Sacar vs meter, nuevo paradigma en el aprendizaje universitario

El doctor Eduardo Da Viá, experimentado docente universitario en Ciencias Médicas de la UNCUYO; vuelve a analizar en esta nota la crisis educativa.

Eduardo Da Viá

No es ningún secreto que la enseñanza universitaria en nuestro país viene decayendo desde hace tiempo, aunque si queremos poner alguna fecha de comienzo del descalabro, bien podríamos acudir a la famosa resolución del en aquel entonces ministro de Educación Jorge Alberto Taiana, padre del actual ministro de Defensa, cuando en 1970 decretó el ingreso irrestricto a las universidades nacionales, con lo que se alcanzó el récord histórico de matriculación y los peores resultados en cuanto a índices de deserción y nivel de los egresados.

Lo cierto es que en todas las pruebas de nivel internacionales, la Argentina ha descendido notoriamente.

La preparación con que ingresan al nivel terciario, pone claramente en evidencia que el nivel previo del que provieneN difiere de una institución a otra.

Las cifras demuestran que los alumnos provenientes del Colegio Universitario Central, del Liceo Agrícola, del Liceo Militar, de la Escuela del Magisterio, o del Colegio Martín Zapata solo como ejemplos, aprueban los exámenes de ingreso con relativa facilidad.

Lo que lamentablemente resulta claro es que hay instituciones de primera y las hay de segunda, en ambos ámbitos.

Las diferencias no pasan por lo edilicio, que aunque pequeño, juega un papel también, sino por el cuerpo docente, no en su capacidad sino en lo actitudinal y esto tienen relación con la población estudiantil que cada una maneja, en especial con el nivel económico de donde provienen los alumnos.

Los niños que concurren a escuelas rurales suelen tener dificultades en la accesibilidad al colegio, viven lejos, deben recorrer a veces kilómetros, sea a pie o los más afortunados en bicicleta o caballo. No es lo mismo bajarse de una bicicleta destartalada que hacerlo de un ómnibus privado o de la Hilux de mamá.

Ni que hablar de la vestimenta ni de los elementos escolares a los que tienen acceso, incluidos celulares y tabletas por un lado y acaso y con suerte con un pequeño diccionario heredado de sus numerosos hermanos mayores por el otro.

¿No creen ustedes que esa maestra, tan buena o mejor que las del Magisterio tienda a ser menos exigente con ese chico?

Sabe que reprobarlo cuando quizás no ha desayunado, es obligarlo a reiterar el intento cuando no a enfrentar también la ira del padre golpeador, sin trabajo y con alcohol.

A esas maestras, estoy seguro les invade la pena y les despierta el instinto materno ayudando al niño, sin saberlo, de la peor manera: tolerando su ignorancia y haciendo la vista gorda a las dificultades para leer y comprender un texto. Que logre esos objetivos demandará lógicamente más tiempo y así el iluso programa quedará inconcluso. Y al final del recorrido por los claustros secundarios habrá el niño, ya adolescente, acumulado una deuda de conocimiento que se pondrá de manifiesto en el nivel terciario.

De ahí pues que hayan surgido los famosos cursos de nivelación previos a los exámenes de ingreso.

Tácito reconocimiento por parte de las autoridades de que existen colegios de primera y de segunda, pero sin tomar medidas curativas para esta patología.

Sería injusto atribuirle solo al estado la responsabilidad, dado que hay tres estamentos más que son igualmente competentes.

Calidad del cuerpo docente

Actitud del estudiantado

Participación de las familias

Calidad del cuerpo docente

Estimo que en un principio no debe haber diferencias entre docentes de instituciones de primera con las de segunda; pero convengamos que para éstas últimas, la mediocridad del medio en que se desenvuelven y el drama que van destapando de las familias rurales, hace que la actualización de sus conocimientos vaya careciendo de sentido por cuanto esos niños necesitan más contención que sabiduría.

La virtualidad cuando la lluvia inunda los caminos y les impide llegar a la escuela, brilla por su ausencia, pero sí tienen acceso a ella los del otro lado, claro que lo usan también con fines siniestros, el "bulling" p. e. O la consulta fugaz a Wikipedia, de los que afortunadamente se salvan sin saberlo los desvalidos, ignorando que cuando lleguen a la Universidad se dará por descontado que son expertos cibernéticos.

Así pues cuando el profesor les indique buscar en internet para completar lo que no alcanzó en la magra hora de docencia asistencial, ni siquiera sabrán de qué está hablando el docente.

Pero todo lo anterior debe tomarlo el lector como mero introito al problema que me preocupa, pero lógicamente está inserto en los ítems anteriores:

Actitud del estudiantado

Tema de difícil enfoque pero de urgente necesidad de consideración por cuanto en buena medida, la calidad de profesionales que egresan del nivel terciario, especialmente universitario, está estrechamente vinculado precisamente a las dos palabras del título, que así escuetamente, reflejan dos posiciones diría opuestas en cuanto a las perspectivas atesoradas por cada uno de los estudiantes.

