Se desentienden de Rosario, a la vez que nombran Jefe de Gabinete a un rosarino

Es insoportable la sensación de inacción contra la criminalidad en Rosario, que se ha vuelto una "Medellín" argentina. El gobierno nacional da señales erróneas: se desentiende del problema y eleva a un peronista rosarino al cargo más importante del gobierno nacional.

Las contradicciones son el motor que mantiene en superficie a un gobierno extraño, que ni los propios partidarios se atreven a defender al 100% y que pocos cumplen con sostenerlo por lealtad, tal el mandato partidario del peronismo.

Un dato de los últimos días es el ensañamiento del delito con la ciudad de Rosario, al punto de permitir que se la compare con la Medellín de sus peores épocas.

Allí, la estrella del presunto boom económico parece ser el lavado de dinero y el narcotráfico queda primero en la lista de sospechas sobre las causas de la realidad actual, tanto de lo presuntamente "bueno" (inversiones, crecimiento inmobiliario) como de lo dramático al extremo: no poder vivir en paz.

Los delitos son federales pero el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández (¡otra vez el mismo en circunstancias similares a las que le hicieron perder la candidatura a gobernador bonaerense en las PASO en 2015!) le grita por las redes al gobernador Omar Perotti, peronista como él, que solucione la situación con sus propios medios.

Como fiambre del sandwich queda el intendente de la ciudad, un exradical que implora atención urgente y ve azorado el peloteo entre los dos peronistas que deberían enfocarse en parar la violencia letal que se respira en esa gran ciudad argentina.

El moño de la situación es el premio que le da el presidente Alberto Fernández, habitualmente distraído o equivocado, a un rosarino y peronista: lo pone de Jefe de Gabinete a Agustín Rossi ante la salida de Juan Manzur, que vuelve a Tucumán para competir por ser vicegobernador.

Todo resulta extraño y ajeno al sentido común. Las medidas que deben tomarse nadie las toma. En concreto: ver de dónde sale tanta plata y actuar sobre las causas reales de las matanzas en Rosario.

Pero para que ello suceda debe haber vocación, voluntad y capacidad para actuar, además de no tener nada que ver con el delito. La Corte y la Procuración debe reforzar las dependencias en esa ciudad que están iguales que hace décadas, pero sobrepasadas por las circunstancias. Y la política local debe exhibir su transparencia y junto a la policía y la Justicia provincial, actuar de un solo lado del mostrador.

La insólita respuesta del gobierno nacional no es solo lo que dijo Aníbal Fernández, sino lo que calla o quiere decir -supuestamente- en forma parabólica en torno a la incapacidad santafesina de resolver la inseguridad. Es increíble en este contexto que Rossi sea elevado desde su rol al frente del espionaje en la AFI -que tampoco solucionó el problema y que es sospechada de hacer inteligencia política y no delictual- a ser el jefe de los Ministros, casi un premier según la Constitución.

No sucede nada de lo que tendría que pasar para que haya una luz de esperanza. ¿Es tan grande la torta que hay tan amplios sectores dispuestos a que la ciudad siga siendo un territorio criminal y se renuncie a la paz?

La esperanza que queda es que Rossi, rosarino al fin, tome las decisiones que nadie está tomando. ¿Tiene tiempo? ¿Posee voluntad? ¿De qué lado está?

Más tiempo pasa sin abordar esa gravísima situación y el riesgo de que se expanda por el territorio argentino crece. Mientras tanto, la política lanza bravuconadas, como "actuar con el Ejército" o "odear de gendarmes", lo cual es desvalorizar a esas fuerzas y sumar desorden al caos, en lugar de tomar al toro por las astas y actuar sobre los criminales que lo manejan todo. Todo.

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