Ciencias Médicas y la crisis educativa argentina

"Es hora de que en esta Argentina que supo sobresalir, alguien tome el toro por las astas y termine con el jolgorio del facilismo", señala el médico Eduardo Da Viá, habitual colaborador de Memo.

Eduardo Da Viá

Los sucesivos responsables de las más altas esferas referidas a los modelos educativos que se van imponiendo uno a uno en este pobre país, léase en concreto ministros nacionales y provinciales de Educación y /o Cultura, como así también los Directores Generales de Escuelas, Rectores y Decanos universitarios, comienzan indefectiblemente por tercerizar las culpas del mal y hasta pésimo estado de la educación en la Argentina, arguyendo que la gestión gubernamental anterior es la responsables de todos los males.

En el momento actual, el supremo ministros de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, experto en educación física, lo sindicó a Mauricio Macri como responsable del desastre.

Afortunadamente soy apolítico descreído de la casta política y sin avizorar candidato alguno que me permita ser optimista para el futuro; pero no soy indiferente a las injurias e injusticias de que son víctimas políticos que o no son los responsables o lo son en calidad de miembro de un equipo y que por si fuera poco parecieran no ser continuadores de anteriores fracasados que en conjunto constituyen una caterva de incapaces cuando no de verdaderos especuladores de la oportunidad que el cargo les brinda, llegando hasta el peculado simple y llano a través del manejo delictivo de los fondos asignados al ministerio en cuestión, sea de la manera más grosera como es la introducción de la parte distal del miembro superior derecho o izquierdo en el recipiente donde se guarda el dinero, o mucho más común y elaborado, a través del inteligente manejo de las licitaciones millonarias cuyo destino final, por demás hipotético es contribuir a la mejora de los déficits que la cartera sabe existen en su área y son perjudiciales para la ciudadanía.

Desde hace años, los políticos tendieron sus zarpas a los niveles directivos de las Universidades estales, haciendo de muchos de sus decanos y rectores meros títeres para poner en vigencia cambios curriculares tendientes a facilitar tanto el ingreso de los estudiantes como el egreso en calidad de profesionales diplomados y aptos para ejercer sus respectivas sapiencias.

Hay dos por qués a aclarar para explicar, lo de la politización por un lado y lo del acatamiento de los directivos por otro.

Voy a tomar como ejemplo Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo, a la que conozco muy bien por haber sido alumno de las primeras camadas; creada en 1950, ingresé en 1959, previo examen de ingreso severo, cupo de 120 y ni que hablar de cursos de nivelación ni de pruebas de recuperación. La ecuación era muy simple: tenías un bagaje suficiente, entrabas, de lo contrario excluido.

Como dato comparativo, a la Universidad de Yale en USA se presentan 30.000 aspirantes y sólo ingresa el 6%, además es privada y muy cara.

Nadie protestaba ni cortaba calles o incendiaba cubiertas, ni bombos ni cacerolas, ni tampoco padres indignados porque el examen había sido demasiado exigente. Pareciera que los progenitores en aquella época participaban de la idea que la carrera elegida por su descendiente era de suprema responsabilidad y exigía seriedad y mucho estudio desde el mismo principio.

En el Aula Magna de la antigua Facultad había un cartel sobre el pizarrón que rezaba:

Medicina, estudio que dura toda la vida

Nada más cierto, por cuanto los avances son constantes y el médico tiene la obligación moral y legal de estar actualizado.

La carrera duraba seis años de cursado y uno de internado obligatorio previo haber aprobado la totalidad de las materias. Total siete años que siempre se extendía un par de meses más.

Claro, con este régimen severo y extenso de estudios, menudeaban las deserciones hasta alcanzar números altos como 40% y a veces más.

Lástima, pero sólo podía recibirse los mejores, independientemente de extracción social dado que todo era gratis, incluida la biblioteca provista de adecuada cantidad de ejemplares como para que aquellos que no podían acceder al libro propio, estudiaran en la misma Facultad.

