El doble duelo de los abuelos: perder un hijo, perder un nieto y seguir de pie
El criminólogo Eduardo Muñoz pone en foco los episodios dramáticos vividos por Cris Morena y Gustavo Yankelevich.
La tragedia que atraviesa Cris Morena visibiliza un dolor poco nombrado: el de los abuelos que sufren la pérdida de dos generaciones. Un duelo silencioso que merece ser escuchado.
Una tragedia que se repite
La reciente tragedia que golpea a Cris Morena nos enfrenta con un dolor que rara vez ocupa el centro de la escena. Años atrás, la productora perdió a su hija Romina Yan de forma repentina. Hoy, la muerte de su nieta Mila de 7 años en un siniestro naval reabre una herida que pareciera nunca termina de cerrar.
¿Qué nombre tiene esa ausencia que se multiplica? ¿Qué lugar ocupa ese sufrimiento en una sociedad que suele mirar solo la superficie del dolor?
Cuando nadie los ve: el duelo de los abuelos que sostienen a todos, menos a sí mismos
Cuando la tragedia golpea, los focos apuntan a los padres, hermanos, parejas. Pero en un rincón discreto están ellos: los abuelos. Su dolor es doble, profundo y callado. Intentan sostener a sus hijos en el abismo, cuidar a los nietos que quedan, mantener la entereza que se espera de ellos.
Pero ¿quién los sostiene a ellos? ¿Quién les pregunta cómo están? ¿Quién les permite quebrarse?
A veces, la peor condena es que todos esperan que estén bien.
El segundo duelo: una pérdida que no da tregua
Perder un hijo ya es una herida sin nombre. Perder también a un nieto es un golpe que desarma cualquier sentido. Los abuelos que atraviesan este tipo de tragedia lo hacen en soledad, en silencio, con la culpa de haber sobrevivido, con el dolor de ver cómo la historia se repite.
No existen protocolos que los nombren, ni políticas públicas que los acompañen. Apenas redes informales, gestos aislados o la fuerza que deben inventarse para seguir.
Revictimización mediática: el duelo que no termina
En casos de alta exposición, como el de Cris Morena, la visibilidad pública no siempre consuela. Las noticias, los titulares, las imágenes repetidas obligan a revivir una y otra vez lo irreparable. Lo que para el público es una noticia, para la familia es una herida que no deja de sangrar.
Y esto no ocurre solo con figuras públicas. En todo el país hay miles de abuelos anónimos atravesando duelos múltiples, sin cámaras, sin homenajes, sin voz.
No dejarlos solos
Es hora de mirar hacia ellos. De entender que su dolor no es menor ni decorativo. Son víctimas emocionales directas de tragedias que desordenan el tiempo y la lógica familiar.
No hay consuelo posible para quien pierde dos veces. Pero sí hay una oportunidad: no dejarlos solos, no dejarlos sin nombre, no dejarlos sin voz.