Pasemos a desglosar el problema, porque lo es, a pesar de la poca o ninguna importancia que comúnmente se le da.

Tosas las carreas universitarias constan de un número de materias con sus respectivos contenidos, que deben ser aprobadas sí o sí para la obtención del título anhelado.

Este recorrido que en teoría ronda los 5 o seis años, es la primera falacia con que nos encontramos, y para no extenderme innecesariamente aconsejo acudir a las estadísticas que demuestran que el promedio de la matrícula tarda mucho más de ese tiempo estimado en los escritorios de los responsables. Nada mejor que un ejemplo concreto para graficar lo expresado: el profesorado de enseñanza media y superior en Historia en la Universidad de Buenos Aires dura teóricamente 5 años, pues bien en estos momentos supera los 11 años.

Las causa de la prolongación son varias pudiendo mencionarse falta de motivación verdadera, necesidad de trabajar durante el cursado, indecisión de si habrá o no de ejercer como profesor, eternizar consciente o inconscientemente la manutención parental, alcohol y drogas que entorpecen el entendimiento y liberan de culpas, etc.

He puesto como ejemplo la carrera de historia por cuanto las cifras mencionadas están publicadas y se puede acceder a ellas.

Pero vamos por fin a la dicotomía del título; en mis épocas de estudiante de medicina, carrera larga, con seis años de cursado y uno de práctica obligatoria, aprobar una materia era un gigantesco paso adelante en ese largo recorrido. Por cierto reinaba la algarabía entre los compañeros cuando el exitoso les comunicaba: "Metí anatomía".

El meter remplazaba en la jerga estudiantil la palabra aprobar; pero yo creo que detrás de escena, el meter= aprobar en realidad significaba haber incorporado los contenidos de esa asignatura, haberlos introducido en la alforja personal, sabedor que algún día no muy lejano, un paciente nos obligaría a hurgar en la talega en búsqueda de la respuesta al mal que lo aqueja.

Meter materias significaba ir aumentando paulatinamente el acervo científico que habría de transformarnos en ciudadanos útiles al servicio de nada menos que la salud de los congéneres, que además nos habían costeado la carrera cuando de universidad pública se trataba.

Este proceso mental de meter con valor de incorporar, tiene directa relación con los motivos que llevaron a ese joven a elegir una carrera dura en su aprendizaje y mucho más dura en su práctica posterior. Incorporar conocimientos para ser un buen profesional significaba dos probabilidades: o había tenido la suerte de estar dotado de una vocación clara, lo menos frecuente o había sido una decisión producto de un concienzudo examen de sí mismo , sus capacidades e inclinaciones y sus aspiraciones en cuanto al rédito que en el futuro pretende le dé la práctica profesional.

Salvo excepciones que por cierto las hubo, me atrevo a asegurar que la mayoría de mis compañeros fueron finalmente médicos honestos en primer término, con mayor o menor cantidad de conocimientos los que optaron por las prácticas clínicas, y de habilidad manual los que lo hicimos por la cirugía..

Es digno de destacar, ya como fenómeno perimido, la sincera adecuación que hicieron casi todos a las verdaderas posibilidades que les permitía su saber y su capacidad mental.

El médico honesto no se mete en camisa de once varas, prefiere consultar con sus libros o con un colega al que reconoce más conocedor del tema.

Demás está decir que algunos de ellos se transformaron en mercaderes de la medicina o en delincuentes médicos, pero por lejos, fueron los menos.

No puedo precisar el momento exacto del cambio de la expresión METER por la muy distinta SACAR para significar ambas los mismo, insisto aprobar una materia.

Creo que fue coincidente con la decisión de Taiana de disponer el ingreso irrestricto, vale decir sin examen de ingreso. Tremendo daño que habría de dar sus macabros frutos en el futuro.

Sacar tiene varios sinónimos, uno de ellos, creo el que más se ajusta a la nueva visión, es la de desprenderse o la de salvar un obstáculo para la consecución del anhelado título, aun a sabiendas de no saber, valga la redundancia, porque nunca estudiaron para ello sino para arribar a la mezquina meta de estar habilitados para ejercer una profesión, que cuando se la transforma en comercio puede dar pingües ganancias, detrás del disfraz de médico, que con el adecuado manejo actoral hasta quedaban como verdaderos héroes.

Sacar se me representa como que el estudiante está recorriendo un camino lleno de obstáculos y no de metas; obstáculos que va sacando del camino y arrojándolos en el olvido.

Así nacieron verdaderas bandas de delincuentes médicos, complotados con las farmacias, los laboratorios de productos medicinales, los vendedores de prótesis de todo tipo incluidos anteojos recetados para "descansar la vista", mentira asociada al porcentaje de retorno que brinda cada par indicado.