Muchos desertaban porque les resultaban incompatibles los horarios de estudios con los laborales, pero a otro tanto les faltaba la pasión y la fuerza de voluntad para seguir adelante.

Lo que nosotros ignorábamos cuando alumnos, era que el índice de deserción es un marcador de calidad de las Facultades, de la misma manera que lo es el porcentaje de aspirantes que aprueba el examen de ingreso, tenida cuenta que sólo se elaboran preguntas en base a los conocimientos que deberían haber adquirido en el cursado de las etapas primaria y secundaria.

La deficiente preparación obtenida en las mencionadas etapas, obedece a su vez a dos factores: uno es indudablemente la calidad de la institución en cuanto al plantel docente, y a los niveles de exigencia vs. tolerancia por parte de las autoridades.

El otro es la responsabilidad con que los alumnos toman esa parte clave de su formación y el grado de compromiso parental en el seguimiento de los estudios de sus hijos.

La decadencia tiene relación directa con los niveles de exigencia, si estos bajan, los alumnos felices por jugar con la ley del menor esfuerzo, sin advertir el efecto bumerang de tal tesitura que tarde o temprano habrá de incidir en la calidad de su propio nivel profesional.

En la actualidad hay cerca de dos millones y medio de estudiantes universitarios en Argentina, lo que lisa y llanamente significa igual cifra de votos dado que la mayoría son mayores de edad.

Tomar el toro por las astas para revertir la decadencia implica efectivizar medidas que resultan antipáticas tanto para el alumno como para los padres y el temor a la pérdida de buena parte de esa significativa cantidad de sufragios, capaz de dar vuelta cualquier proceso eleccionario, sea dentro de la institución educativa como fuera de ella en el ejercicio del voto ciudadano para elecciones gubernamentales.

Lamentablemente los responsables optaron sin dudarlo por aplicar el facilismo, tanto a nivel secundario, antesala de la universidad, a la que arriban desvalidos pero con el diploma en mano, lo que los autoriza a aspirar a convertirse en universitarios.

El facilismo es el peor virus que se puede inyectar a la juventud por cuanto les hace pensar que la vida será igual de fácil, lo que constituye un grosero error dado que cada día es más difícil desenvolver en un mundo dominado por la codicia, la violencia y las adicciones al alcohol, las drogas y el sexo irresponsable.

El ingreso a Medicina para 2022 según página web de la Facultad consta de los siguientes pasos:

1 Curso de nivelación tendiente a igualar conocimientos de los egresados secundarios devenidos en aspirantes. Por cierto Gratuito, optativo y no vinculante. 

Toda la actividad se llevará adelante en modalidad virtual, a través del Entorno Virtual de Ingreso a FCM.

El curso en modalidad virtual será del 31 de agosto hasta noviembre con un total de 15 clases a razón de una por semana.

Las clases teórico-prácticas virtuales serán habilitadas semanalmente, los días sábados y estarán disponibles hasta el momento del examen final.

Autoevaluaciones virtuales

De carcácter optativo y modalidad virtual, sirve para que el/la aspirante pueda evaluar su proceso de aprendizaje y conozca la profundidad con la que se evaluarán los contenidos en la instancia de exámenes de ingreso.

Exámenes de admisión:

Los exámenes de admisión serán pruebas globales escritas, de múltiple opción, de conocimientos y competencias específicas sobre contenidos de nivel preuniversitario de Biología General y Humana, Física y Química. Cada examen se aprobará con un porcentaje mínimo del 60% del total de preguntas consideradas válidas. Se otorgará 1 (un) punto a cada respuesta correcta. Se consignará un puntaje total igual a 0 (cero) en los casos de ausencia a cada examen.

Recuperatorios

"En el caso de obtener un porcentaje menor al 60% o registrar ausencia en la primera instancia, se otorgará automáticamente una oportunidad de recuperación para cada una de las asignaturas".

Aquel aspirante que no alcanzara el porcentaje requerido para aprobar y/o no reúna los requisitos necesarios para acceder al examen global, habiendo rendido una o más asignaturas, no podrá continuar rindiendo las asignaturas restantes.

