Arturo Pérez-Reverte y "Ganar al fútbol es de fascistas"

Roberto Grillo Solanilla trae su visión sobre un artículo de Arturo Pérez-Reverte y además de recomendarlo, coincide con el autor español en torno a la decadencia de las discusiones y los debates, suplantados por un vulgar cruce de eslóganes.

Roberto Grillo

Hace unos días tuve acceso a un imperdible escrito de Arturo Pérez Reverte: "Ganar al fútbol es de fascistas". De mi opinión pueden prescindir -no es más que una catarsis-. Sin embargo aconsejo a los cuatro vientos, su memorable articulo.

Son muchos los que señalan que Pérez-Reverte -escritor y polemista implacable- resalta en sus libros acciones teñidas de heroicidad.

Según sus seguidores, Jorge Luis Borges, sostenía que la "épica" era un género desaparecido en la literatura y que sólo sobrevivía en historias, que los comunes llamamos de vaqueros y él -en marcada diferencia- denominaba: "Western".

Pérez-Reverte, en mi humilde opinión, aporta siempre una mirada que desliza epopeyas.

Lo admiro desde el primer día.

No es fácil de explicar.

Supongo que -en lo personal- me conecta a la infancia. A historias de héroes y villanos, que tanto me fascinaban.

Un refugio lúdico. Un atajo, para seguir siendo niño, en algún lugar!

Eso, claro está, respecto de su literatura.

Similar placer me produce su lúcida mirada de la actualidad.

Acuerdo con él en que "se está sustituyendo el debate intelectual, por consignas dolorosamente fáciles, cuando no, vulgares"

Yo creí que era sólo en nuestro país, pero parece que el "pretendido" discurso progre, también se expandió, como manchas de aceite, en algunos lugares de Europa!

Se multiplican las generaciones de políticos, desconectados de la cultura y de su pilar fundacional: la lectura.

Facilistas, que redactan inconsistencias y frases, que llevan a lugares comunes.

Solamente, si construimos con solidez, crecerá el debate político enriquecedor y propositivo.

A veces -como él- siento, que el mundo está yendo hacia lugares que me desencantan.

Con muchos años en el chasis, algún aprendizaje y bastante experiencia, empiezo a ver las cosas, con más serenidad.

Nada, me seducen los discursos de barricada, huérfanos de contenido.

En fin..., para mí, no deja de ser una sanadora coincidencia -con el autor de la nota- la patética sensación, que en la actualidad, se sustituya el debate serio y consistente, por latiguillos y tuits de ocasión.

Las instituciones y las comunidades, deben crear oportunidades para todas las personas.

Sin embargo, sólo aquellos que utilicen mejor sus capacidades, llegarán a las metas que se propongan.

Ésta es la mala noticia, para quienes se enamoran del relato y abrazan el pensamiento único.

No hay forma que todos seamos iguales.

En lugar de elevar la vara, utilizan el recurso fácil y demagógico, de bajar el nivel.

En la escalera para procurar nuestros deseos, el mérito, siempre será importante. Aunque intenten desterrarlo.

Cuando educamos -en todos los niveles- inculcando, que no es importante ser buenos, esforzados y capaces en lo que hacemos, estamos condenando a las próximas generaciones a masificarse.

Sin sellos de identidad. A merced de manipuladores y presos de los sempiternos charlatanes de oficio.

Con la muletilla de que "todos somos iguales", nos enfrentamos al riesgo de futuras generaciones de ciudadanos sin juicio crítico. Niveles de conciencia, con poca capacidad para discernir lo principal, de lo accesorio.

Toda inteligencia, todo talento y toda innovación, seguirán moviendo al mundo, mal que les pese a los populistas.

Aquellos que alimentan el rencor social, para amordazar a quienes se apartan de la manada, lo hacen en defensa propia. Saben que los que asoman la cabeza, con ideas singulares, son sus enemigos.

Sin embargo, no podrán tapar el sol con la mano.

Es imposible resolver los desafíos del futuro con la mediocridad reinante y aquellos paradigmas vetustos que achatan a la sociedad en lugar de expandir su pensamiento.

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