Murió el pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola

Ibarrola desempeñó un papel crucial en la vanguardia artística de España durante la segunda mitad del siglo XX.

El pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola murió a los 93 años en el hospital de Galdakao, tras décadas de haber protagonizado la vanguardia vasca de los años 50 del siglo XX, cuando fundó el grupo Equipo 57, y tuvo un fuerte compromiso político que le llevó a ser encarcelado por el franquismo y, después, a sufrir los ataques contra sus obras por su activismo contra ETA.

Ibarrola desempeñó un papel crucial en la vanguardia artística de España durante la segunda mitad del siglo XX. Durante la época de la dictadura, en 1957, se integró en el colectivo artístico conocido como Equipo 57, que se dedicaba al arte abstracto geométrico. Su labor artística siempre estuvo entrelazada con su compromiso político, ya que, en calidad de miembro del Partido Comunista, fue apresado en 1962 y sometido a juicio por un tribunal militar, que lo condenó a nueve años de prisión.

Mientras se encontraba en la cárcel de Burgos, innovó creando esculturas a partir de pan, al tiempo que continuaba plasmando en papel y telas extremadamente delicadas imágenes alusivas a la represión, la tortura, la cárcel y la resistencia antifranquista.

Tras su liberación, persistió en su trayectoria artística y fundó colectivos como la Escuela Vasca, Gaur, Emen, Orain y Danok. Mantuvo su compromiso político activo y, dos años después, en 1967, retornó a la prisión, siendo esta vez recluido en el penal de Basauri, donde permaneció hasta 1969.

Entre sus creaciones destaca el "Bosque de Oma", una intervención pictórica sobre los pinos de un bosque cercano a su caserío, que ha sido reabierta hace menos de un mes tras una restauración liderada por su hijo José, la Universidad del País Vasco y la Diputación de Bizkaia.

En sus últimos años, se retiró de la esfera pública debido a problemas de salud. "Me identifico con mi tierra vasca y mis propiedades en España, así como con muchos lugares alrededor del mundo, aquellos en los que vives y aquellos que conoces intelectualmente. Me considero ciudadano del mundo. No dependo tanto del País Vasco para respirar, aunque en ocasiones ni siquiera me lo han permitido", compartió en una entrevista con el diario español El País.

Afirmaba con convicción que había cumplido con su deber como ciudadano, pero hasta el final albergó una duda persistente. "No estoy completamente seguro de haber logrado lo que anhelo: ¡crear hasta el final, carajo!".

Aquellas diminutas obras hechas con migajas de pan en Arco se erigen como su epitafio y la confirmación de que, de alguna manera, continuó su labor creativa hasta el último momento.