He visto con mis propios ojos pacientes de cáncer en período terminal, recibiendo todavía medicación quimioterápica indicada por oncólogos sabedores que no sólo eran inútiles sino también dañinos.

He visto operar pacientes con enfermedades curables con medicación oral y así una interminable e inadmisible lista de mercaderes que fueron "sacando" materias en vez de meterlas.

Hoy la medicina es una profesión sospechada, dejó el médico de ser sinónimo de probidad con justa razón, pero con el daño colateral de que la sociedad, herida reiteradamente, nos incluya a todos en el mismo saco.

Meter, incorporar, hacer carne de la propia carne todos y cada uno de los conocimientos ofertados es obligación moral de todo estudiante. De la carrera que sea, por cuanto nunca se sabe que nos ha de deparar el destino.

Pongo como ejemplo personal el caso de Obstetricia, materia que no me gustaba pero que estudié como todas, para saber y no para sacar.

Mi desiderátum una vez graduado era especializarme en cirugía cardiovascular, todavía en pañales, y así lo hice, tras los pasos del Profesor José Antonio Aranguren que aceptó ubicarme bajo su ala sabia y protectora; sin embargo y pararr poder subvenir las necesidades de mi joven familia, necesitaba un cargo rentado y así fui nombrado como Médico de Guardia Reemplazante, vale decir donde por la razón que fuere faltaba un médico de guardia, yo lo sustituía. En una Nochebuena, estando de guardia en Hospital de Fray Luis Beltrán, una parturienta hizo lo que se llama "retención de placenta" es decir no la expulsaba espontáneamente como es lo normal, y va acompañada de una gran hemorragia. No había tiempo para trasladarla a Mendoza, y la obstétrica me dijo ? Dr. hay que sacar esta placenta, si me autoriza yo le inyecto un poco de anestesia y Ud. hace la extracción manual?

Nunca había siquiera visto el procedimiento, pero como por arte de magia, me vinieron a la memoria las páginas del libro del capítulo "Retención Placentaria", como si lo tuviera a la vista, y así pude completar con éxito la maniobra; una obstétrica o partera valiente y avezada y un novel médico de guardia que había "metido" obstetricia a pesar de no gustarme. Si solo la hubiese "sacado", la paciente habría fallecido, y siendo madre soltera como lo era, el niño habría nacido huérfano.

Pongo el caso de medicina por ser mi carrera y además `por ser una de las pocas cuyos profesionales somos responsables directos de vidas humanas; pero los efectores de cualquier otra profesión también juegan directa o indirectamente con la salud o la seguridad de sus congéneres y tienen por tanto la obligación moral de saber tanto como puedan.

Imaginen un piloto de aviación civil que "sacó" Amerizaje de Emergencia, y la vida lo pone en esas circunstancias, todos, incluido él mismo, morirán sin dudas por cuanto no sabe qué hacer. La clase le fue dada, y el libro tiene el capítulo correspondiente, pero él, graciosamente "sacó" la materia como jubilosamente se lo transmitió a sus compañeros.

(Recomiendo ver la película Sully, basada en hechos reales y en la que el piloto se ve obligado a acuatizar en el Río Hudson, salvando así a todo el pasaje y la tripulación).

Bajar los niveles de exigencia durante el cursado, es facilitar estas vergonzosas y dañinas conductas.

Por último algunas palabras acerca de la

Actitud familiar

Las hay afortunadamente que solo pretenden que sus hijos estudien y se gradúen en cualquier carrera porque el mundo está necesitado de buenos profesionales en todas las áreas del saber y además un título universitario abre más puestas que una tecnicatura o un mero secundario aprobado.

Pero así también están las que casi obligan a sus hijos a estudiar las más cortas y rentables, e incluso hacen oídos sordos a las murmuraciones que delatan actitudes como copiar en los exámenes o pagar por tesis realizadas por una verdadera industria existente en todas las carreras en las que la tesis final, lejos de ser una tarea obligatoria, es el último escollo después de sacar las materias. Y el dinero para pagar por el delito lo puso gustosamente el padre o la madre según el caso.

En la Universidad, tanto como en el secundario como primaria, la familia debe ser el reaseguro en la trayectoria honesta y meritoria de sus hijos. Debe ejercer una sutil vigilancia y una participación en los progresos y especialmente en los períodos de dudas que cualquier estudiante puede tener. Incluso esa familia debe estar siempre mentalmente preparada para admitir que la carrera que ellos eligieron para su hijo no es para la que el joven nació y liberarlo de la tan dañina culpa para dejarlo orientarse libremente en el amplísimo espectro de posibilidades de que hoy se dispone para estudios superiores; e incluso poder admitir que no nació para estudiar y permitirle trabajar en la actividad que realmente lo hace feliz.

Pero si optaron por estudiar una carrera universitaria, metan todas y cada una de las materias, sin sacar ninguna, jóvenes argentinos. 

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