Esto dijo Nicolás Avellaneda al recibir los restos de San Martín

El discurso del presidente Nicolás Avellaneda ante la repatriación de los restos de José de San Martín en 1880.

La crónica de la época en que fueron repatriados los restos de José de San Martín a la Argentina, 1880, indican que "el presidente argentino Nicolás Avellaneda, visiblemente emocionado, comenzó su alocución invocando una frase del célebre orador romano Quintiliano".

"Pocas palabras ante tan magno hecho."

Y luego expresó:

"La obra de la glorificación es completa.

Ved ahi la estatua del primer soldado de la América, montado sobre el caballo de batalla que mayor espacio haya recorrido en la tierra después del de Alejandro.

Señores.

La carrera pública del General José de San Martín, concluyó con la abdicación del gobernante en Lima y no hizo sino atravesar su país dilacerado por las facciones.

¡Cuánto cuesta el adiós a la Patria en medio de la vida!

José de San Martín, en palabras de Sarmiento

Es más doloroso que el adiós a la vida misma y los hombres más fuertes puedan apenas arrancar de su pecho un gemido supremo.

San Martín tuvo un único pensamiento: la independencia de América.

Y ese pensamiento gobernó su conducta.

La América mostrará, entre sus monumentos, el sepulcro del primero de sus soldados.

La República Argentina guardará los despojos del más glorioso de sus hijos.

Sombra del Gran Capitán, vuestro último voto se encuentra cumplido:

¡Descansáis en vuestra tierra!

Levantaos para cubrirla...

Señor oídnos:

Las Naciones más poderosas están sometidas a trágicas vicisitudes y la historia de este siglo se halla llena de tristes ejemplos.

San Martín y Sarmiento: punto de encuentro

Seis naciones viven independientes dentro de las líneas trazadas por la espada del Gran Capitán.

Señor: proteged la independencia de nuestra Patria y la santa integridad de su territorio contra todo enemigo extraño.

Tendremos ahora a los pies de la estatua los despojos mortales del Gran Capitán, que vienen desde lejanas regiones conducidos por la gratitud de su pueblo.

Están cubiertos, no con el paño del sepulcro, sino con la bandera que su brazo tremoló victoriosa.

¡Que vuestro brazo invisible trace murallas de fierro en las fronteras, para que la bandera que hicisteis flamear en las cumbres más excelsas de la Tierra, no sea jamás uncida al carro de un vencedor!".

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