Comunicándonos en aguas movedizas: la paradoja de la conexión en el turismo rural
"El turismo rural en la sociedad líquida se enfrenta a la ardua y sigilosa tarea de redefinir la conexión", escribe en esta columna Marcela Muñoz Pan.
La sociedad líquida, como la definió Zygmunt Bauman, se caracteriza por la fluidez, la inmediatez y la precariedad de las relaciones. Nos comunicamos a través de una miríada de plataformas digitales, tejiendo redes efímeras y fragmentarias. Esta nueva realidad contrasta fuertemente con la búsqueda de lo auténtico y la conexión con la naturaleza que impulsa el turismo rural. Surge entonces una paradoja: ¿cómo conciliar la hiperconexión de la sociedad líquida con la desconexión que se busca en el entorno rural?
El turismo rural, en esencia, promete una escapada de la vorágine digital. Se busca la tranquilidad, el contacto humano directo y la inmersión en la cultura local. Sin embargo, la omnipresencia de la tecnología se filtra incluso en los rincones más remotos. Los viajeros documentan cada paso de su experiencia en redes sociales, buscan reseñas online de restaurantes y actividades, y se mantienen conectados con su "otra vida" a través de videollamadas y mensajes, pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿realmente conectan, se conectan, nos conectan?
Esta contradicción genera tensiones interesantes. Por un lado, la tecnología facilita el acceso al turismo rural: se pueden reservar alojamientos, encontrar información sobre destinos y conectar con comunidades locales con un solo clic. Por otro lado, la constante conexión digital puede erosionar la experiencia misma del turismo rural, impidiendo la desconexión real y la inmersión en el presente, sin contabilizar la memoria de los pueblos, sus orígenes, sus problemas reales y no las de los blogueros donde todo es maravilloso, sin crear ningún tipo de contenido genuino, todo es transitorio, pasable, caras bonitas y nada más, todo se licua cuando pasa exactamente mientras está pasando, que ni siquiera pudiste hacer una captura de pantalla.
La clave parece residir en un uso consciente y equilibrado de la tecnología y en bajar cambios a la hora de querer conectar, es decir, en vez de consultar Instagram, consulta con el dueño de la posada, o el enólogo que hizo "es vino" que a vos te gustó, aunque no tenga estrellas ni firmamentos. El reto está en aprovechar las herramientas digitales para enriquecer la experiencia del turismo rural sin que estas dominen por completo la interacción con el entorno y las personas. Se trata de encontrar un punto medio entre la documentación obsesiva y la desconexión absoluta, permitiendo que la tecnología facilite el viaje, pero no lo defina, no lo deguste por ustedes, ustedes son los catadores de su propia experiencia. La experiencia no se traslada ni se adopta, se la conoce nada más.
El turismo rural en la sociedad líquida se enfrenta a la ardua y sigilosa tarea de redefinir la conexión. Ya no se trata solo de conectarse con la naturaleza, sino también de reconectar con nosotros mismos, con los demás y con un ritmo de vida más pausado, aprendiendo a navegar en las aguas movedizas de la comunicación digital sin perdernos en la corriente de lo efímero. Si se conecta con la naturaleza de la ruralidad se encuentran las raíces de luces y sombras que trascienden la temporalidad.
Promover un turismo consciente y responsable donde los turistas aprecien y respeten esos ecosistemas culturales, históricos y patrimoniales que van más allá de la moda del momento en vivencias reales y significativas, sostenibles para el medio ambiente y la interacción con el mismo. La misma naturaleza nos enseñará a fluir, ella siempre está ahí esperando que la admires, la respetes y la quieras para volver una y otra vez, no en vano la canción "Canción de las simples cosas", escrita por Armando Tejada Gómez (letra) y César Isella (música), y popularizada por Mercedes Sosa, nos devuelve esa imagen sensorial única, amara esas cosas simples, porque te aseguro que viajarás más libre de equipaje.
Si el turista, incluso los vecinos que desean hacer turismo rural, pasan a ser guardianes de los lugares que visitan, fomentan ese sentido de pertenencia tanto local como global. Las conexiones genuinas con un paisaje turístico, donde las personas puedan fluir al lado del río de la vida y no por drones altísimos que ni siquiera pueden pasajeros, aumentan las probabilidades del éxito y la volátil pasa a un último puesto. Brindo en estas aguas movedizas por las experiencias fluidas y la tierra que nos sostiene.