Eje del mal versus Eje del mal

"¿Qué debe hacer la comunidad internacional, si es que algo le corresponde, con un pueblo que tiene ideas que no concuerdan con las que creemos son las mejores?". Pablo Gómez se mete con el nuevo viejo problema del mundo: Afganistán.

Pablo Gómez

El retorno de los talibanes al poder en Afganistán ha desatado una ola de quejas mundiales, en una clara muestra de observancia parcial de solo un sector de la maldad, reflejada por los dueños de los medios de comunicación del planeta, cuyos intereses en el conflicto deberían obligarlos a avisar que, sus supuestas noticias imparciales, no pasan de ser solo opiniones subjetivas.

Los talibanes, en mi opinión, y como todos los extremistas, son mala gente. Y cuando digo "extremista" no lo aplico como sinónimo de terrorista ni de subversivo, tal como se utilizaba al término en nuestro país hace ya casi medio siglo atrás. Hablo de extremistas como personas que tienen creencias de fe que no aceptan cuestionamientos en lo más mínimo, en general basadas en la lectura literal de sus libros sagrados; y como estos escritos de las distintas religiones han sido redactados en su mayoría hacen ya algunos miles de años, su lectura literal lleva a un machismo exacerbado, homofóbico y misógino entre otras varias cualidades.

Pero lo cierto es que, hablando ahora específicamente de la realidad afgana, la sociedad de ese país es machista, misógina y homofóbica de todos modos, con o sin talibanes en el poder; por este motivo, la forma en que se muestra en los medios internacionales el ascenso de los extremistas al gobierno, como coartadores de libertades, aunque mostrando una realidad, no deja de ser exagerada. La verdad es que en nombre de la denominada "república" de Afganistán, que ocupaba la capital de ese país hasta hace poco tiempo, ya se asesinaban, secuestraban y torturaban civiles. Los sobornos consumían aproximadamente la cuarta parte de los ingresos del país, y según un informe internacional alrededor del 90% de las mujeres había sufrido algún tipo de abuso; hasta hace un par de años, ni siquiera estaban autorizadas a conducir vehículos. La homosexualidad, en la república recientemente derrocada, era castigada con pena de prisión. En cuanto a la libertad de expresión, reportes internacionales daban cuenta de que casi la mitad de los ataques contra periodistas se realizaron por parte del gobierno.

¿Esto significa que es bueno que los talibanes detenten ahora el poder? Para nada; este sector del islamismo es aún más ortodoxo que los derrocados, por lo que las cosas seguramente van a ser aún peor. Pero el objeto de esta nota de opinión es dejar en claro que no se está derrocando a un gobierno de libertades, sino que los afganos están saliendo de un mal sistema rumbo a otro probablemente peor; además debe haber, por supuesto, personas más afines a estos que a aquellos, por lo que los hasta ahora abusadores tratarán de escapar para no ser, lamentablemente, futuros abusados.

Pero el problema realmente de fondo (una vez más, tristemente), no es el interés internacional por las libertades de los habitantes del país, sino por los hidrocarburos y minerales que se encuentran en el subsuelo afgano: Afganistán cuenta (entre otros recursos) con uno de los yacimientos de gas natural más grandes del mundo, el que hasta ahora y por un par de décadas ha sido explotado por empresas norteamericanas, situación que muy probablemente cambie con el nuevo gobierno. ¿Está el gobierno norteamericano preocupado por las libertades de las mujeres y las minorías afganas? Difícilmente. Si así fuera, denunciarían al gobierno de Arabia Saudita, en manos desde hace casi ochenta años de fundamentalistas similares en creencias a los talibanes, pero con una diferencia fundamental con estos: entregan su petróleo a occidente, y le permiten a Estados Unidos y sus aliados contar con bases militares en su territorio, desde el que controlan (y atacan) a toda la región.

En definitiva, los campesinos afganos que son alrededor del 90% de la población del país (que de todos modos gobierne quien gobierne seguirán con su profunda religiosidad islámica) continuarán en la pobreza y el subdesarrollo: sus gobiernos han pasado desde el comunismo alineado con la Unión Soviética al capitalismo alineado con Estados Unidos, pero los cambios más profundos en el país han sido en relación a quién se beneficia de sus yacimientos de minerales e hidrocarburos, si oriente u occidente.

¿Qué debe hacer la comunidad internacional, si es que algo le corresponde, con un pueblo que tiene ideas que no concuerdan con las que creemos son las mejores? No tengo respuesta para esa pregunta. La bestialidad talibán contra quienes piensan distinto es solo comparable a la hipocresía de quienes priorizan sus bolsillos por sobre las necesidades de los habitantes del lugar, disfrazando su avaricia con noticias tendenciosas. El eje del mal se enfrenta en este conflicto con el eje del mal, y no hay ningún héroe en este lío.

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