¿Dónde estaría Agostina hoy si...?

El análisis, el dolor, la opinión y por qué no, la catarsis, de Verónica Piñol, una socióloga que indaga sobre el femicidio de Agostina.

Verónica Piñol

Me despierto y debo asumir que el cuerpo encontrado es el de Agostina. Sigo leyendo y se repiten las metodologías de abandono en lugares inhóspitos donde el cuerpo pasa desapercibido y aún sigue tramando las violencias del desamparo.

Abro las redes y me encuentro con la pregunta de un periodista a un juez de la Corte, sobre la cantidad de sombreros que tiene en su closet y, con otro miembro que piensa que la Justicia no debe ser totalmente justa, mientras me resonaba, me latía en la garganta la desesperación de Agostina. Mientras pienso en la banalización de las instituciones.

Salgo a mi trabajo y llegó y una de mis compañeras me dice: Hoy no voy a trabajar a San Martín porque se suspendieron las clases, pero tiemblo, porque me temo que Agostina sea una alumna de las mías, con la que trabajo en mis talleres de ESI.

Otra compañera que trabaja en una radio comunitaria nos cuenta lo difícil que está el contexto económico en los barrios de Mendoza, que hay una o dos marchas por semana de diferentes sectores. Y me vuelve la cara de Agostina saliendo el día del cumpleaños de su hijo a buscar trabajo, a pesar del riesgo, por necesidad, a sabiendas de que estas muertes también son consecuencia de una estructura desigual y precarizante.

Vuelvo al cuerpo, su familia se anoticia vía whatsapp que el cadáver es de Agostina, y los medios dan cuenta en detalle que tiene una herida de arma blanca, signos de violencias. Un Intendente que por sus cercanías a las fuentes, ya podía dar cuenta de esa muerte un día antes, cuando todavía no hay una notificación oficial de que sea así, siendo la espectacularización de las violencias la noticia vip del día. Parecía que el cuerpo en su vulneración, seguía finalmente siendo el mensaje.

Tantos entramados sujetos de poder frente a desigualdades estructurales que siguen reproduciendo muertes de mujeres jóvenes que esperan en la desesperanza otras vidas, otros posibles futuros.

¿Estamos ante un tiempo en que cualquier acontecimiento cotidiano esta precedido de muerte, de impotencia?. ¿La victoria económica más preciada que la vida?

Como trabajadora de un Estado que promueve la sensibilización para prevenir y erradicar las violencias no dejo de sentir impotencia ante la tarea, el agobio de "ya no más" y de lo que aún nos entrampa para reproducir desigualdades, discriminaciones y dominaciones que nos llevan a estas muertes, a estos feminicidios. Sí, Feminicidios porque hay una Estado que sostiene estas fallas estructurales: me pregunto dónde hubiese estado Agostina hoy si hubiera tenido un acompañamiento de un Estado que le brindase oportunidades, no asumiendo mandatos y estereotipos que le cargaban con las tareas del cuidado sin que allí hubiese una distribución igualitaria de las mismas. Dónde estaría Agostina , ¿Hoy si?

Tantas violencias expuestas en ese acto de salir de su casa el día del cumpleaños de su hijo para responder a un trabajo de niñera en el que seguro pensó que el riesgo era el mal menor.

Las violencias y especialmente la económica, la falta de horizontes y oportunidades para nuestras pibas es un trayecto que tiene desenlace cantado.

Somos todes responsables, no podemos callarnos más. Los femicidios no pueden ser un Estado de Excepción.

Finalmente, me da miedo porque este femicidio ya no me asombra, porque leo la noticia y no la leo, porque quisiera que esto no hubiese ocurrido. Porque escribo y no logro recomponerme. Entonces las ganas de, seguidas de impotencia. Este femicidio me arranca de las lógicas mediáticas que nos muestran que eso les pasa a las mujeres pobres, jóvenes desesperadas. Me hace caer en la cuenta ,de que somos muchas. Esta muerte, este femicidio, reafirma que estoy atravesada de forma irrevocable por el género, la clase y la distribución geopolítica de la vulnerabilidad. Este femicidio me dice que yo también soy responsable de su abandono, que mi pasividad como ciudadana cristaliza impunidades. Esta muerte y mi mirada sin asombro me dicen que debo hacer algo con ello, porque sino, eso hará algo conmigo.

No naturalicemos que todo está bien hecho, no naturalicemos que llegamos a todos lados, no naturalicemos que el mensaje llega. La ética debe estar a la altura de lo que nos acontece.

LA AUTORA. Verónica Piñol es socióloga.



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