Carrodilla, un surtidor a la vera de la beatitud

Recorrido por callejeros íconos del agua, esta vez en la zona de Luján de Cuyo, por Matías Edgardo Pascualotto, autor de "Las políticas hídricas y el proceso constitucional de Mendoza".

Matías Pascualotto

El área que ocupa la zona de Carrodilla, distrito emplazado en el confín sur del departamento de Luján de Cuyo, en límite con el departamento de Godoy Cruz, tiene una historia particular. En dicho espacio ubicamos la antigua Parroquia del mismo nombre, paradigmático ícono de la cultura religiosa local, representativa de la protección de la viña y sus frutos.


Recuerdos de antaño: un surtidor de aguas callejero

La zona aferra testimonios vivos de la Mendoza colonial, dada la existencia, junto al santuario, de la histórica casa Solanilla, monumento arquitectónico que resistiera los embates del cruento terremoto de 1861, y que perteneciera antaño a una de las familias antiguas del lugar. Dicho núcleo parental sería el artífice de la introducción de la Virgen patrona de los viñedos desde España en el siglo XVIII.

Me dirigí a sus alrededores, a efectos de relevar la existencia de un surtidor de aguas callejero que ubican los testimonios en la esquina de calles San Martín y Carrodilla, frente al templo.

Luego de estacionar mi coche en una de sus calles, oteé las cuatro ochavas, lugares característicos para la estratégica ubicación de los surtidores... y no los encontré. Dirigí la mirada un poco más allá, junto al edificio de ladrillo visto del calvario, emplazado unos 150 metros hacia el noroeste de la parroquia, a la vera del canal Zanjón... nada. Lo busqué sobre la vereda este de la calle San Martín, junto a la hijuela Lemos (antigua hijuela Gómez Lemos), sobre la vereda norte de calle Carrodilla. Tampoco estaba allí.

Carrodilla, un surtidor a la vera de la beatitud

Hecho esto, y libreta en mano, elegí uno de los negocios de la zona, una casa de quinielas ubicada en la antigua edificación que protege el flanco izquierdo del playón delantero del edificio religioso, y me dirigí al mismo.

Algunos rastros

Dentro del local de quinielas, Daniel, dueño del lugar, me facilitó algunos aportes para las averiguaciones, referenciando a un antiguo vecino, mientras Jorge, cliente del lugar, me indicara en charla espontánea, en referencia al surtidor, que: "...la canilla esta(ba) en la puerta del calvario, más o menos en dónde han puesto las bicicletas (refiere al lugar para aparcarlas), tenía forma abovedada...me acordé de cuando venía al calvario, que era pendejo (sic)...y tomábamos agua... que decían que era del Río Blanco...".

Ya fuera del local, otra vecina de la cuadra, Fanny López, cuya infancia transcurriera en la zona de Flor de Cuyo, en cercanías al sector, haciendo memoria nos informa de otro surtidor que se ubicaba en dicha barriada. "En calle Félix Frías había uno, ya no existe, e íbamos a buscar agua de chicos porque no había agua corriente".

Por otra parte, preguntando en la farmacia ubicada al frente de la parroquia, sobre calle San Martín, Sonia y Lucía aportan datos sobre el surtidor que buscábamos: "(estaba) en la esquina que está sobre Carrodilla (refiriéndose a la esquina noreste), y es "agua del Río Blanco"- afirman- , ...venían con los bidones a llenar, estaba dónde está el cartel luminoso ( expresan señalándome cartelería callejera de publicidad)...era como una lápida ovalada y en el centro tenía el surtidor (describe una de ellas gesticulando sobre la altura del mismo, el cual marca por señas en aproximadamente medio metro).

A ello, Diego, integrante también del equipo de la farmacia, suma un dato: "era color como de ladrillo gastado".

