A los amigos
Lo dijo Borges: la amistad no necesita frecuencia. Esta columna es para celebrar a esos amigos que están, aunque no los veamos todos los días. Para reconocerlos sin solemnidad, pero si con todo el afecto.
Uno tiene tantos amigos como formas de amar posibles. Son distintos y corresponden a cada momento de la vida. Algunos son pasajeros pero inolvidables; otros, duraderos. Y están los que, cada tanto, hay que reinventar para poder seguir. Amigos que llegan, que pasan, que se van... y los que se quedan (siempre) a nuestro lado.
En fin: amigos.
Puede que esta sea una fecha un tanto forzada, que pretende reunir a un par de amigos y, en nombre del festejo, celebrar el tiempo que llevamos conociéndonos. Claro que no vamos a ponernos a discutir qué significa ser un buen amigo o, peor aún, quién califica para hacer honor al 20 de julio y saludarnos con el corazón en la mano.
Aunque, en realidad, no es tan difícil pensar qué es ser -o tener- un buen amigo. La vara para medir esa relación no debería ser tan complicada como muchas veces nos gusta hacerla.
Lo cierto es que tener amigos es más simple de lo que creemos, aunque no siempre lo hacemos con habilidad.
Los hay de todos los estilos: aquellos que, ya sea por la química, por la honestidad o por el cariño que se construye, se convierten en amigos.
Los que disfrutan salir, los que nos buscan solo para ser escuchados, los que aman cocinar, los que se divierten con facilidad, los que no quieren estar solos, los que necesitan mostrar que tienen muchos amigos.
Los queridos, los intensos, los indiferentes, los egocéntricos y los celosos.
Los que aman el ruido y los que buscan el silencio.
Los que nunca están, los que lo saben todo.
Los que guardan secretos y los que no pueden hacerlo.
Los que arman un grupo de WhatsApp y los que arman un subgrupo interno.
Los que miran y no opinan, y los que opinan sin mirar.
Los que insisten, los que les da igual.
Los que cuentan todo y los que no te cuentan nada.
Los que se olvidan de lo importante y los que no pueden dejar de recordar.
Los que preguntan si pueden llamar y los que llaman sin saludar.
Los que siempre necesitan algo... y se pierden cuando los necesitás.
Los que tienen tantos problemas que no te pueden escuchar.
Los que son tan felices que nada los va a amargar.
El que envidia también tiene amigos, y la yegua que nadie quiere encuentra siempre a alguien para abrazar.
Están los que dicen "ami" todo el tiempo, o "amiga" para saludar.
Hasta el que está solo en la vida tiene un amigo que recordar.
Están los virtuales, los circunstanciales y los que se agrupan por edad: los del trabajo, los de la pareja, los papis del colegio, los del gimnasio o los de alguna actividad.
Amigos por todos lados, para todos los gustos y placeres que queremos combinar.
Pero entre las categorías, la que suscribe deja afuera algunas a considerar:
La amistad tan profunda e intensa puede llegar a enamorar.
Los que pretenden ser amigos de sus hijos: ¡oiga!, que los padres nacieron con otra finalidad.
¿Y las parejas que hacen culto de la amistad? Bueno... creo que dejan mucho que desear.
Pero hay uno, especialmente, con el que podemos dejar de vernos o pasar tiempo sin hablar, y el encuentro simplemente continúa lo que habíamos dejado sin terminar.
Con ese, podés reírte a carcajadas, aunque no importe la edad.
Tal vez esa amistad que no se dice, no se expresa y no se comenta, sea la ideal.
De esos amigos, sabemos que, al menos, tenemos uno guardado en alguna carpeta secreta de nuestro historial.
Los que, cuando los recordamos, nos damos cuenta de que de una u otra forma siempre están.
Y entonces celebramos cada vez que nos vemos... y también hoy, aunque sea una fecha comercial.
Feliz día, amigo. Te quiero mucho.