A 50 años de la Tragedia de los Andes: ¿qué hicieron la noche previa en Mendoza?

Se cumplen 50 años de aquel viernes 13 de octubre de 1972, en el que el "avión de los uruguayos" cayó en la cordillera mendocina. El testimonio de Carlitos Páez y el recuerdo de la noche previa.

Carlos Páez, más conocido como "Carlitos" Páez, es uno de los 16 sobrevivientes de la Tragedia de los Andes, ocurrida un viernes 13, en octubre de 1972, cuando sobrevolaban la cordillera en territorio mendocino, cayendo en el departamento de Malargüe.

Hijo del reconocido artista Carlos Páez Vilaró, el joven de 18 años era uno de los uruguayos que iban a Chile a jugar un partido de rugby aquel fin de semana, en el que esperaban aprovechar el tipo de cambio, conocer Santiago y "salir con chicas", como contaría posteriormente.

Esta y otras tantas "historias mínimas" detrás de la Tragedia de los Andes fueron relatadas por Páez en 2017 al autor de esta nota, durante una extensa entrevista de la que surgió algo desconocido por la mayoría: la noche anterior a la tragedia estuvieron en Mendoza.

Homenajes y monumento a 50 años de la tragedia de los Andes

Los chicos uruguayos y los familiares partieron desde Uruguay el jueves 12 de octubre de 1972 rumbo a Santiago, pero las condiciones meteorológicas sobre los Andes obligaron a la tripulación a hacer una escala en El Plumerillo para recién al día siguiente volver a despegar rumbo al sur y cruzar la cordillera hacia Chile a la altura de Malargüe.

Entre otras cosas, Carlitos Páez recordó que el jueves 12 cenaron en el restaurante Avenida, cuyo dueño era un uruguayo que no les cobró; que los famosos zapatitos que aparecen en la película "Viven" los compró Nando Parrado en el centro mendocino; y que luego de tomar una botella de vino, cayó en una acequia.

- Poco se sabe de ese tema y la película más famosa sobre el tema no lo muestra. Pero ustedes en la noche del 12 de octubre se quedan por razones climatológicas.

- Sí, nos quedamos en Mendoza y lo que recordamos en los siguientes 70 días fue Mendoza, porque fue la última comida, el último restaurante, las últimas personas que habíamos visto. Mendoza fue para nosotros un referente, porque estuvo bien presente.

- ¿Te acordás qué hicieron aquella noche del 12 de octubre en Mendoza?

- Fuimos a comer a un restaurante que se llamaba "Avenida", que era de un uruguayo (Manuel Iglesias). Recuerdo que le cantamos el himno y el tipo se emocionó y no nos dejó pagar, lo que nos vino bárbaro porque queríamos guardar la plata para Chile. En el momento yo tenía 18 años y habíamos conseguido 70 dólares para ir a Chile, por lo que no queríamos gastar nada.

- ¿La idea era jugar el partido de rugby, pasear el fin de semana y volver el lunes?

- No era solo la idea jugar al rugby. El tipo de cambio nos ayudaba mucho. Lo que esperábamos era salir con chicas, comprarnos ropa, esa idea de adolescentes. Pero bueno, nos quedamos un día en Mendoza en donde lo pasamos bárbaro. Me acuerdo que me tomé una botella de vino y me caí en una acequia. Y ahora vemos menos acequias de las que recuerdo de aquella época.

Carlos y Carlitos Páez, tras el rescate en la cordillera.

- Una de las cosas que alguna vez leí de Nando Parrado es que los zapatitos que aparecen en la película los compró en Mendoza. ¿La madre los compró?

- Sí, los compró en Mendoza. No fue la madre (ella moriría en el accidente en los Andes), fue él quien los compró a un sobrino porque no sé si era el cumpleaños o qué. En realidad eran azules, pero en la película los pusieron rojos porque se veía mejor como color.

- Entre muchas de las cosas que no refleja la película está el tema de la noche, en el medio de la nada, adentro de los restos del avión. ¿Ustedes no veían absolutamente nada?

- No veíamos absolutamente nada. Además, yo dormía en contra de una ventana y me ponían un espejito para que pudiera ver la Luna llena, es que era el único vínculo que yo tenía con mi madre.

- Sobre el accidente en sí, ¿el último error del piloto es darles mal la ubicación a ustedes? Porque ustedes pensaban que estaban en Chile y estaban en Argentina, muy cerquita de Malargüe.

- Efectivamente. El piloto murió de inmediato y el copiloto quedó vivo y supongo que decía cosas que le había dicho el comandante. Ellos decían que habían pasado Curicó y realmente no habíamos salido del territorio argentino. Empezaron a bajar convencidos de que ya habían pasado Curicó (esa confusión fue la clave del accidente, ya que al estar convencidos de haber pasado Curicó, giraron con rumbo al norte, estando aún en medio de la cordillera de los Andes).

- Un "momento bisagra" fue aquella avalancha que terminó matando a muchos de sus compañeros.

- Sin dudas, sin dudas. Pero creo que el momento más bisagra fue en el día diez, cuando nos enteramos que no nos buscaban más. Ese fue. Ahí cambia la historia. Dejamos de esperar que nos fueran a buscar y empezamos a buscar nuestra propia historia, que es quizás uno de los aspectos más potentes: esto de dejar de esperar el afuera para confiar en uno mismo, algo que muchas veces no hacemos en la vida cotidiana porque estamos todo el tiempo esperando que la ayuda venga de afuera.

- ¿Qué pasó a partir de entonces? Ustedes eran un grupo de jóvenes que, incluso, la mayoría, no conocía la nieve. ¿Cómo fueron esos 70 días antes de que Nando y Canessa salieran a buscar ayuda?

