La corrupción es uno de los gérmenes a combatir

Cómo desinflar la pasión argentina por la corrupción, en todos los niveles.

Pablo Giordano

Hace tan solo unas semanas compartí mesa con dos personas oriundas de Argentina, pero que decidieron hace más de 25 y 35 años respectivamente, desarrollar el resto de sus vidas en el extranjero (Houston Texas EE.UU -Roma- Italia), ello en asidero a un cúmulo de factores que aunados los unos con los otros tornaron esa decisión en irrevocable, dejando al país de origen como un destino vacacional o parada obligatoria para reunirse con sus pares.

Luego de dialogar sobre diversos aspectos, la mesa se impregnó de un tema reciente que había tenido lugar el fin de semana anterior y que era ni más ni menos que los comicios nacionales y luego de versar opiniones sobre uno y otro candidato, analizando pro y contras, les expresé mi humilde criterio subjetivo que radica en que para que los argentinos podamos visualizar y consiguientemente disfrutar un país primermundista -como en donde las mismas residen actualmente- hay que combatir varios factores y/o aristas pero centralmente hay uno al cual hay que acecharlo de raíz.

Y es aquel, al cual el gran jurista Bidart Campos denominaba "germen" y que es ni más ni menos que la corrupción entendida ésta conforme la RAE como: "... práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas (organizaciones) en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores..." 

Práctica esta que ya está tan arraigada al que hacer público en nuestro país, que el común de la gente también la utiliza sin pudor alguno. 

Hoy por hoy, todo argentino tiene inmerso de manera innata el chip corruptivo, manifestándolo en lo usual y general, mediante interrogantes como "¿che, tenés algún conocido?", "¿che me das una manito con esto?" Y ello, ¿por qué? Porque si lo hacen los de arriba y no hay consecuencias legales, porque no los de abajo. 

Si bien la corrupción de los ciudadanos a pie es una simple ?bagatela' comparada con la perpetrada por las altas esferas, no la convierte en inocua.

Por otro lado no hay que soslayar que el germen de mención (corrupción) está presente en los países primermundistas mencionados, pero este es en escasa medida, es decir no reviste la hipertrofia que ostenta el argentino y además el que las hace las paga, por ello no se propaga como una constante ordinaria a sus ciudadanos.

 Por ello, creo menester que sea quien obtenga el privilegio de gobernar el país, debe velar por la indemnidad del patrimonio argentino, y sancionar todo aquel acto que tenga por objeto la perturbación de este último en post de su beneficio, haciendo aplicar la ley. Ello obviamente no hará desaparecer tal mal, pero si lograra reducirlo, desinflarlo, para que en un futuro que tanto quien suscribe como quien lee estas líneas no podrá seguramente verlo, el mismo desaparezca.