Ya no somos lo que creímos ser: el colapso de la clase media

La clase media, que alguna vez fue el núcleo aspiracional del relato nacional, hoy aparece más como una trampa que como una promesa.

Rubén Zavi
Politólogo y especialista en Comunicación Política

La clase media argentina ha sido, históricamente, mucho más que una categoría económica: ha funcionado como una identidad estructurante del orden simbólico nacional. Fue soporte de proyectos políticos, sujeto aspiracional, medida de progreso y faro moral de una sociedad atravesada por vaivenes económicos. Sin embargo, en el actual escenario de crisis prolongada y transformación estructural, esa identidad parece resquebrajarse. 

El reciente estudio de Moiguer, titulado "Clase Media Argentina: el desacople (2025)", ofrece claves interpretativas para pensar este proceso desde una mirada integral. 

Desdibujamiento del imaginario colectivo 

La primera señal de alerta es de orden subjetivo. La autopercepción de pertenencia a la clase media ha caído abruptamente: mientras que en 2004 el 91% de la población se identificaba como tal, en 2024 ese número desciende al 47%. Esta transformación no responde únicamente a un deterioro del ingreso real -que efectivamente se ha producido-, sino a una ruptura en el vínculo entre los recursos simbólicos, materiales y culturales que históricamente sostuvieron esta identificación. 

El ascensor social parece haberse detenido 

El capital educativo ya no garantiza inserción laboral ni progreso. El trabajo formal ha perdido su capacidad de articulación con la movilidad social ascendente. Aún más: el "proyecto de vida" asociado al mérito y al esfuerzo aparece como una narrativa vaciada de contenido efectivo para amplios sectores. 

La clase media como categoría desparametrizada 

El estudio señala que la clase media ha perdido sus referencias estructurales. El acceso a bienes como la vivienda, el automóvil o las vacaciones, que durante décadas funcionaron como marcadores de status, ya no son posibles para amplios sectores. La experiencia cotidiana de estos sujetos se vuelve cada vez más próxima a la de los sectores históricamente considerados vulnerables. Esta desparametrización tiene implicancias políticas concretas. La ruptura entre esfuerzo y recompensa -elemento fundacional del pacto meritocrático- mina la confianza en el sistema. La política, lejos de ser una herramienta de reparación o ascenso, es percibida como un espacio ajeno o, incluso, como una fuente de frustración. 

Ya no somos lo que creímos ser: el colapso de la clase media

Desacople y fragmentación interna 

Pero tal vez el hallazgo más relevante del estudio sea la existencia de un profundo desacople dentro de la propia clase media. Lejos de constituir un sujeto homogéneo, se advierten fracturas significativas entre la media alta (C2) y la media baja (C3). Las diferencias no son sólo de ingreso, sino también de capital cultural, acceso a servicios y horizontes simbólicos. Mientras el sector C2 mantiene prácticas de consumo globalizadas (manejo del inglés, viajes internacionales, acceso a tecnología), el C3 se aproxima peligrosamente a las condiciones estructurales de los sectores populares. Esta polarización interna dificulta la construcción de un discurso político unificador y pone en cuestión la eficacia de las categorías tradicionales de análisis. 

Ya no somos lo que creímos ser: el colapso de la clase media

Implicancias para la representación política 

Desde una perspectiva politológica y comunicacional, el debilitamiento del imaginario de clase media plantea un desafío mayúsculo. Esta identidad fue durante décadas una clave de lectura central para comprender el comportamiento electoral, las alianzas políticas y las demandas sociales. Su crisis obliga a revisar no sólo las estrategias discursivas de la representación, sino también los marcos normativos con los que comprendemos la estratificación social en la Argentina. 

La fragmentación del sujeto "clase media" tensiona la capacidad de los partidos para articular demandas heterogéneas bajo un mismo paraguas simbólico. La apelación al "ciudadano medio" pierde eficacia si ese ciudadano ya no se reconoce en el lugar desde el cual es interpelado. 

El futuro de la clase media como problema político 

Más que preguntarnos si la clase media existe, tal vez sea tiempo de preguntarnos qué tipo de actor político puede emerger del vaciamiento de esa identidad. ¿Es posible construir un nuevo "nosotros" capaz de articular demandas fragmentadas sin caer en esencialismos? ¿Qué rol puede jugar la política en la recomposición de un sentido común integrador? ¿Qué tipo de narrativa puede sustituir al imaginario meritocrático en crisis? Como advierte Adam Przeworski, "para muchas personas, Trump fue la última esperanza. Desde 1980 la gente vota, los gobernantes cambian y sus vidas continúan siendo miserables" (Przeworski, 2024). 

Lo que el politólogo plantea para el caso estadounidense resuena profundamente con lo que sucede en la Argentina contemporánea: cuando las mayorías sienten que la democracia representativa ya no transforma sus condiciones materiales, se produce una fractura simbólica. 

La clase media, que alguna vez fue el núcleo aspiracional del relato nacional, hoy aparece más como una trampa que como una promesa. Ya no media: colapsa. Ya no representa: se revuelve. Ya no demanda: castiga. Así como el trumpismo emergió como respuesta desesperada a una democracia que ya no resolvía los conflictos, en la Argentina, el derrumbe de la identidad de clase media parece abrir la puerta a nuevas formas sociales, antipolítica y deseo de orden. 

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