El miedo a que los coma el León

El fenómeno Milei, bajo análisis del empresario Andrés Vavrik.

Andrés Vavrik

En un país con cifras de inflación, pobreza y calidad educativa parecidas a las que podemos ver en países africanos al sur del Sahara, un animal de esas latitudes aparece como símbolo de esperanza en la desgastada política nacional.

Curiosamente el nuevo político estrella de la República Argentina usa la imagen de un león en algunos de sus logotipos, como un juego simpático aprovechando su melena desordenada y sus ojos de claridad felina. Esto lo acompaña musicalmente, usando el hit del grupo de rock argentino "La Renga", titulado paradójicamente "Panic show", que comienza así: "Hola a todos, yo soy el León".

Muchos se refieren actualmente a Javier Milei como "el fenómeno" por su pico de popularidad, después de su aceptable resultado en las elecciones legislativas y la creciente tendencias que viene mostrando en las encuestas. El show mediático generado alrededor del sorteo de sus dietas, y su particular forma de ser políticamente incorrecto, generan amor y odio dentro de la sociedad. Pero dentro de los límites de la corporación política, la incertidumbre es el denominador común y en las últimas semanas hemos empezado a ver las primeras reacciones y escuchar respuestas a un economistas que les viene "mojando la oreja" a los políticos tradicionales hace años, pero desde hace muy poco hacen blanco sus dardos y los mentones sienten sus puños.

Antes que nada, debemos tener en claro algo: el fenómeno Milei es un producto del destrato, la burla y la soberbia de la clase política hacia los argentinos que están dentro del tercio de la sociedad que trabaja, emprende, arriesga, produce, emplea y TRIBUTA. Desde el pibe que sale con su moto a entregar pedidos y se resiste a caer en el asistencialismo, hasta el comerciante o el productor agropecuario que dejan todos los años el 50% de lo que facturan en impuestos y ven con amargura cómo se dilapida su esfuerzo y no recibe nada a cambio, ni siquiera seguridad, prestaciones de salud y ni hablar de caminos dignos y servicios públicos a la altura de la carga fiscal que padecen.

Una vez que entendemos que Milei representa y le pone el cuerpo a un reclamo genuino, podemos empezar a analizar las diferentes reacciones que produce dentro de la política con un nivel aceptable de responsabilidad. Como corresponde, antes de ponerme en crítico debo dar mi opinión. Personalmente, creo que tantos años de socialismo y nivel de estatismo que tiene nuestro país convierten en utópicas el 80% de las medidas que propone este liberal anarco capitalista, como el mismo se define, lo que no impide que realmente esas medidas a priori extravagantes puedan ser un faro para una transición, más en lo económico que en lo social, hacia una Argentina con un estado ágil, eficiente y sobre todo sustentable.

La peor de las reacciones que se han observado, y la más vendida, es que lo que hace Javier Milei es la "anti-política". Nada más grotesco y falso. Al parecer, ciertos personajes llevan tantos años viviendo de la función pública que ya sienten la autoridad de definir como practicarla.

Otra posición intermedia ha optado por imitar las formas, en lo gestual y en lo lingüístico. Desde lo discursivo, de repente algunos referentes de la noche a la mañana están en contra de los planes sociales y quieren terminar con los piquetes, pero carecen de autoridad, porque cuando les ha tocado gobernar no hicieron nada en ese aspecto.

La más prometedora, a mi entender, de las reacciones, es la de algunos legisladores que están plasmando en proyectos de ley medidas de corte liberal: reducción de impuestos, eliminación de cajas recaudatorias para la política y simplificación de las relaciones laborales, entre otras. Esto es muy noble y muestra una luz al final del túnel.

Con todo esto podemos decir que el libertario, al igual que el eslogan que usó Margarita Stolbizer hace algunos años, "ya ganó". Lejos de significar un resultado positivo en las elecciones presidenciales que tendremos el año que viene, estamos en condiciones de afirmar que como hace mucho tiempo no lograba nadie, ha influido, ha penetrado la coraza mediática y ha puesto en agenda temas cruciales para soñar con una futura recuperación económica.

Una vez más el Teorema de Baglini sobrevuela el país de norte a sur y de este a oeste. Algunos lo usarán para protegerse, a otros les alimentará el ego y la ambición de refutarlo. La sociedad vira unos pocos grados a la derecha, más que por amor a Dios, por miedo al demonio. La izquierda le mintió y ahora le paga con hambre y atraso. Ya nadie puede ocultar el fracaso y navegamos a la deriva en un mar de miedos e ignorancia generalizada.

Todos los que tenemos atracción por las ideas liberales no podemos ocultar que nuestro corazón palpita más fuerte cuando este señor despeinado se refiere a "la casta" y nos promete una moneda fuerte, pero si eso nos hace olvidar las 14 toneladas de piedras que llovieron en el Congreso en 2017, los bloqueos gremiales a empresas y la traicionera CGT de los gordos millonarios vitalicios, estaríamos cayendo en un error de tratamiento desaprovechando un diagnóstico correcto. Quien quiera gobernar la Argentina necesita apoyo parlamentario amplio, con acuerdos políticos a largo plazo que moderen el malestar social que provocarían las fuertes medidas que son necesarias e impostergables.

Ahora sí nos queda una sola bala. Una fragmentación al estilo Lavagna 2019 nos puede condenar para siempre. Los libertarios deberán abrirse al calor del armado republicano, que tiene líderes sanos y de coraje probo. La oposición también deberá entender que a esta altura ningunear a los liberales, será un suicidio.

Si pretendemos ganar el mundial, será con Messi y 22 jugadores más en el plantel (o más si se amplía el número de convocados por cada Selección). Si pretendemos salvar la Argentina, necesitamos a Javier Milei dentro de una coalición amplia, fuerte y políticamente invencible, en la posición que el electorado le quiera dar con su voto de confianza

Esta nota habla de: