera era el Muñeco en ese momento, para tomar dimensión de cuánto tiempo ha pasado. Es increíble que alguna vez Muñeco y Gallardo no hayan sido la misma persona.
A las dos y media de la tarde está previsto que se inaugure su Biblioteca Futbolera, un proyecto creado por el escritor Ignacio Irigoyen, que consiste en donar doscientos libros -cien de contenido deportivo y cien de interés general- a la escuela donde el ex futbolista cursó la primaria. La idea es que, a través de la presencia de ese referente de la comunidad en la inauguración, y luego ya con los libros en un rinconcito de la escuela, los chicos se enganchen con la lectura a través del contenido deportivo para después abarcar el resto de las áreas. Ya se habían creado más de setenta bibliotecas de este tipo en distintas localidades de la Argentina y también en países vecinos. Personalmente, había estado en la inauguración de la de Matías Almeyda en Azul, la de Franco Armani en Casilda y la de Ariel Rojas en Garín, y realmente fue muy difícil salir de allí sin haber derramado lágrimas. Los chicos preparan láminas, discursos, coreografías, canciones y decoran, con sus vocecitas y su inocencia, tardes cargadísimas de emoción. Logran conmover al invitado.
Después de haber estado en tres inauguraciones y sabiendo que Marcelo no pisaba su escuela primaria desde hacía más de treinta años, no tenía dudas de que viviríamos una jornada de sentimientos intensos. No me equivoqué.
Llegué temprano para recorrer los pasillos, las aulas y el patio, y para detenerme a observar los diversos collages que habían preparado los chicos. La escuela tiene una entrada muy pequeña por la esquina y no está demasiado cambiada con relación a cuando estudiaba Marcelo, según me contaría Marta, la hermana dos años menor de Marcelo -un calco del Muñeco-, quien llegó con Paola, la hermana más chica, y con papá Máximo. La familia vivía a doce cuadras de la escuela y Marcelo iba caminando, al principio acompañado por sus padres, luego solo y más tarde llevando de la mano a Marta, ya haciéndose cargo de su rol de hermano mayor.
Nunca había charlado con las hermanas de Marcelo, más allá de algún saludo intercambiado al paso. Tienen cuatro y tres hijos respectivamente; entre ellos, un par de mujeres, que son la debilidad de Marcelo, quien solo trajo al mundo varones. Cuatro varones. Paola es la más parlanchina, hace animaciones de fiestas y trata de llevar una vida normal, no le gusta "chapear" con el apellido. Me cuenta que cuando van a votar, hay tres páginas completas de Gallardo en el padrón, así que puede pasar inadvertida. Si le preguntan si tiene algo que ver con el Muñeco, ahí suele tirar algún chiste. "Somos personas comunes, tenemos una vida normal, de hecho, en un rato, a las cinco de la tarde, tengo que animar una fiesta", me explica Paola, mientras esperamos que llegue el invitado especial. Y evoca aquellos tiempos en que todos se prendían al programa futbolero del fin de semana y ya se perfilaba claramente la personalidad de su hermano: "Para mí era un embole ir a todos los partidos que jugaba Marcelo en las inferiores, nos perdíamos el día entero. A veces el partido era lejos y había un micro para la familia de los jugadores y ahí íbamos los cuatro todo el día, acompañando. Mi vieja lo tenía cortito a Marcelo. El carácter de Marcelo es el de ella, mi viejo es más relajado". Máximo será muy relajado, pero las lágrimas se le escapan con facilidad. "Ya me lloré todo desde que entré, yo lloro todo el tiempo. Todavía me emociono cuando cantan en la cancha, debería estar acostumbrado, pero no es así", admite Machu, tal como se lo conoce en la zona.
Las paredes de los pasillos están repletas de láminas preparadas por los chicos: muchas biografías escritas por ellos, acompañadas por fotos -recortes de diarios, en realidad-, también dibujos. En el escenario principal, donde luego Marcelo se sentará para ver, escuchar, hablar y lagrimear, luce un telón con la palabra "Bienvenido", un dibujo bastante bien logrado del Gallardo entrenador y, al lado, el de un Gallardo pequeño remontando un barrilete, su actividad preferida de niño. Por suerte para millones de hinchas, en algún momento hizo el clic y la pelota pasó a ser su juguete preferido.
La convocatoria es para los chicos, docentes, familiares y amigos de Marcelo y para la prensa, por lo que al comenzar a correr la noticia de que el hijo pródigo se acercaba al barrio -su padre y sus hermanas, con sus respectivas familias, siguen viviendo en Merlo-, la gente se ha ido agolpando en la puerta. Marcelo ingresa al patio de la escuela directamente con el auto, porque de otro modo hubiera sido muy complicado, con el acceso principal tan pequeño. Se toma unos veinte minutos para recorrer los pasillos y aulas, para observar las láminas y luego sube al escenario ante el estruendo del clásico "Muñeeeeeco, Muñeeeeeco" de cada fin de semana, aunque esta vez entonado en un tono más finito que el habitual, ya que es interpretado por cerca de 500 chicos de entre 6 y 12 años.
"Estudiar les va a ayudar a ganar el partido más importante de todos, que es el partido de la vida", arranca Ignacio Irigoyen, sentado arriba del escenario, junto a Marcelo. Nuestro hombre tiene el rostro duro, suspira profundo, abre la botella de agua que tiene al lado y se sirve en un vasito de plástico celeste.
Se canta el himno, más tarde se retiran las banderas de ceremonia y una docena de chicos se pone a hacer un "esquema gimnástico con pelota". Pasado en criollo: esquivar conitos, hacer jueguitos individuales y luego pases de primera, todo en un pequeño espacio, quizá con la ilusión de que algún día puedan ser dirigidos por el Muñeco, que los observa desde arriba del escenario y cada tanto deja escapar una sonrisa melancólica. Tiene los ojos vidriosos. Leé más con clic aquí.