El plan de vacunación, las témporas y el culo
Eduardo Rivas se enfoca en esta columna en las responsabilidades que se diluyen a la hora de malutilizar las vacunas por fuera de los círculos de personas que sí las requieren en forma urgente.
Cada vez que se pretendía relacionar dos temas poco relacionados mi tío Tito solía preguntarse ‘¿Qué tiene que ver mi culo con las cuatro témporas?' uniendo en una frase dos cuestiones que nada tenían en común. Hay quienes para describir una situación similar recurren a los chanchos y la velocidad, pero en definitiva, la idea es la misma, hay cosas que por más que se las pretenda relacionar no tienen puntos de coincidencia.
Algo de eso ocurrió el pasado viernes con el comunicado que presentaron los Ministros de Salud de las 24 circunscripciones del país y la ministra de Salud de la Nación Carla Vizzoti. Allí lo mayores responsables de las políticas de salud pública del país se abroquelaron en un verdadero esprit de corps que lo único que hace es diluir la responsabilidad de algunos en el nombre de todos... a menos que todos sean responsables y lo que están buscando es salvarse todos juntos.
Sostienen su posición ‘sin importar nuestras identidades políticas o partidarias, porque nuestra única bandera es la política sanitaria' lo cual es una realidad palmaria, puesto que lejos están los ministros justicialistas de la octava verdad peronista que reza que ‘En la acción política, la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la patria, después el Movimiento y luego los hombres', pues hubo quienes avalaron la vacunación de ciertos hombres que se pusieron delante de la Patria. También lejanos están los ministros radicales del pensamiento de Leandro Alem, quien legó que ‘en política, como en todo, se hace lo que se debe, y cuando lo que se puede hacer es malo, ¡no se hace nada!'. Quizás quienes menos incómodos debieran sentirse con la afirmación son quienes provienen del PRO, un partido de identidades mucho más laxas y por ahora variadas y poco conocidas.
Teniendo esta premisa como base, ignorando que no hay una única bandera en la política sanitaria puesto que diferentes ideologías imprimen diferente carácter a la misma, afirman los responsables sanitarios que ‘en los últimos días han surgido voces cuyo visible interés es generar divisiones donde no las hay, y poniendo en duda todo el funcionamiento del sistema de vacunación en la Argentina.' pretendiendo mezclar cuestiones que no tienen nada que ver, y claramente aparece como una bajada de línea presidencial para diluir el atropello moral de las vacunaciones VIP. Nadie cuestiona, más allá de discrepar con algunas cuestiones que incluso también varios de los firmantes de este texto han expresado públicamente, el plan de vacunación, se cuestiona desviamientos que ha habido que son moralmente reproblables, éticamente cuestionables y legalmente denunciables. No se critica el plan de vacunación, se cuestiona que haya habido sistemáticos desviamientos respecto a ciudadanos que fueron priorizados para recibir la vacuna por encima de los que realmente les correspondía.
Como al pasar lo reconocen las propias autoridades al sostener que ‘cada jefe y cada jefa de un programa de vacunación organizan las acciones en función de la particularidad de cada lugar', el problema es si la particularidad del lugar es manejarse al margen de la ley, en verdaderos feudos políticos donde se hace lo que dicta el mandamás de turno en desmedro de las políticas establecidas en términos federales. En este sentido es cierto que ‘cuando se prioriza a algunos sectores, se posterga a otros, hasta que llegue el próximo embarque. Por eso es tan importante el consenso al definir esas prioridades.' el problema en consecuencia es cuando sin consenso, sin explicaciones y tan solo por la decisión de quien ostenta el poder en el ‘pago chico' o en el ‘pago grande', se modifican esas priorizaciones que se han establecido. Porque es real que como lo establecen ‘si bien en temas como este es imposible lograr un consenso absoluto, sí es posible diferenciar los cuestionamientos razonables de las críticas malintencionadas.', el problema es que cualquier crítica se toma como malintencionada. Si así no fuera, como en cualquier país democrático que se precie de tal se brindarían todas y cada una de las explicaciones requeridas porque esto fortalecería el proceso de vacunación y la toma de decisiones necesarias para llevarlo adelante, no echando al Ministro de Salud de la Nación. El silencio cómplice con el delito, que no se trata sólo de adelantarse en la fila sino en abuso de autoridad, incumplimiento de los deberes de funcionario público, tráfico de influencias y/o malversación de fondos públicos (art. 248 y subsiguientes del Código Penal).
