Argentina: 20 años de socialismo de Estado y la imposibilidad de elegir

En la comodidad de cederle al Estado todas las decisiones sobre cualquier tipo de planificación económica, los argentinos perdimos la posibilidad de elegir

Hernán Bitar

La resistencia al cambio, no sólo se explica por la incapacidad de la clase política en construir acuerdos y diálogos que permitan una salida a la dramática situación económica que vive el país, sino también al acostumbramiento a gobiernos ocupando el Estado nacional, que nos dijeron en los últimos años en qué debíamos gastar, qué consumir, dónde teníamos que comprar y cómo debíamos ahorrar.

Si las corrientes políticas argentinas estuvieran reguladas por la clásica teoría económica de "oferta y demanda", está más que claro que en los últimos 20 años, la predominancia en la oferta, estuvo marcada por dirigentes afines a modelos económicos socialistas.

En la comodidad de cederle al Estado todas las decisiones sobre cualquier tipo de planificación económica, los argentinos perdimos el espíritu emprendedor de otras épocas; perdimos la posibilidad de vincularnos con el mundo más o menos civilizado e hiperconectado y por ende, perdimos el derecho a vivir en una economía de libre mercado.

Por el contrario, el argentino promedio se acostumbró a vivir sin opción. La sociedad prefirió cederle al Estado socialista, la facultad de elegir que, con los recursos públicos era correcto otorgar sueldos sin trabajar, planes de financiamiento al estudio, sin estudiar; televisión en vivo y en directo del fútbol nacional; jubilaciones para quienes no aportaron un céntimo al sistema previsional; el sostenimiento de una aerolínea de bandera deficitaria que no conecta al país, sino que privilegia a Buenos Aires o la reestatización de empresas sobredimensionadas en su planta de personal, para ubicar al personal político de las fuerzas o frentes políticos de mayorías.

Convalidar la escasa oferta ideológica sobre cómo manejar la economía del país, es lo que a la postre, terminó por convalidar gobiernos de pésima calidad en la administración de los recursos nacionales.

No fue magia, fue la comodidad de permitirle a cada gobierno nacional desde el 2003 hasta acá, la facultad de planificar la economía de manera centralizada, con un modelo de distribución de bienes, servicios y fondos, sin criterio constante.

A su vez, este modelo multiplicó la pobreza y la dependencia para con el estado nacional socialista, que no se cansó de premiar la improductividad y el malgasto, y a su vez castigó la productividad y la eficiencia.

La multiplicación de los pobres, responde a la multiplicación de las deudas del Estado Nacional para mantener los subsidios a los servicios, planes y programas que nadie aparentemente pidió, pero que el "Estado que todo lo puede" otorgó sin control.

Como si fuera poco, ese "Estado que todo lo puede", también pudo crear la peor ficción de la historia. Esto es, vía Banco Central, imprimir la mayor cantidad de billetes posibles para financiar un gasto corriente, cada vez más elevado. Moneda nacional sin valor e inflación, las lógicas consecuencias, que seguimos padeciendo por estos días.

Más allá de la pérdida de poder adquisitivo, uno de los dramas centrales pasa por lo que dejamos de elegir y no nos dimos cuenta: Dejamos de elegir en qué íbamos a ahorrar para los años posteriores al retiro, dejamos de elegir qué obra social pagar para tener la mejor cobertura de salud posible al menor costo, dejamos de elegir qué productos comprar en el súper y a optar por los pocos disponibles y regulados con "Precios Cuidados. Dejamos de elegir entre "lo que nos gusta" y pasamos a optar por "lo que podemos pagar".

Además, cuando no pudimos elegir más precios, validamos productos, bienes y servicios de calidades dudosas, porque perdimos la gimnasia de comparar.

Dejamos de elegir en qué moneda ahorrar y si lo hicimos en dólares, fue con un cupo mensual de 200 dólares. En algún momento, hasta dejamos de elegir en qué invertir y hasta dónde vacacionar. Se llenó de cepos, limitaciones, restricciones y pre viajes a destinos olvidados y sin inversión.

Dejamos de elegir calidad en servicios básicos y esenciales como luz, agua y gas, para conformarnos con que los mismos no se corten. En algún momento, hasta dejamos de elegir cuándo cargar nafta y empezamos a cargar preventivamente, porque en las propias estaciones de servicio se terminó.

Se normalizó tanto "vivir con lo nuestro", que "lo nuestro" fue cada vez menos y se transformó en un vivir miserable. Los datos hablan por sí solos, casi el 60% de la población argentina, se estima que está viviendo por debajo de la línea de la pobreza.

La pregunta es si Argentina. después de tantos años sin capacidad de opción, será capaz de romper el "cepo ideológico mental" y elegir (de una buena vez) por crear un modelo de Estado distinto. 

Esperemos que la resistencia al cambio no contribuya una vez más al triunfo de los conformistas del status quo, o mejor dicho a los cultures de un socialismo de Estado ruinoso para el progreso de este país.

Esta nota habla de: