El secreto de la belleza incompleta
Cultivar mosaicos con las manos, cosechar ritmos con los pies, y brindar en la casa del bosque, que sabe a arte y a encuentro. Lo cuenta Marcela Muñoz Pan.
Era domingo en el Valle de Medrano, se fundieron en los rayos de luz los antiguos árboles, el refugio de arquitectura, los colores del Mosaiquismo, las amigas divertidas en Waldhaus (Casa del bosque), para crear flores naranjas, amarillas y verde lima. Ese rato de conexión con el arte, la cultura española y la riqueza del terruño, con la amabilidad de su anfitriona Elizabeth Loos, ese rato es el secreto de la belleza incompleta.
La tarde revelaba las primeras capas de la experiencia con lo táctil, los colores, las formas, donde aprendimos que la belleza no reside en lo entero, lo completo, sino en la unión armónica de las piezas, cada diminuto azulejo es una vivencia, un recuerdo entre risas y lo fugaz. La sensación de ir pegando cada pedacito de mosaico es una forma nueva y sólida de recrearse, como son las amistades, de ir consolidando el compartir y el aprendizaje en conjunto. Los gatitos también acompañaron la tarde, impetuosos como son, con su ronroneo como queriendo participar también. Una genia la profe con su arte @artesaniassilcriv.
De vez en cuando se dejaba lo "protocolar" para dar paso a un tapeo bien caserito con unas papas espectaculares, las agüitas saborizadas y unos vinos dignos de semejante fusión. No hubo silencio, mucho menos cuando el aire de las sevillanas encendió el baile español, las bulerías como pasiones destiladas, la expresión de raíces profundas que nos remitían a nuestros inmigrantes. Cuando digo inmigrantes rememoro a nuestros bisabuelos, abuelos, pero también éramos inmigrantes de paso como las que fuimos desde San Martín, Ciudad, Maipú, Tres Porteñas y muchas personas se habían enterado de esta tarde de Mosaiquismo ¿por dónde, si no? Por Memo.
Una pausa con su respetuoso silencio concentrado en las bailarinas, los rojos y los pañuelos se pusieron en movimiento, el ritmo de los tacones como pisoteo de la uva que libera sus jugos, las curvas de los brazos y el floreo de las muñecas emulaban la sensualidad de las jóvenes como si buscaran los misterios en el cielo, allí donde el bosque es magia. En cada zapateo y giro se liberó la energía contagiada por la calidez del grupo, transformando el espacio boscoso en un tablao improvisado.
Entre una actividad y otra, el tapeo y los vinos iban cerrando la tarde, cada tapa simple y deliciosas era recordar que los mayores placeres se encuentran en la sencillez y la compañía. La Casa del Bosque no es solo un lugar, es un ecosistema de bienvenida, donde los secretos se sirven junto a una copa y la amistad es el ingrediente principal.