Sobreponerse siempre: José de San Martín, "el siete vidas"

Será imposible detenernos a puntualizar cada circunstancia en las cuales San Martín las pasó "fieras"; muchas de ellas al borde de la muerte. Pero haremos un resumen de algunas situaciones que tuvo que sortear. Algunas conocidas, otras no tanto.

A la suerte hay que ayudarla

Cuando la realidad supera la ficción.

Una máxima futbolera, muy de tablón, reza: "a veces pega en el palo y ‘dentra', y otras (señal de la yeta) pega en palo y ‘va fuera'. Y bueno, estaba escrito". Justificaciones relativas que nos dejan conforme solamente por un rato, aunque la realidad siempre invita a reflexiones más profundas.

He aquí algunos ejemplos que involucran trágicamente a nuestro General. Y lejos de dudar sobre el genio y talento de Don José, las circunstancias fortuitas también componen una parte importante en la vertiginosa coyuntura que surcará el destino de hombres y mujeres. Pero si bien, está más que probado que "a la suerte hay que ayudarla", es indudable que los sucesos contingentes colaborarán a construir el devenir de los pueblos, pareciendo muchos ellos el resultado de la imaginación del mejor escritor, cuando en esencia fueron el fruto del esfuerzo y la convicción.

El Indestructible

Será imposible detenernos a puntualizar cada circunstancia en las cuales San Martín las pasó "fieras"; muchas de ellas al borde de la muerte. Pero haremos un resumen de algunas situaciones que tuvo que sortear. Algunas conocidas, otras no tanto.

En una breve introducción al tema, escribiré lo básico sobre todas "las de Caín" que tuvo que atravesar en su derrotero cotidiano. Comencemos. Estas son algunas de las "pestes" que lo achacaron y acompañaron toda su vida. Varias desde joven. El asma, la basilosis (una especie de tuberculosis), el reuma, la úlcera, la gastritis, las hemorroides gangrenadas, insomnio, un constante estreñimiento y cataratas en sus últimos años. Agreguemos, los 17 enfrentamientos en acciones de guerra defendiendo a la corona en sus 22 años de servicio militar español. Luchando contra los moros en África, por tierra o abordando una fragata. Contra los ingleses, portugueses o franceses. Estando prisionero. Cruzando los Pirineos o peleando a bordo de un navio en las costas de Cartagena sobre el Mediterráneo. En la selva o en los desiertos. Y ya en América con todo lo conocido desde San Lorenzo hasta el frustrado regreso en 1829 después del fusilamiento de Dorrego. Cruce de Los Andes mediante. Temperaturas bajo cero. Fiebre. Animales desbarrancados y cientos de soldados muertos. Batallas y traiciones. Además de lo padecido en el exilio europeo hasta su muerte.

En fin, nadie muere en la víspera, mucho menos San Martín, el de siete vidas. Hasta ahí la introducción.

"Una que sepamos todos"

Quien no estuvo en un cumpleaños, fogón o reunión familiar, y de repente cuando aparece (casi milagrosamente) una guitarra, el improvisado cantor sugiere: "Una que sepamos todos". Bueno, va: "Cabral en San Lorenzo salvando a San Martín". Y de eso, la amplísima mayoría, algo sabemos.

Juan Bautista "zambo" Cabral y su altruismo inundaron las páginas de nuestra historia. El "Negro" Cabral era hijo de don José Jacinto, un indio guaraní y de una esclava negra, Carmen Robledo. Los papás de Cabral estaban al servicio del hacendado Luis Cabral, donde presumiblemente José Jacinto perdió su apellido guaraní para incorporar el de su patrón, como era costumbre entonces en esos "pagos".

En tanto; el histórico óleo de Julio Fernández Villanueva grafica la escena. Y lo dice también la marcha. "Cabral soldado heroico / cubriéndose de gloria / cual precio a la victoria / su vida rinde, haciéndose inmortal (...)".

Aunque para ser justos también, la actitud y el arrojo heroico de Cabral debió ser compartido con el Granadero Baigorria. Otro grande del hecho histórico, que evitó con su entrega que un "realista" atravesara a San Martín con una bayoneta, "salvando la libertad naciente", como refrenda la emotiva marcha de Carlos Benielli y Cayetano Silva.