Pero aun si así no fuera, configura un ‘delito' aun peor que el actuar de manera poco ética, uno no debe actuar bien para no delinquir, uno debe actuar bien porque es lo que se debe hacer. Y este es el mayor desafío que enfrentamos los argentinos, valorar el accionar ético.
Los buenos y malos no se dividen por partidos y en todos ellos hay buenos y/o malos, por eso es importante recuperar valores que guíen el accionar de todos los ciudadanos y gobernantes. Se puede discutir si aislamiento sí o no, si cuarentena larga o corta, si vacunación optativa u obligatoria o si le compramos vacunas a Rusia o Estados Unidos, podemos discutir muchísimas cosas, pero lo que no puede entrar en discusión es respetar o no la ley.
Mientras como sociedad sigamos tolerando estos procederes, que ya relataba José Hernández en el Martín Fierro, el futuro será cada vez más complejo. Difícil explicarles a mis hijos que tenemos que hacer la fila respetando el distanciamiento social en la panadería, aunque el panadero sea mi amigo, si quienes deben dar el ejemplo, por su importancia institucional y por la réplica en la sociedad de sus acciones, se llevan una horneada de pan para repartir entre sus amigos, dejando lo poco que queda para repartir entre quienes hacemos formalmente la fila.
Si esto lo vemos mal en el pan con el ejemplo del panadero, imaginémoslo en las vacunas, que son de todos y la importancia que tiene.
Pretenden imponernos la lógica maquiavélica, que el pobre Nicolás Maquiavelo nunca dijo, de ‘el fin justifica los medios', como si los casos de vacunados VIP que se cuentan por cientos en cientos de sitios fuera el medio que uno tiene que aceptar para llegar al fin último de la vacunación de la población. No es así, es inmoral.
Una y otra vez vuelven las palabras de Václav Havel cuando dijera acerca de sus beneficios como funcionario público checo ‘voy a un médico especial, no tengo que conducir un automóvil y mi conductor no necesita perder los estribos al pasar por Praga a paso de tortuga. No necesito cocinar o comprar para mí, y ni siquiera necesito marcar mi propio teléfono cuando quiero hablar con alguien. En otras palabras, me encuentro en el mundo de los privilegios, excepciones, ventajas; en el mundo de los VIP que gradualmente pierden la noción de cuánto cuesta la mantequilla o el boleto de un tranvía, cómo preparar una taza de café, cómo conducir un automóvil y cómo hacer una llamada telefónica. Me encuentro en el umbral mismo del mundo de los gatos gordos comunistas a quienes he criticado toda mi vida. Y lo peor de todo, todo tiene su propia lógica inexpugnable. Sería ridículo y despreciable para mí perder una reunión que sirviera a los intereses de mi país porque había pasado mi tiempo presidencial en la sala de espera de un dentista, o haciendo fila para comer carne, o luchando nerviosamente contra el decrépito sistema telefónico de Praga, o participando en la desesperada tarea de encontrar un taxi en Praga cuando obviamente no soy de Occidente y, por lo tanto, no estoy en posesión de dólares. Pero, ¿Dónde se detienen la lógica y la necesidad objetiva y comienzan las excusas? ¿Dónde se detiene el interés del país y comienza el amor a los privilegios? ¿Sabemos, y somos capaces de reconocer, el momento en que dejamos de preocuparnos por los intereses del país por el bien de los cuales toleramos estos privilegios y comenzamos a preocuparnos por las ventajas en sí mismas, lo que disculpamos apelando a los intereses del país?'
Por eso, que quede muy claro, lo que se critica son los privilegios disfrazado de esenciales, se critica el silencio cómplice que cubre con un manto de sospecha a todos para no dejar expuestas las avivadas de alguno, no se critica el plan de vacunación, porque como dijera mi tío Tito, ¿qué tiene que ver mi culo con las cuatro témporas?
Cuánto bien ha podido hacerse si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores... ¡No importa! Todavía puede hacerse mucho... seguiremos intentando detener la montaña.