Sólo aquellos aspirantes que hayan aprobado 2 asignaturas, en su primera instancia o en el recuperatorio, y hayan desaprobado la restante, en su primera instancia o en el recuperatorio, con un porcentaje entre 50% y 59% de respuestas correctas, tendrán la posibilidad de rendir un examen global de las tres asignaturas que deberá aprobarse con el 60% del total de preguntas consideradas válidas.

Este novedoso sistema de ingreso se me presenta como la imagen de un tobogán que desemboca en el interior de la Facultad de Medicina en calidad de alumno, para cursar durante 6 años lo que antes se hacía en siete.

Mirado objetivamente todo parte de una evidente desigualdad en el nivel de formación de los aspirantes, siendo que teóricamente todas las escuelas y los institutos de nivel secundario tienen los mismos planes de estudio, y la capacidad intelectual de los alumnos es similar independientemente de su extracción social.

Ofrecer cursos de nivelación es aceptar tácitamente este desnivel que no debiera existir y cuya investigación de causales y adopción de medidas que lo solucione, es hacia donde debería dirigirse los esfuerzos de los responsables de la educación.

Me pregunto si lo que un alumno no logró comprender y adquirir durante alrededor de 12 años de estudios, ¿puede hacerlo en 15 clases a razón de una por semana?

De terminar en fracaso al no aprobar el examen de ingreso, aún se le conceden dos oportunidades más bajo el engaño título de recuperatorios.

Según el diccionario de la RAE, recuperar significa "Volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía".

Me pregunto cómo pueden recuperar algo que nunca tuvieron, en el brevísimo espacio de una semana, tiempo que media entre el fracaso inicial y la segunda oportunidad, y para colmo de males existen dos oportunidades de recuperar.

No contento con todas estas absurdas facilidades, luego deben rendir una prueba global, en realidad cuarta oportunidad encubierta, pero con el agravante de que para acceder a esa instancia sólo tienen que haber aprobado dos de las tres materias de que consta el examen.

Este año el 86% de los aspirantes desaprobó el ingreso, y el 40% no asistía al curso de nivelación, sin embargo y merced al denodado esfuerzo de la Institución, facilitando al máximo las ya ridículas exigencias, lograron que 1 de cada 11 aspirantes pudieran ingresar.

Las mejores universidades del mundo, en cualquiera de las áreas del conocimiento, tienen tales niveles de exigencia para ingresar, que los aspirantes deben sortear fosos y vallas, en vez de encaramarse al tobogán mencionado más arriba para finalmente aterrizar de la mano de un tutor, no sea que se lastime el pobre futuro Galeno.

Así logrará convertirse en médico, y los lastimados serán muchos de los pacientes por ellos tratados.

Es hora de que en esta Argentina que supo sobresalir, alguien tome el toro por las astas y termine con el jolgorio del facilismo; solucione los desniveles desde la profilaxis y no poniendo parches transitorios para paliar un déficit que los perseguirá toda la vida, carentes de vocabulario, de ortografía, de la capacidad de conceptualizar y hasta de expresarse con la palabra hablada, supliendo vanamente con gestualidades lo que son incapaces expresar.

Durante mi actividad docente en el último año de la carrera, donde se examinan pacientes verdaderos y no virtuales, con frecuencia yo solía solicitarle al alumno que me explicara lo que a su juicio había hallado en el examen físico, pero volviéndole la espalda y diciéndole: hable usted que yo lo escucho, como si me estuviese pasando un informe por teléfono. Impresionante la cantidad que estaban incapacitados para hacerlo; claro yo alcancé los albores del facilismo y confieso que el futuro profesional de esos alumnos me asustó.

Hoy es normal.

"La Medicina es de todas las artes la más noble; pero debido a la ignorancia de quienes la practican, y de aquellos que, desconsideradamente, forman un juicio sobre ella, en la actualidad está detrás de todas las artes". Hipócrates.

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