Sobreponerse siempre: José de San Martín, "el siete vidas"

 

Sobreponerse siempre: José de San Martín, "el siete vidas"

La Madre Patria. La madre.... de Juan de Dios

En la batalla de Albuera, la última en que participó San Martín "jugando" con la camiseta de España (16 de mayo de 1811), tuvo un enfrentamiento directo con un oficial de caballería francés. Fue herido en el brazo izquierdo. Debió haberse cubierto la estocada sin mostrar el perfil lastimado, y tras engañar a su rival con un fulminante contrataque de derecha (cual pelotazo del mejor Andrés Iniesta) atravesó su espada sobre el adversario ante el delirio de sus soldados que desde una especie de platea miraban azorados la escena.

Sobreponerse siempre: José de San Martín, "el siete vidas"

"Marshal Beresford faces a Polish lancer in the Battle of Albuera". T. Sutherland, 1831.

Beresford militar británico estuvo a punto de ser derribado por un soldado - lancero polaco (grupo de mercenarios, que peleaban a sueldo para Francia).

Tiempos Dinámicos: En tiempos de la Batalla de Albuera, España estaba aliada con Inglaterra. El comandante máximo de esa alianza fue Beresford, quien tuvo protagónica participación en las Invasiones inglesas al Río de la Plata de 1806. Después de la toma de Buenos Aires fue nombrado Gobernador de Buenos Aires por 3 meses hasta la reconquista por el patriota nacido en Francia: Santiago de Liniers.

Otra situación donde los dioses volvieron a estar de su lado, fue cuando entró de "cazuela" (casualidad) en un canje de prisioneros con los británicos después de haber sido tomado prisionero a bordo de la Fragata Santa Dorotea, tras la muerte de 20 soldados y 72 heridos. Desventuras en los llanos, en las montañas, en los desiertos, en las selvas. La que faltaba era en el mar. El canje con los ingleses (uno ya los conoce) fue mil británicos por tres soldados que peleaban por España. Estoy exagerando; pero fue una proporción así. Y entre esos tres soldados, ¿quién? Sí: Él. 

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"La Batalla de Cartagena". Óleo sobre tela. E. Biggeri.

El cuadro representa la acción entre el navío ingles Lyon y la fragata española Santa Dorotea, en la cual estaba embarcado el 2º teniente del regimiento de Murcia, José de San Martín.

Una más. Fue en la Batalla de Arjonilla (en realidad la batalla fue en la Posta de Santa Cecilia). En Arjonilla, famosa por su excelente aceite de oliva, en el corazón de Jaen (Andalucía), se firmó "el parte final de guerra", según consta, con "bombos y platillos", en la Gaceta de Sevilla de junio de 1808.

La cosa es que el ejército napoleónico se encontraba en Andújar, a cuyo frente se estaba el general Dupont. En medio de esa situación el ejército español llegaba desde Córdoba. Así pues, la vanguardia española estaba formada por 21 soldados, al frente de los cuales venía el teniente José de San Martín, encontrándose con 50 coraceros franceses de frente, que al ver a los españoles retrocedieron en busca de una mejor posición hasta la Posta de Santa Cecilia. Hacia allí los persiguieron las fuerzas de San Martín resultando muertos 17 franceses, según el parte de batalla que destaca el valor de Don José. Al respecto allí se indica que, "los enemigos estaban formados en batalla, creyendo que San Martín con tan corto número no se atrevería a atacarlos, pero este valeroso Oficial únicamente atento a la orden de su jefe puso a su tropa en batalla y atacó con tanta intrepidez, que logró desbaratarlos completamente".

Volviendo a la lucha. Lo destacado de esta batalla no fue sólo este triunfo español. Otra vez San Martín estará al borde de la muerte, y de no haber sido por la acción del soldado Juan de Dios, del cual la historia no ha registrado su apellido, quien "se jugó la vida" cuando al verlo rodeado de enemigos, se hizo presente y derribó a un francés de su caballo. Luchó con otros dos y hasta sirvió de escudo humano para proteger al oriundo de Yapeyú, según narra la historia que enorgulleció al pueblo arjonillero: "(...) Juan de Dios quedó herido, pero siguió luchando. Un Sargento de Húsares de Olivencia, Pedro de Martos, ayudó a San Martín a ponerse de pie y le ofreció su caballo. Los españoles ganaron la batalla. San Martín fue ascendido a Capitán y Juan de Dios, condecorado".

