Mario García: El profesor que transformó el ejercicio en un acto de humanidad
En el gimnasio de Mario García, cada entrenamiento comienza con el tañido de una campana forjada en solidaridad. Ese sonido representa su legado: un emprendedor que rehabilita cuerpos, levanta espíritus y construye comunidad.
En Maipú, Mendoza, hay un gimnasio donde cada persona que cruza la puerta no sólo busca fortalecer su cuerpo, sino también su espíritu.
Ese lugar lleva el nombre de su fundador, Mario García, un profesor de Educación Física que ha hecho de la rehabilitación y el bienestar integral una verdadera vocación de vida.
Con más de 35 años de trayectoria, Mario es mucho más que un entrenador: es un referente de compromiso, disciplina y empatía.
Una vida dedicada al movimiento
Mario García.
"Soy de la promoción 79 del INEF", recuerda Mario con orgullo. Fue allí donde comenzó a forjarse el camino profesional que soñaba desde chico, inspirado por sus profesores de primaria y por el deseo de devolver a otros lo que la educación le había dado. Tras graduarse, trabajó diez años junto al reconocido profesor Rodríguez, donde se formó y adquirió una base sólida que más tarde complementó con estudios en Buenos Aires y Europa.
"Con la ayuda de mi tío Pedro pude abrir mi propio gimnasio", cuenta. Lo hizo con esfuerzo, alquilando un pequeño espacio que con el tiempo se transformó en un centro de referencia en Maipú. Hoy, instalado en un predio rodeado de verde, sobre calle Juan B. Justo al 2212, su gimnasio es mucho más que un lugar para hacer ejercicio: es un refugio de bienestar y comunidad.
El ejercicio como herramienta de salud y superación
Lejos de centrarse únicamente en lo estético, Mario siempre entendió la actividad física como una herramienta de salud. "Empezó apuntando a la rehabilitación de lesiones óseas, tendinosas y ligamentosas", explica. Su experiencia lo llevó a entender que, más allá del músculo, lo que realmente importa es recuperar la movilidad, la confianza y la alegría de vivir.
En su gimnasio, cada rutina tiene un propósito humano. Personas que llegan tras cirugías o accidentes encuentran no solo un tratamiento físico, sino un acompañamiento emocional. "Tengo una alumna que llegó en brazos después de un choque frontal, y hoy sigue viniendo después de 33 años. Ver su sonrisa me emociona. Ella me enseñó que, si tuviera que volver a pasar por todo lo que pasó para llegar a este presente, lo haría sin dudar", relata conmovido.
Esa historia, como muchas otras, refleja una filosofía que Mario resume con una metáfora: "La vida a veces te pone en vertical. Y quien sabe hacer una vertical, aprende a mirar el mundo al revés. Desde esa perspectiva, las adversidades se transforman en oportunidades para crecer."
Rehabilitar el cuerpo, pero también el alma
La comunidad que se ha formado en torno al gimnasio de Mario no se explica solo por los resultados físicos. "Quien entra por la puerta del gimnasio, lo tomo como si fuera un familiar", dice. En ese espacio, las personas dejan los problemas afuera y encuentran contención, afecto y motivación.
No es casual que muchos de sus alumnos lo describan como un "rehabilitador integral". Fabián, uno de ellos, le escribió durante la entrevista: "Mario rehabilita, pero no solo en lo físico, también en lo mental, por la ayuda que le da a los demás."
Esa vocación solidaria también se expresa más allá del gimnasio. Mario ha movilizado a jóvenes de Maipú en campañas solidarias, como cuando organizó donaciones para las familias afectadas por las inundaciones en Santa Fe. También ha impulsado iniciativas comunitarias que combinan ejercicio y valores, como la creación de campanas escolares hechas con materiales reciclados, símbolos de unión y compromiso. "Hemos donado más de 30 campanas a escuelas, La que tengo en mi gimnasio está dedicada a mi esposa Patricia", cuenta emocionado.
De la docencia al emprendimiento con propósito
Además de su labor privada, Mario trabajó casi tres décadas en escuelas de Luján de Cuyo. "Fue una forma de devolver lo que recibí", dice. La docencia le permitió acompañar generaciones de estudiantes y mantener viva la pasión por enseñar.
Pero también se reconoce como emprendedor. "Cuando volví de Europa en el 85, soñaba en grande. Allí vi equipos de trabajo de 35 profesionales, y entendí que si cada uno sabe mucho de lo suyo y un poco de lo de los demás, se puede construir algo grande. Mi gimnasio es pequeño, pero funciona con ese mismo espíritu."
Durante la pandemia, cuando debió cerrar durante siete meses, pensó que todo podía acabarse. Sin embargo, el tiempo lo obligó a reinventarse. "Recibí ayuda de mucha gente solidaria y me di cuenta de cuánto había recibido en la vida. Desde entonces trato de devolverlo siempre." Esa resiliencia y capacidad de adaptación son, sin duda, rasgos que definen al emprendedor mendocino.
Una filosofía de vida: soñar en grande y trabajar con amor
A sus años, ya jubilado de la docencia, Mario sigue trabajando todos los días. "No sé hasta cuándo, pero sigo adelante", dice entre risas. Su rutina no es solo entrenamiento físico, sino una práctica de vida basada en el respeto, el esfuerzo y la empatía.
"Hay que soñar en grande y trabajar mucho", repite. Su historia lo demuestra: de un pequeño espacio alquilado a un gimnasio propio; de un sueño de juventud a un proyecto que ha cambiado la vida de cientos de personas.
En su trabajo diario se mezclan roles: entrenador, psicólogo, amigo, consejero. "La gente viene con sus problemas, y uno debe acompañar, escuchar, motivar. No siempre es fácil, pero tampoco imposible. Las satisfacciones son enormes."
Esa cercanía y ese compromiso se reflejan en la comunidad que lo rodea. Los mensajes de sus alumnos lo confirman: "Gracias por ayudarme a volver a vivir después de una operación de columna"; "Gracias por enseñarme a mirar el mundo al revés y encontrar la fuerza en la adversidad".
La campana que suena como símbolo de humanidad
En el ingreso de su gimnasio hay una campana única, forjada con restos de bronce y cientos de llaves recicladas. Es un símbolo del espíritu que impulsa a Mario y a su gente.
"Cada alumno que llega la hace sonar como saludo. Es una campana que ejercita la humanidad", cuenta con orgullo.
Esa misma campana recuerda la solidaridad que lo caracteriza. La suya es una historia donde el músculo y la emoción se entrelazan, donde el esfuerzo físico se convierte en herramienta de esperanza, y donde el emprendimiento se vive como una misión de vida.
Un legado de esfuerzo y humanidad
"Estas pequeñas empresas, estos pequeños trabajadores, son los que empujan al país hacia adelante", afirmó en la entrevista. Y tiene razón. Historias como la suya son las que dan sentido al segmento Emprendedores con Historia de EntornoPyme RadioPost FM: relatos de vida donde el trabajo, la pasión y la solidaridad se unen para construir comunidad.
Mario García no sólo entrena cuerpos: entrena corazones. Su legado está hecho de disciplina, generosidad y humanidad. Y mientras la campana del gimnasio siga sonando, cada tañido recordará que el verdadero ejercicio está en levantar a los demás.