- El único referente de nieve que yo tenía había sido en Mendoza en el año 1969, que había venido a pasar cuatro días. Había ido a Vallecitos y a Villavicencio. En Uruguay no hay nieve. La altura mayor que tenemos en Uruguay es de 500 metros, así que, nada. Y bueno, fueron días durísimos, de pelear para salir de allí. Finalmente con un trabajo en equipo natural, porque el ser humano está diseñado para trabajar en equipo, logramos que se prepararan Nando (Parrado) y Roberto (Canesa) para que salieran en la búsqueda, en un viaje descomunal, de 10 días en las condiciones más hostiles y... lo logramos. Es una historia de éxito considerada por la National Geographic como la historia de supervivencia más grande de todos los tiempos, protagonizada por gente común. De allí que nuestras conferencias están buenas, porque la gente se siente involucrada desde el principio, como que a cualquiera de ellos les podría haber pasado.

- El hecho de que se haya tratado de un equipo de rugby, ¿fue fundamental para que hayan podido sobrevivir todo ese tiempo?

- ¿Sabés qué? No fue tan fundamental. Por supuesto que el rugby se apoderó de la historia, naturalmente. Pero si vos te ponés a pensar, al final, de los que iban a jugar el partido de rugby, solamente cinco quedaron vivos y los otros 11 no eran rugbiers. En realidad fue la cultura del equipo y la misma educación que teníamos todos, fue lo que más ayudó. Además, la gente se cree que éramos rugbiers como Los Pumas y en realidad, éramos jugadores del colegio. Es una historia de juventud. Yo tenía 18 y por eso creo que es una edad en la que deben saber que se pueden protagonizar grandes cosas.

- ¿En qué te sostenías? ¿Cuál era tu pilar?

- Mi pilar era todo el grupo, pero básicamente mi madre me había dado un rosario que lo rezábamos todos los días. El rezo era uno de mis pilares. Pero debo decir una cosa: solamente rezando de la cordillera no se salía. Si no le poníamos acción, no salíamos de allí. Pero podemos decir que el rezo fue fundamental, porque servía para la introspección, la cercanía con Dios y nos ayudó muchísimo.

- ¿Qué te quedó humanamente?

- Me quedaron cosas buenísimas que tiene el ser humano, como son la solidaridad, el trabajo grupal, tomar decisiones, la adaptación al cambio, cómo evolucionamos, cómo nos transformamos. Yo era un chico malcriado, de desayuno en la cama; yo tenía niñera en aquella época, para que tengas una idea. Y de pronto, me fui transformando y convirtiéndome en un tipo útil. Son cosas importantes como ser humano. Yo cuento esta historia como si fuera que le pasó a otro. Trato de mantenerla con la edad de los 18 años, porque tampoco me gusta intelectualizar una historia que fue maravillosa de lucha por la vida. Es un homenaje a la vida permanente.

Parrado y Canesa junto al arriero que los encontró: Sergio Catalán, quien murió en 2020.

- ¿Vos armaste las bolsas de dormir con las que salieron a la búsqueda de ayuda Nando y Roberto?

- Sí, es la cosa más importante que he hecho en mi vida.

- ¿Cómo hiciste para armar esas bolsas de dormir con el objetivo de que no muriera ninguno de los dos por la noche?

- Mirá, ellos trajeron de la cola del avión una tela acolchada que servía de aislante de la calefacción o del aire acondicionado. Yo pensé que se podía transformar en bolsas de dormir y sabía en dónde había una bobina de cobre. No sé si era de un aparato de radio o qué, y había unas agujas. Así que me puse a coser unas bolsas de dormir que lo hice tan pero tan bien hecho, que ni Christian Dior podría haberlo hecho así. Aclaro que fue mi orgullo mayor porque era lo único que pude aportar para la expedición.

- ¿Volviste alguna vez al lugar del accidente para compartir la experiencia con la familia?

- Yo volví una vez, éramos 11 sobrevivientes y después con Discovery Channel para hacer un documental, y vuelvo para los 45 años. Voy a traer a mis nietos y a mis dos hijos. Será la última vez que vaya porque es un tema que ya lo tengo bastante superado.

- Nando Parrado regresó a Uruguay con el chip totalmente cambiado y quiso correr en autos y lo hizo, nunca se había imaginado y lo hizo. ¿Cómo te cambió a vos?

- Nosotros nos fuimos a Chile siendo gente normal y volvimos siendo gente famosa en el mundo. Seguimos hablando de este tema como si hubiera sido hoy. Cada periodista te quiere preguntar y yo tengo 3 ó 4 entrevistas por mes, son 102 conferencias en el mundo en México, Colombia, España, Chile... me la paso en esto porque creo que está bueno compartir una historia que es de lucha y de éxito, y de homenaje a la vida.

- ¿Tu mamá y tu papá siempre te esperaron, sabían que ibas a volver?

- Absolutamente. Más mi madre que mi padre. Mi padre hizo lo que mi madre le mandaba, porque me buscó hasta el final incansablemente.

- ¿Te pasó lo mismo que a Nando, que su padre le vendió algunas cosas?

- No, no. Me acuerdo que cuando leí el libro de Parrado en un viaje de Montevideo a México, le mandé un mail en el que le dije: "Gracias Nando por hacerme dar cuenta que al lado mío se estaba viviendo una historia totalmente diferente", porque las historias están entretejidas cuando vos interactuás con otra gente. Fijate que a Nando no lo esperaba nadie: le habían vendido la ropa, la moto, su madre y su hermana no estaban (murieron en el accidente). Y en mi caso, yo tenía toda la ropa colgada en el ropero, todos me esperaban... todas son historias diferentes aunque hayamos vivido el mismo episodio.

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