Sumando contradictorios datos testimoniales, que lo ubicaban, unos en la vereda del actual calvario, otros, sobre la esquina antagónica, junto a hijuela Lemos, nos dirigimos al almacén ubicado junto al edificio de quinielas, colindante a la parroquia, y en entrevista con Eliana, su dueña, y Belén, empleada del local, expresa esta última que: "yo me crie acá". Luego de lo cual, con señas, me marcó el lugar de ubicación del surtidor, en el cual de chica, -cuenta- jugando, se dio un golpazo. Señaló Belén que "...estaba frente al edificio del calvario, al lado de la (actual) ciclovía...".

Testimonio al cual sumamos el de Don Omar Jacinto Arias, abuelo de Belén, que justo entraba al negocio (lugar de compras y encuentro vecinal) y brindó su testimonio de épocas pasadas: "....una cuadra más allá había otro, y en Vialidad (en referencia a las instalaciones de la institución que se ubican en las cercanías) también".

Así, con algunas dudas respecto al emplazamiento, volví por la tarde a entrevistar a otro referente de la zona, al cual me habían referenciado gran cantidad de vecinos.

Certezas sobre el surtidor y muchos recuerdos

La entrevista que haría la tarde del pasado jueves al vecino Carlos Pleitel, a quien, como me habían indicado "probablemente encontrará en uno de los bancos" (de los que ocupan la vereda de calle Carrodilla para descanso de los vecinos y parroquianos), traería grandes novedades.

No me costó reconocer al vecino por las señas, sentado en uno de dichos descansos de calle Carrodilla, y hecha la presentación, sostuvimos una extensa charla en la cual, con gran paciencia y cortesía, me indicó precisos datos del surtidor.

Habitante antiguo de la zona y de profusa memoria, tras su barba gruesa y con su gran crucifijo al cuello - el cual le confería, tras el fondo del lugar, una estampa de otros tiempos-, tuvo la gentileza de señalar copiosas remembranzas.

Luego de informarme que, varios metros más al este, ya sobre calle Morales, "frente a la panadería" había otro surtidor, "en el que unas vecinas cargaban tres damajuanas de aguas cada una, de esas grandes, como de 10 litros, llevando dos de ellas en sus manos, y otra sobre la cabeza atada con unas bandas de tela", según sostenía recordar, se avino a mostrar el lugar exacto de emplazamiento del surtidor que yo buscaba ubicar.

Nos dirigimos a paso lento a la vereda del Calvario (la cual al final ganó su apuesta de ubicación), y en la intersección noroeste de calles San Martín y Carrodilla, junto a la actual ciclovía, y afirmado en los vestigios de unas casi enterradas bases de cemento, me indicó con su índice el lugar del emplazamiento del surtidor, el cual "era un surtidor redondito, de cemento, como los que había antes", según indica, en coincidencia con los testimonios anteriores.

Muchos recuerdos comentó el vecino, cuyos antepasados, emparentados con los Solanilla, trajeron -conformé manifestó- la virgen al lugar dónde se emplazaría la parroquia, bajo cuyo altar mayor, dormirían su eterno descanso alguno de sus ascendientes. "El viejo Solanilla era suegro de mi abuelo, Don Tomás Manuel Pleitel", manifiesta.

Remembranzas hiladas con infinitos trazos vecinales de su infancia, en la cual se veía entrando al viejo almacén (el mismo que en el cual testimoniara yo, por la mañana, a sus actuales propietarios), y entre cuyas paredes la señora de la casa hacía el tuco en una gran olla, que ellos, niños, sopaban con pan. "Cuando estaba Pozzobón (antiguo dueño de dicho local) molían el café, de acá se sentía (comenta cuando ya charlábamos a varios metros del local)... vendían todo suelto, café, yerba."

Final de un surtidor entre memorias

Retomando la reseña de nuestro surtidor, concluimos (tristemente) en la confirmación de su desaparición, pudiendo (felizmente) rescatar el lugar de su antigua ubicación, tras los indicios de los escombros de sus bases. El testimonio anterior, más la paciencia para acompañarme al lugar e indicarme el sitio del que fuera su emplazamiento, resultó fundamental.

Allá, a metros de la curva de la hijuela Lemos, había una vez un surtidor...

EL AUTOR. Matías Edgardo Pascualotto. Máster en Historia.


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