Mendoza cada día más lejos de soñar el crecimiento

La provincia de Mendoza hace más de diez años que no crece y no hay perspectivas que pueda salir de la trampa populista en la que ingresó hace más 30 años.

Rodolfo Cavagnaro

Hace más de 20 años decíamos que Mendoza debía salir de la trampa de producir commoditties en el desierto y en minifundios. En general no hemos salido de ese esquema, aunque una mejora cualitativa de la producción de vinos abrió las puertas al enoturismo y con ello a la alta gastronomía. Pero no hay que engañarse.

Las bodegas viven de los productos más baratos, más masivos, los que sacan mayores volúmenes y permiten ingresar los mayores recursos. Los vinos de alta gama no son masivos, representan pequeñas partidas. Además, en todo el mundo, las zonas que tienen vitivinicultura, donde se hacen grandes vinos, no deben su riqueza a estos ricos caldos sino a las industrias de alta tecnología que están en la zona. El vino es el embajador y el mejor relacionista público, pero no genera riqueza suficiente para que una zona pueda vivir solamente de él.

El turismo, de la mano del vino le puso una impronta nueva a esta actividad que está muy atrasada en el diseño de productos mientras la oferta hotelera y de conexiones aéreas hizo crecer las posibilidades de atraer nuevos visitantes.

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Esta semana, el Ieral de la Fundación Mediterránea presentó su informe anual y las perspectivas y es notable cómo en Mendoza creció el desempleo y la pobreza. Si bien hay datos similares al resto del país, esta provincia hay pecados que no puede cometer porque parte de una debilidad de base: es un desierto. Como tal, está organizado en oasis formados en los cursos de los 4 ríos principales.

Pero aparte del factor de ocupación, los oasis requieren cuidado para no deteriorar su delicado equilibrio y uno de los pecados que se viene cometiendo es aumentar el gasto del Estado, tanto a nivel provincial como municipal en forma incesante en los últimos 30 años. Esta trampa populista mató a muchas empresas y acobardó a muchos empresarios.

Para financiarlo se crearon impuestos y luego se fue aumentando la tasa del gravamen. Y el ejemplo que citan los economistas es Ingresos Brutos, el impuesto más distorsivo del país.

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Este gravamen se aplica en cada paso y se va acumulando como nuevo costo, por lo cual se va multiplicando en proporción geométrica. Un dato de interés es que la tasa más alta es para las actividades que son de mano de obra intensiva. Los políticos, con tal de financiar su fiesta no se fijan y no tiene límites.

Todos están preocupados por la creación de empleo privado, pero existen varios problemas para que esto ocurra en forma masiva. En principio, las leyes laborales. Los costos son cada vez más altos mientras los impuestos vienen a sumar.

Al costo de un producto, que tenga cargado un costo laboral equivalente al 50% del precio de venta, luego se le aplica IVA e ingresos brutos. Estos dos impuestos se aplican sobre el valor final, por lo que estamos pagando IVA e Ingresos brutos sobre la masa salarial, lo que hace que la incidencia de los costos laborales sea cada vez mayor.

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Hace un tiempo algunos políticos y algunos empresarios comenzaron a discutir sobre una nueva matriz productiva para Mendoza y realmente uno debería preguntarse si alguien puede fijar una matriz productiva, más allá de un ejercicio teórico. Mendoza se hizo sin ninguna matriz, solo con leyes que facilitaban inversiones y el trabajo y con empresarios dispuestos a trabajar y arriesgar.

Estamos tan acostumbrados a que los políticos nos digan lo que tenemos que hacer, sin saber nada, que parece normal discutir una matriz productiva. Y todo porque una pueblada bien organizada tiró por la borda una ley que permitía explorar las posibilidades de desarrollar la minería.

Es muy difícil pensar que con políticos y empresarios, todos bien intencionados, que piensan de esta manera, Mendoza pueda construir un futuro promisorio. En esta provincia que, siendo un desierto, el agua se vende por metro cuadrado en la zona urbana y por hora en la zona agrícola. Con semejante antigüedad solo convalidamos el derroche de un recurso estratégico que escasea cada vez más. No hemos sido capaces de resolver esto por temor a las quejas.

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Más que fijar una matriz productiva, que siempre es aleatoria y demasiado rígida para momentos de cambios tecnológicos tan veloces, debemos pensar en términos estratégicos para saber qué debe aportar cada uno.

En principio, el Estado debe revisar toda la legislación impositiva y laboral y si no se hace ahora solo consolidará una situación de exclusión de más del 50% de la población para los cuales, además, no habrá plata para sostenerlos con más subsidios.

Quizás habría que pensar que en el mudo actual se negocian más bienes intangibles que bienes físicos y que para ello es necesario proveer una infraestructura de conectividad que permita esas actividades. Y como estamos muy alejados del mundo, debería pensar en producir bienes pequeños, livianos y de muy alto precio, como para que puedan ser exportados vía aérea.

Pero esto solo son ideas que deben germinar en cada empresario que va a invertir. El temor es que la permanente introducción del Estado haya matado la iniciativa y hoy estemos ante dueños de empresas muy dispuestos a cumplir las órdenes de los políticos, que, como ya hemos dicho, no saben nada.

Claramente, así no podemos seguir. También está claro que, con estas leyes y este sistema productivo antiguo, a Mendoza le sobra 1 millón de habitantes, pero como tiene el doble, estamos frente a un problema grave donde la puja distributiva se transforma en apropiación forzosa por parte de los sectores más fuertes.


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