El caos, las tinieblas y la mujer

Cómo se construyeron discursos para disminuir o menospreciar a la mujer a lo largo de la historia. Vuelve Emiliana Lilloy con su columna dominical.

Emiliana Lilloy

"Hay un principio bueno, que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer". Pitágoras

La mujer como fuente de todos los males, como un ser traicionero y de quien más vale desconfiar, se encuentra registrada y documentada en todas las religiones, en la mitología de las distintas culturas humanas, en la literatura, e incluso, en la seudo ciencia que sirvió como base a la construcción de las sociedades modernas. Así, en el segundo sexo de Simone de Beauvoir puede leerse una recopilación de citas de filósofos, religiosos, psicólogos, seudo científicos que, cada uno dentro de su área, se preocupó por encontrar defectos, objeciones, supersticiones y suposiciones que difamaran a la mujer y la hicieran aparecer como carente de razón y poco confiable.

Cuando Tomás de Aquino escribía que "La mujer es un ser ocasional e incompleto, una especie de hombre fallido", San Crisóstomo ya nos había advertido que "De todos los animales salvajes no hay ninguno más dañino que la mujer". Mientras tanto, Spenser, Darwin y Freud no dudaron en hacer aparecer a la mujer como un ser detenido en la evolución, inacabado, envidioso de la completud del varón y carente de raciocinio.

El método clásico de la ciencia declaró que las mujeres, al carecer de razón, no podían estudiar ni producir conocimiento. Por esto, la voz de lo que era válido o no, lo que era ciencia o no, quedó en cabeza o boca de los varones. Parece ser que así se cerró el círculo. Con un discurso difamatorio se excluyó del conocimiento, de los derechos y de la capacidad de expresarse a la mitad de la población humana, a la vez que se la privó de educación y herramientas de desarrollo para comprobar su propia teoría, la de que las mujeres eran en efecto seres inferiores.

Pero esta no es una idea nueva o un descubrimiento reciente. Los estudios feministas detectaron hace más de 50 años la estrategia de difamar constantemente a las mujeres como un mecanismo para mantener la superioridad moral masculina y su correlativa superioridad legal y económica. La jurista costarricense Alda Facio refiere cinco elementos comunes de los patriarcados, de los cuales dos son "una ideología y su expresión en el lenguaje que explícitamente devalúa a las mujeres dándoles a ellas, a sus roles, sus labores, sus productos y su entorno social, menos prestigio y/o poder que el que se le da a los de los hombres; y significados negativos atribuidos a las mujeres y sus actividades a través de hechos simbólicos o mitos (que no siempre se expresan de forma explícita)".

Es que construir discursos siempre ha funcionado para nuestra especie. Piénsese, por ejemplo, ¿cómo el varón blanco colonizador y religioso hubiera justificado la esclavitud, explotación y violación masiva de mujeres en América, sino hubiera construido el discurso de que esas personas que habitaban en el nuevo continente no eran completamente humanos y por lo tanto no tenían alma ante dios?

Desde Dalila, mujer de temperamento endeble, traicionera, cuya historia transmite la enseñanza de que confiar en las mujeres puede implicar la pérdida de poder representado en el pelo de Sansón, hasta la joven doncella Medusa, culpable y castigada porque su belleza tentara a Poseidón y este último la violara, todos los relatos, discursos y símbolos se han encargado de construir a un ser imaginario, "la mujer", que llegado el caso de tener que lidiar o confrontar con ella, su palabra, persona y credibilidad ya se encuentra de alguna manera devaluada.

Hay quien dirá que esta es una estimación laxa, que el hecho de que los relatos literarios mitológicos o religiosos difamen constantemente a la imagen femenina o en su polo estigmatizador, la idolatren, purifiquen y muestren como un ser intocable posicionándola en una cárcel moral que la condiciona igualmente, no nos afectaría como seres en nuestra vida diaria.

Pero basta recordar que hasta hace muy pocos años en las sociedades occidentales la mujer era privada de derechos civiles y políticos bajo los argumentos de la no racionalidad, la emocionalidad exacerbada, el carácter endeble en virtud del cual el varón debía tomar todas las decisiones. Basta además observar los patriarcados de alta intensidad en los cuales actualmente para rebatir la palabra de un varón en juicio se necesita el testimonio de dos mujeres. Es bueno preguntarse si incluso involuntariamente, no aparece en nuestra mente la idea de "la mujer despechada o la mujer que algo quiere" ante determinadas situaciones o denuncias.

También alguien podrá plantear, que en efecto alguna vez ha pasado que una mujer responde a estos estereotipos. Que una mujer alguna vez mintió o como cualquier ser humano, se encontraba despechada por tal o cual razón. Y es que nadie le negará razón a esta persona que lo plantea, porque la evidencia nos muestra que las mujeres somos seres humanos, y así como los varones mienten, engañan, se sienten despechados y traicionan, las mujeres también. Si esto no fuera así, los seres humanos no hubiéramos necesitado crear un sistema de justicia que intente desentrañar la verdad de los hechos para administrarla.

El problema radica en el estigma, en el prejuicio desacreditante que impide que varones y mujeres seamos vistos y escuchados como iguales en nuestros ámbitos diarios, profesionales e incluso ante la justicia. Este estigma que impide que muchas mujeres y niñas confíen en que pueden salir de una relación de violencia porque serán escuchadas y no tratadas como mentirosas. Este prejuicio que implica que las mujeres tengamos que defender nuestras ideas y demostrar nuestras capacidades doblemente para acceder al mismo reconocimiento social y público.

Luego de haber sido educadas/os y culturizadas/os bajo estas construcciones que desacreditan a lo femenino, quizás no sea en vano observar nuestros prejuicios, para que la mujer mentirosa, despechada, emocional, la envidiosa y la que compite con sus compañeras, la que es complicada, que siempre esta maquinando algo, la que inventa, fábula, traiciona, la mujer que algo quiere y la que algo esconde, todas ellas, dejen de ser parte de nuestro imaginario mental y nuestras construcciones artísticas o simbólicas, evitando así reproducir el circulo vicioso que estigmatiza, difama y perjudica al mismo tiempo, impidiendo que nos encontremos, varones y mujeres, en una posición de respeto e igualdad.

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