En 1984 fue colocada en Arjonilla, por iniciativa de la Embajada Argentina, una estatua ecuestre en homenaje al General San Martín y al soldado que en éste hecho le salvó la vida.

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Monumento en el Parque Municipal Luis Alonso Salcedo (Ciudad de Arjonilla) Obra del escultor Agustín de la Herranz Matorras, pariente de San Martín.

"Por los Caminos del Vino"

Hay muchas más donde "se salvó de chiripa". Cuando lo confundieron con el General Francisco Solano Ortiz de Rozas y lo quisieron linchar "por traidor y profrances". La película argentina de Jorge Coscia interpreta por Rubén Stella, "El General y la fiebre" (1993), caracterizan elocuentemente el momento, cuando en sus sueños delirando de fiebre, relata el episodio que lo persiguió siempre. O la caída sufrida en Falmouth, en la costa sur de Cornwall, Inglaterra, cuando un vidrio le hirió gravemente su brazo izquierdo. O cuando en el Valle de Huaura, donde instaló la base de operaciones del batallón militar, después del desembarco en el Puerto de Pisco (Perú), el ejército se sumergió en las trágicas epidemias de paludismo y disentería, sin afectarlo terminalmente, pero activando su vieja úlcera que lo tuvo siete días vomitando sangre.

Sobreponerse siempre: José de San Martín, "el siete vidas"

Desembarco en Puerto de Pisco - Perú. Óleo de Carlos Wood - Museo Nacional de Chile. Charles Clotsworthy Wood Taylor (1792 - 1856). Oriundo de Liverpool; pintor; marino; investigador contratado por EEUU; agente de espionaje. Acompaño a San Martín en el mismo navío hasta Perú. Tuvo la tarea de infiltrarse en las filas españolas. Fue el creador del escudo chileno

Y ya en el exilio, tal vez otra vida "gastada" fue la epidemia de cólera en 1832 que hacía estragos en Francia (su lugar de residencia por entonces), donde tuvo que padecer 7 meses de enfermedad. En su correspondencia textual: "me ha tenido al borde del sepulcro y que me ha hecho sufrir innumerables padecimientos; en fin, los baños minerales de Aix, en la Saboya, que fui a tomar en setiembre pasado, me han repuesto y aliviado un tanto".

Pero voy a contar un acto propio de la inseguridad del momento aquel, cuando joven soldado imperial. La cosa fue que, en el pueblito de Cubo del Vino, también conocido como El Cubo de la Tierra del Vino o simplemente "El Cubo", municipio español de la provincia de Zamora y de la comunidad autónoma de Castilla y León, camino obligado entre Valladolid y Salamanca, fue asaltado por cuatro bandoleros y quedó herido en la mano y el pecho. Eran cuatro pandilleros contra él. Y volvió a salir triunfante. Peleó solo sorteando el asalto gracias a su formación militar. Solo, y por los caminos del vino.

"Los 60 Granaderos" y las aguas milagrosas

Si hay una postal bien mendocina entre lo que implicó la gesta libertadora y la estrecha comunión entre el líder y sus soldados, el padecimiento y la esperanza, es claramente la cueca de Hilario Cuadros y Félix Pérez Cardozo, donde se describe a un humilde arriero rogando ante Cristo Redentor por las almas de sus paisanos que se habían enrolado en el ejército libertador. Y estos valientes, según la cueca, transportaron al General hasta las aguas termales de Los Cauquenes, a la ribera del río Cachapual, a 30km de la ciudad chilena de Rancagua, confiados en restablecer la salud de Don José.

La versión romántica de la historia asegura que dichas aguas milagrosas le salvaron la vida de San Martin. "El más grande, entre los grandes", como dice la canción.

Sobreponerse siempre: José de San Martín, "el siete vidas"

San Martín en Cauquenes. Óleo de Fidel Roig Matons.

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